Carnaval 2024 | Protagonistas

Patricia García confecciona medio millar de disfraces de cuatro murgas y dos rondallas

"Mi madre me enseñó a coser adaptando a mis muñecas los trajes que ella hacía a sus clientas"

Patricia García García, en la fachada de la Casa del Miedo, cuartel general de la Sociedad Mamel’s.

Patricia García García, en la fachada de la Casa del Miedo, cuartel general de la Sociedad Mamel’s. / Carsten W. Lauritsen

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Santa Cruz de Tenerife

Patricia García es una de las últimas exponentes de la costurera de toda la vida del Carnaval, aquellas que trabajaban a destajo en el salón de su casa para confeccionar las fantasías de los grupos, más preocupada y entregada con la elaboración de los disfraces que en los trámites burocráticos y administrativos que en la actualidad debe cumplir con Hacienda.

Hija de canarios que emigraron a Venezuela, regresó de la Octava Isla cuando tenía 8 años de edad, y aquí se ha formado: nieta de una experta en el calado e hija de una costurera que le enseñó a coser encargándole que adaptara a sus muñecas los trajes que ella realizaba a sus clientas.

Pese a su juventud –Patricia nació el 15 de mayo de 1984, por lo que aún no ha cumplido cuarenta años–, atesora el aprendizaje de quien ha estado detrás de la máquina de coser desde que tenía quince años, más por tradición familiar que porque le guste en sí la profesión, si bien hace la excepción con el Carnaval, porque le permite dar rienda suelta a su originalidad, cuando además de elaborar trajes también los diseña. Pero admite que no es carnavalera, más allá de que esta edición haya realizado medio millar de fantasías correspondientes a las murgas adultas Ni Pico-Ni Corto, BambonesMamelucos y Mamelones, así como a las rondallas Valkirias y Mamel’s, de la Casa del Miedo.

Patricia hace un alto en el taller de quince metros cuadrados donde confecciona junto a su madre para trasladarse desde Icod de los Vinos, donde tiene su domicilio familiar, hasta la calle de La Noria para entregarle unos baberos que corresponden a la fantasía de Mamelones, lo último que restaba por finalizar a esta murga infantil. El Carnaval habita en la casa de Patricia seis meses, pues en septiembre comienza sus trabajos con aquellos grupos que ya tienen claro el diseño y tienen el presupuesto para adquirir los materiales y a echar a andar la fantasía.

"La costurera tradicional desaparecerá para dejar paso a talleres más de uniformes que disfraces"

Patricia García

— Costurera

Dentro de esos seis meses, de septiembre a noviembre los dedica a los primeros encargos para destinar diciembre y enero a otros grupos, que tardan más en recaudar el dinero y encargar las telas, para precisar que el grado de responsabilidad es diferente en función a si asume el diseño de la fantasía, se encarga de adquirir las telas o se limita a la confección. 

A fecha de hoy, jueves 18 de enero –cuando comienzan los concursos–, Patricia afirma con alivio que ya ha entregado todas las fantasías de las murgas, a falta de Mamelucos, para ahora afrontar la recta final con las rondallas, cuyo concurso se celebra el domingo 4 de febrero.

Los orígenes

Recuerda que el primer traje que confeccionó fue el que realizó a una de sus Barbie, a la que vistió de novia, por lo que incluso creó toda la ambientación propia de este acontecimiento.

Patricia advierte que es costurera autodidacta, aunque ha tenido en su madre, Doris, que sí es titulada, a la mejor profesora, unido a los 25 años que lleva con la máquina de coser a cuestas, además de los estudios realizados en el Bachillerato de Arte que cursó en la Escuela Fernando Estévez, lo que le obligó incluso a establecerse en Santa Cruz durante dos años para sortear el trayecto diario desde Icod de los Vinos. 

Patricia García, costurera que reside en Icod de los Vinos.

Patricia García, costurera que reside en Icod de los Vinos. / Carsten W. Lauritsen

Al margen de la confección, ha alternado su vida profesional como camarera y comercial, en las temporadas bajas, y por aquello de que «coser no me gusta, lo hago por imperativo familiar», en referencia a la tradición heredada; su oasis, el Carnaval, que le da rienda suelta a su originalidad.

La doble faceta de tener en casa al empresa familiar que se dedicaba a la confección y su formación en Bellas Artes la animó a desarrollar esta faceta, unida a la primera oportunidad que le brindó la murga Los Desvelados, de Icod de los Vinos... Tenía entonces quince años y ahora ya pica los cuarenta, pero admite que «le cogió el vicio» en su taller en la casa terrera que sirve de domicilio familiar en Icod de los Vinos.

De la mano de Richard López, director de Ni Pa Tanto, también de la Ciudad del Drago, recibió otro encargo que le confirmó en su trayectoria en el Carnaval. «Se reunió conmigo y me dijo que siempre había quedado tercero, pero de abajo a arriba de la clasificación final, y me planteó si era capaz de darle un premio si hacía el diseño». Aceptó el reto y logró su objetivo con la fantasía de brujo que les diseñó y confección Patricia a la Ni Pa Tanto; de eso hace ya más de quince años, recuerda; a la siguiente edición elevaron el presupuesto, les hizo el explorador, y ganaron el primero de disfraz.

Del Norte a Santa Cruz

La trayectoria de Patricia se cuenta por murgas, pues ha elaborado fantasías de Trapaseros, de Los Realejos; Risilocas, de Icod, a las que diseñó y confeccionó y ganó un tercero; o Chaladas, Ni Pa Tanto –que sumaron un segundo–, Tiralenguas... Hasta que David Díaz, de Ni Pico-Ni Corto, le abrió las puertas en Santa Cruz.

El hijo de Fino Díaz fue representante de telas y conoció en esa etapa a Patricia; un día la Ni Pico necesitó quién le confeccionara y acudió a ella; el primer año estaban más delicados de dinero y el compromiso fue ella rebajaba el precio y ya lo recuperaban a la siguiente edición, como así ocurrió, tras adaptarse a lo que podía ofrecerles ella.

"Con tanta tecnología y la búsqueda del ahorro, en Tenerife solo quedan tres tiendas de telas"

Patricia García

— Costurera

Patricia recuerda que, aunque Bambones no es su murga –no se define murguera–, todos los años le escribía a a esta formación a través de sus redes sociales haciéndoles constar que ella es costurera de Icod de los Vinos y que le gustaba mucho los disfraces que lucía, haciéndole constar su interés en poder confeccionar un disfraz de la murga a la que admiraba, hasta que el año pasado por fin la llamaron y le dieron la oportunidad, y esta edición repite, con el mismo diseñador, Josué Quevedo.

Junto a Ni Pico-Ni Corto y Bambones, confecciona a los tres grupos de la Casa del Miedo: la murga infantil Mamelones y la adulta Mamelucos –ambas de Josué Quevedo– y también la Rondalla Mamel’s, a instancias del creador Lito Díaz, y además también da forma desde este año a Valkirias, colectivo al que el año pasado asumió el encargo después de un contratiempo que ella resolvió.

Futuro incierto

Nieta e hija de costurera y con 25 años en la profesión, Patricia alerta que «la costurera de tu casa que te hacía el traje antes ahora ya no lo puede hacer; este oficio desaparecerá para dejar paso a empresas». Y sentencia: «Las costureras tradicionales desaparecerán para dar paso a los talleres de costura, como si fueran una fábrica más de uniformes que de disfraces».

Con la satisfacción del trabajo hecho para el Carnaval 2024, con medio millar de disfraces confeccionado y solo los de Mamelucos pendiente de adornar –sin incluir las dos rondallas, para las que resta tiempo aún–, Patricia deja otro aviso a navegantes: «Con el Carnaval en enero no se puede improvisar, pues es un mes menos de trabajo», para admitir que, después de dos años sin la celebración de la fiesta en el calendario tradicional por la incidencia de la pandemia, «eso ha afectado a la organización de los grupos».

La costurera reconoce la importancia de cómo afronta cada edición la directiva de los diferentes colectivos: cuando el disfraz tiene diseñador, ella se limita a coser, para poner en valor la previsión económica que facilita afrontar cada edición con antelación.

Ni Pico ya piensa en 2025

Patricia desvela que los colectivos se organizan con tanta previsión que ella ya conoce el diseño que lucirá Ni Pico-Ni Corto en 2025; «en mayo comienzan las primeras reuniones para cuadrar presupuestos y para estudiar cómo se fabrica la fantasía».

También se refiere al coste de cada fantasía: «La costura en particular y en general cualquier trabajo artesanal está mal valorado y no se paga; yo mismo prefiero abonar 15 euros por una chaqueta que 45 por una que es de costura», lo que no quita para que reconozca su preocupación apostar en la elaboración de las fantasías por el producto nacional. «Con tanto sistema tecnológico y el abaratamiento de los precios cada vez más se saca fuera de Tenerife la confección de los trajes de Carnaval, y es algo que me preocupa. En la Isla ya solo quedan dos o tres empresas que se dedican a la venta de telas: Entretelas, que regenta Mandy en Los Realejos, y también El Kilo de este municipio del Norte de Tenerife; Mercería Canarias –que vende ahora telas al percatarse de la demanda por falta de oferta– y El Kilo de Santa Cruz.

La incorporación de las nuevas tecnologías en las máquinas de coser ha perfeccionado la calidad de los bordados o incorporado pijerías a la hora de cortar hilos pero... «la máquina que se utiliza para coses es la misma que hace cuarenta años».

Producción en serie

Otra cosa es cómo ha evolucionado la forma de confeccionar. Patricia desvela que fabrica las fantasías adaptando un sistema de producción en serie. Hasta tal punto es exitoso su modelo que le toma a cada componente las medidas y luego se dedica a la producción, con tanta fidelidad que, cuando entrega por ejemplo un centenar de disfraz, en el peor de los casos tiene que repasar quince, sin que realice pruebas, sino solo con las primeras medidas. «Prefiero quedar luego en la murga, como he hecho en algunos casos, y llevarme la máquina y corregir los detalles que no destinar tres semanas a volver a probar a todos los componentes del grupo».

"Con el Carnaval en enero no se puede improvisar, pues es un mes menos de trabajo"

Patricia García

— Costurera

«En el salón de casa trabajamos en cadena, ya que la costura tradicional no es rentable; por lo que buscamos precisamente rentabilizar el tiempo y el dinero»; de ahí que se imponga en su taller la economía del tiempo. Y de nuevo, la irrupción de piezas de bajo coste: «Nadie paga cualquier trabajo que se hace con las manos y prefiere adquirir otro que viene de fuera y es a mitad de precio». Sobre la rentabilidad del sobreesfuerzo que realiza durante seis meses y la repercusión en su economía familia, Patricia asegura que con ese dinero no le permite vivir todo el año, para precisar que, fuera del Carnaval, está especializada en trajes de mariachi, comuniones, bodas, misses y entregas de orlas, o cuando alguien quiere un traje exclusivo. «Ya la sastrería no existe; hacemos un traje de caballero al año y porque el cliente no consigue la talla del modelo que busca».

Formación

La asignatura pendiente de la costura es precisamente la falta de formación, afirmación que realiza a sabiendas de que ella no es titulado aunque ha mamado con su madre el oficio. «Ahora yo necesito diez costureras y no las consigo», apunta, para poner un ejemplo sobre la formación: «Porque yo pinte mi casa no puedo decir que soy pintora profesional; pues igual ocurre en la costura». «De los ciclos de costura no sales profesionales», sentencia.

Tampoco pasa inadvertido los nuevos hábitos en las generaciones venideras; con Patricia acabará el arte de la confección en su familia. Su hijo, de 15 años, ha cambiado el hilo por la red... pues se ha formado como programador.

Patricia acaba la conversación. Entrega los últimos baberos a Mamelones, que inaugura este jueves el concurso de murgas infantiles y marcha a su taller de Icod para seguir fabricando Carnaval.

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