Carnaval 2025 | Entierro de la Sardina

La lluvia no enfría el dolor a carcajadas de miles de viudas chicharreras

La Sardina ‘africana’ acabó sus efímeros días en la hoguera tras un desfile fúnebre con energía contenida, más rápido y ordenado que otros años

Santa Cruz de Tenerife

Hasta el cielo mandó sus lágrimas de condolencia en forma de lluvia, ligera e intermitente, para despedir a la Sardina del Carnaval 2025. Pese a un par de amagos, el tiempo, fresquito, permitió el desfile de un cortejo más rápido y ordenado, si eso es posible, que en años anteriores. Había ganas de Carnaval por motivos que no vienen al caso y se notaba en la animación previa de un acto que se vive de forma única en la fiesta de la máscara de Santa Cruz de Tenerife y mejor todavía en su día, el Miércoles de Ceniza -al margen de algún experimento y Covid-19 mediante-.

El Entierro de la Sardina es anárquico por anarquista, transgresor en la dinámica e imprevisible en su desarrollo. Eso siempre, pero en la capital chicharrera más. Y de nuevo se cumplieron las previsiones incluida la que vaticinaba algo de lluvia. Agua no tanta, pero creatividad y diversión cayeron a raudales por las calles de la capital.

El carnavalero tenía ganas de sacudirse el mal rollo de estos días y acudió a la cita de la calle Juan Pablo II. Allí esperaba Escolástica como bautizó a su creación la artista Elena González. Sardina de grandes y sensuales labios rojos (colorido entre tanto negro) con motivos africanos porque esta vez era un secreto (a voces), como el lema de la fiesta.

No faltó casi nadie en esta noche especial de rituales. Bueno, tal vez el subcomisario Blas Hernández, todo un hacha en el pronóstico del tiempo, ya jubilado tras 31 entierros, el último en 2023. Allí estuvieron -cómo no- Pepe Benavente y Rafael Flores el Morocho a la hora de dar el pistoletazo de salida en su ya clásica carroza cuando eran las 21:05 horas . Pepe dijo que 2024 era su último año pero llegó 2025 y aquí está otra vez porque «me convenció el Morocho» le decía a los periodistas antes de empezar la fiesta.

También fueron fieles a la Sardina los miembros de su escolta de siempre, la de la Cofradía del Chicharro, transmutación de la Fufa. Paqui debuta en la cofradía. Un debutante talludito, que celebra su primer año en la murga madre tomando parte en esta ceremonia que afronta «con la ilusión de un chiquillo». Por allí transitaban ya el grupo Okaidi de los Diablos Locos o Los Legionarios, con casi vente años de andadura y el Cristo de la Buena Muerte como enseña, entre otros muchos colectivos más o menos organizados. Pero sobre todo gente peculiar y única en su disfraz –como La Niña de la Curva–, todo género de ataúdes y lápidas incluidos, que solo sale a la calle ese día en todos los carnavales. Un ejemplo, el de Miguelito «el nuestro» que desde el barrio de La Cuesta cumple con su particular penitencia:«Este es mi día del Carnaval, el que disfruto de verdad». Ycon su disfraz de monje enfila Méndez Núñez adelante para gozar de la noche de su fiesta.

Muy cerca el contrapunto de los inconfundibles guiris . «Magnifico» resume una potente walkiria sueca, esta noche monja, que incluso disimula alguna lagrima junto al padre –cuernos incluidos– Klaus en presencia del noruego Sebastian, en este caso de paisano, pero de negro riguroso. Pasan unos días en la Isla y no quisieron perderse el entierro . Se lo están pasando pipa en sueco.

Los Guardianes Británicos de la Casa del Miedo, con su tradicional corona fúnebre, se incorporan al desfile en Méndez Núñéz hasta diluirse en una multitud de curas, obispos, monjas y sobre todo, viudas, cientos de viudas de toda edad y condición o clase social. Muchas con barba y bigote bastante poblados, por cierto.

No fue posible confirmar si el alcalde, José Manuel Bermúdez, esperaba en el renovado Orche y el concejal de Fiestas, Javier Caraballero se mimetizó de incógnito entre la multitud. En ambos casos, las fuentes así lo atestiguan.

A las 21:15 empieza a lloviznar y cae más fuerte a las 21:34 sin ir a más. Algunos, los menos, se van pero el cortejo sigue adelante con más paraguas y capuchas. Este año se movió con menos lentitud por las calles de su tradicional trayecto. De la Weyler a la avenida Marítima entre parones de una batucada surgida de repente bajo los hábitos o con el paréntesis obligado de los revolcones por el suelo, fuera de toda lógica gravitatoria, de las plañideras. Lloros, gritos, chillidos histéricos y lo dicho, revolcones. Durante el trayecto se incorporan para mirar y disfrutar de este espectáculo extraordinario miles de personas.

La Sardina se enterró como Dios manda. Queda la de la Inclusión, prevista para hoy gracias al tesón de José Juan Alayón, Tanito, que ayer percusionaba a tope con su comparsa Valleiros. Y, por supuesto, aún resta la resurrección de la Piñata. Santa Cruz en Carnaval y en estado puro.

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