No solo el Carnaval sino las Fiestas de Mayo y todo aquello que se mueve en el mundo de las tradiciones perdió la noche del viernes a la incombustible Angelita González Ledezma, como la define su sobrino Ángel Ramos, heredero de buena parte de su pasión.
Su velatorio está instalado en la sala 7 del tanatorio Santa Lastenia y el entierro tendrá lugar este domingo a las 10:40 horas.
Citar a Angelita González Ledezma es referirse al corazón del barrio de El Cabo, donde nació, donde se casó –con Basilio Plasencia, donde tuvo su familia –sus hijos, Lourdes, Gustavo y Javier–, y por el que entregó su vida desde Carnaval, cuando saca a la calle la murga infantil El Cabito, para resucitar la rondalla El Cabo, tras siete años de ausencia por la muerte de su fundador Faustino Torres, e impulsar sin ansias de protagonismo el movimiento de participación ciudadana desde la asociación de vecinos Los Caberos, con el recordado Ramoncito Frías.
Aún así, no se hace justicia con Angelita, ADN de Carnaval. Esencia de Fiestas de Mayo. Porque no le gustaba acaparar titulares, más allá de su ímpetu en la defensa de las tradiciones y los valores.
El mejor homenaje a Angelita González se lo dió ella misma en las pasadas Fiestas de Mayo sin focos ni cámaras y como a ella le gustaba: la defensa del trabajo bien hecho, pues fue la mentora de las ganadoras en la gala tanto adulta como de los niños en las fiestas patronales que se celebró el pasado mes de abril.
Nacida el 28 de enero de 1945, era la segunda de dos hermanas; su primogénita, Carmen, la madre de Ángel González Ramos, fundador de la murga infantil Carricitos y que mantiene viva la pasión por las Fiestas de Mayo y el Carnaval. Su padre, Ángel, trabajador y responsable de mantenimiento del antiguo Hospital; su madre, Carmen, costurera, de quien heredó el gusto por el trabajo fino y bien hecho; como a Angelita le gustaba: cuando la pistola de silicona no había llegado, le daba la vuelta a la prenda y decía: «lo ves, se ve igual por detrás que por delante».
Atesoraba, más que el magisterio de la máquina de coser, la sabiduría de lo que estaba bien hecho. Sabía lo que quería y peleaba para que se hiciera así, conforme a sus valores y criterios. Y precisamente ese empeño la llevó a reunirse siempre de un equipo que dirigía como si de la mejor orquesta se tratara, con su incondicional Eugenia Portugués, que falleció en la pandemia, o Miguel Ángel Castilla... Siempre con un gran equipo.
Nacida en una de las casas que se encontraban en la vera del barranco de Santos, calle denominada en la actualidad como Ni Fú-Ni Fá, se mudó con sus padres a la calle de San Sebastián y más tarde al barrio de La Salud, hasta que se casó, hace 54 años –después de cinco de noviazgo– para retornar a El Cabo de su alma, donde constituyó su familia junto a su esposo Basilio Plasencia, quien fuera conocido jugador de El Toscal.
De su infancia y juventud, Angelita destacaba la pasión por la costura que alimentó su madre, quien fue sastre de Peceño, mientras su padre desarrolló su actividad como un reputado maestro albañil en el antiguo Hospital Civil, también en el barrio de El Cabo, donde se encargada del mantenimiento de las dependencias.
Siendo una niña, recordaba cómo de su casa saltaba a la azotea de una vecina para llevarle el segundo plato. Eran tiempos de penuria en los que ya cultivó la solidaridad y ayuda con el prójimo, por más que a Angelita no solo se la relacionaba con el movimiento vecinal sino, en particular, con grupos del Carnaval y promotora de los primeros concursos de comidas típicas en el marco de las Fiestas de Mayo, de eso hace ya 59 años, o de los certámenes de vestimenta tradicional los últimos 40 años. En los primeros 18 años de estos certámenes se alcanzó con los máximos galardones.
Nombrar a Angelita González Ledezma es referirse al rescate de la rondalla de El Cabo, formación que fundó Faustino Torres y, tras su muerte, estuvo siete años sin concursar. Ahí estuvo Angelita para recuperar este buque insignia no solo del género lírico del Carnaval sino del barrio; ella impulsando y buscando componentes y encargándose de los diseños –como cuando salieron disfrazados de Sota de Oro– y con la complicidad de los músicos Pepito Pérez o el maestro José Darias, entre otros, hasta que la rondalla caminó sola después de estar bajo su tutela durante cinco años.
A Angelita no se le resistía nada de cuanto se proponía. Así, en 1982 se propuso sacar una reina del Carnaval, y lo consiguió de la mano de Julián Ortiz con la fantasía «Eterna Primavera», cetro que volvió a revalidar en 1983, con Soledad Alemán Ramos, y su «París frívolo», de Miguel Ángel Castilla.
Fue la última en abandonar el cuartel San Carlos, donde tenía su sede El Cabito, hasta lograr un local de ensayo alternativo que consiguió después de muchos quebraderos de cabeza y una lucha tenaz por sus niños.
Angelita personificó la entrega por el Carnaval y sus niños. Muchísimo más allá de una letra de murga o un disfraz... pues la vida le deparó el revés que una madre nunca desea, la marcha de Gustavo, y aún así sacó fuerzas de flaquezas para con entrega ejemplar cultivar la pasión, el respeto y el sentido de propiedad en las nuevas generaciones. Una pena que llevó en silencio.
El reencuentro con Sary Martín meses atrás fue una de sus grandes tranquilidades, porque había conseguido una persona en la que encontró la ilusión y el compromiso por mantener su murga, El Cabito, a la que había ya ayudado la que a la postre fue directora de la murga femenina Las Que Faltaba, a quien confió una nueva etapa que vio nacer a falta de que llegara el Carnaval 2024.
En las Fiestas de Mayo, como en los concursos de trajes típicos, comidas... Angelita fue pionera, máximo exponente, referente, junto a Lali Sierra –de la agrupación musical Chaxiraxi y la asociación Los Lavaderos–, que falleció también este año, el Día de Canarias –30 de mayo–, y Esteban Reyes –de la comparsa Los Brasileiros–, que murió el 26 de octubre de 2020. Ella era la albacea de la tradición; custodia de los valores de El Cabo. Ellos cocinaron y vistieron durante décadas las Fiestas de Mayo. De hecho, el Ayuntamiento de Santa Cruz les otorgó a los tres el premio que lleva el nombre de la capital en la primera gala que se celebró a nivel municipal por el Día de Canarias, en 2018.
Angelita pertenece al núcleo duro, al corazón de las murgas infantiles, junto a Paco Cortés, de Rebeldes, o don José y doña Mary, de Bambas; o Juanjo y Carol, de Guachipanduzy, también este último patrimonio batión en las Fiestas de Mayo desde los ochenta. «Fue un referente en todos los aspectos, fue la que nos metió en el ADN lo que probablemente seamos ahora mismo. Una gran mujer amiga de sus amigos. Y con un cariño incondicional hacia mi familia. Mis hijas la adoraban. Nos conocimos a finales de los 80 y hasta ahora», añade Juanjo.
Si las Fiestas de Mayo están en deuda con Angelita por la defensa de los concursos gastronómicos y el concurso de trajes típicos infantiles, en el Carnaval ha dejado su impronta con la murga El Cabito, que echó a andar en el desaparecido cuartel de San Carlos, y empezar la búsqueda de una sede cuando el ayuntamiento le daba un local en La Salud, hasta, después de estar del tingo al tango, tener un sede en la calle El Clavel, hace 19 años. Por las filas de El Cabito han pasado generaciones de niños gracias a la entrega de esta inquieta dirigente vecinal que tan pronto decía el disfraz que quería, hacía un traje de magos, cocinaba un plato típico canario o sale en ayuda de los más desfavorecidos.
Angelita González Ramos no le hizo falta la destreza con la máquina de coser para tejer Carnaval, para cocinar Fiestas de Mayo, para ser eterna como esencia de Carnaval. Cuando alquien quiera definir la defensa y la pasión por las tradiciones y el trabajo bien hecho bastará con enseñar una foto de ella.