El trío de ases de El Cabo

El director, Israel Espino, y los solistas Javier Hernández y Besay Pérez hacen balance de sus diez carnavales en la rondalla

Besay Pérez, Javier Hernández e Israel Espino, de izquierda a derecha.

Besay Pérez, Javier Hernández e Israel Espino, de izquierda a derecha. / I LOVE THE WORLD

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Israel Espino, Javier Hernández y Besay Pérez, director y solistas de El Cabo, hacen balance no sólo de este Carnaval que no ha acabado –por más que el maestro ya haya repartido al coro las partituras de las obras de Semana Santa y tenga puesta su ilusión en la misa que le ha compuesto Emilio Coello–, sino que analizan estos diez años que, de la mano, marcan la historia de esta formación.

Son conscientes de la responsabilidad que supone tomar el relevo a voces como Manolo Bello, Manolo Gándara, Santiago Reyes, Antonio Rodríguez, Francisco Flores, Argelio Bermúdez, Badel Albelo, Candelaria González... Por eso hablan sin petulancia pero sí con la responsabilidad de quienes se saben eslabones de una cadena que hace no sólo Carnaval sino lírica en general. Precisamente ahí estriba la clave del éxito, según sostiene su director.

En cuanto al primero de Interpretación y segundo de Solistas, el maestro Israel Espino prefiere hablar de música. «El primer premio deja un buen sabor de boca que te gratifica el trabajo desarrollado para montar con dignidad tres obras», mantiene, mientras Besay Pérez se muestra más exigente. «No estoy contento con el resultado, sí con el concurso, que fue más de trámite». ¿El por qué de esta reflexión de Besay? «Es antinatura preparar dos repertorios para sendos carnavales en menos de siete meses», que es el tiempo transcurrido entre las dos ediciones. Y eso ha acabado de pasar factura a todos, por la falta de descanso.

Ahora bien, Besay Pérez –que viene en una montaña rusa porque cuando gana un año el primero de solista ya sabe que a la edición edición no entra en el pódium (ha ocurrido en 2012, 2014, 2017, 2019 y 2022)– destaca el valor que supone las rondallas para el Carnaval. «No tuvimos excelencia musical, pero se tuvo dignidad, y hay que hablar con esa perspectiva», coincidente Besay e Israel, mientras el director desliza un... «ojalá todas las rondallas tuviéramos el mismo nivel», cuando se le pregunta por el escalón que existe en las puntuaciones del jurado entre las cuatro ganadoras de Interpretación y las otras tres restantes.

La historia contemporánea de El Cabo comienza con el desembarco en las filas de la rondalla de Israel Espino, que en 2001 había sido componente de Masa Coral Tinerfeña y en 2004 se puso al frente de la agrupación para dirigirla en las habaneras, Ya en 2005 se sumó a El Cabo y al año siguiente fue el director de cuerdas, para ponerse al frente de la rondalla que fundó Faustino Torres a partir de 2012.

Para Israel Espino, la clave era mantener la vida de la rondalla más allá del Carnaval, con encuentros corales, conciertos de la orquesta de pulso y púa... Coincidió que en 2012 se incorpora a El Cabo Besay Pérez, que entre 2001 y 2006 salió con la Peña del Lunes y en 2007, con San Gerardo. El espaldarazo a esta renovación llega en 2014, con el solista Javier Hernández, a quien su propio compañero Besay Pérez elogia por su trayectoria en premios en el concurso de rondallas. Logró el primero en 2015 y 2018, y lo presenta como el eterno segundo: 2017, 2019, 2022 y 2023.

La clave del éxito

Israel Espino se refiere a la fidelidad del equipo y de los componentes durante estos diez años, algo que Besay Pérez cree que El Cabo hizo suyo tomando como referencia la idiosincracia en el paso de El Orfeón, que se plasmó en dieciséis primeros premios de Interpretación, cuando el mano a mano era entre los lagunero y Gran Tinerfe y El Cabo aportaba la popularidad que demandaba el público del certamen.

Pero la clave está en no cerrar la rondalla en marzo para volver a abrirla en septiembre, sino mantener ensayos y una línea de trabajo. «De hecho, yo ya la cabeza la tengo en Semana Santa; ya le mandé las partituras de las obras a los miembros del coro», añade el maestro.

Aunque Besay Pérez, el niño de la Peña, nació en 1992, recuerda con memoria privilegiada momentos de los concursos de los últimos veinte años, tantos como ediciones lleva vinculado al Carnaval. Hasta cuatro escenario denuncian su experiencia en el mundo de las rondallas: el Pabellón de Deportes, la plaza de España, el Auditorio o el teatro Guimerá.

Con el peso de la responsabilidad que supone formar parte de la historia de El Cabo, Besay explica que la rondalla ya era referente cuando él, y esta generación, se sumó a las filas, si bien habla de la otra casa común que comparte con Israel Espino y Javier Hernández, el primero director de Los Sabandeños, y el segundo, solista de la preciada formación folclórica.

Javier Hernández, ganador del segundo de solista de esta edición que nació en 1983, admira la memoria de Besay, para destacar su alegría, además de los éxitos cosechados por El Cabo. El regreso a concurso del Orfeón La Paz y los logros de Valkirias, rondalla que dirige su hermano, Antonio. Tanto Javier como Antonio Hernández son pata negra del folclore y referente obligada de la agrupación Hespérides, de La Laguna.

Con ese humor socarrón, Israel Espino no pierde la vez para recordarle a Javier Hernández que fue El Cabo quien lo llamó para invitarlo a salir como solista, y no El Orfeón, le comenta entre risas.

También en la conversación desliza Besay Pérez que lo más importante en la vida de una rondalla no son los premios; tal vez se podría considerar que la afirmación tiene retranca, porque quedó en quinto puesto, fuera de los puestos del podium de solistas. Pero detalla su experiencia cuando recuerda que el mejor año vivido en las filas de la rondalla que preside Joe Socorro fue precisamente cuando lograron el accésit de Interpretación, y lo dice quien ha disfrutado ediciones en los que, como en junio, El Cabo lo ganó todo, salvo el Ritmo y Armonía (permítase la broma).

Israel Espino incide. «No importan los premios, sino la trascendencia en la sociedad», y ahí mantiene la supremacía El Cabo, admiten, para explicar que de cara al futuro «vamos a por más, porque si El Cabo no ha tocado techo, las rondallas tampoco y podemos seguir crecimiento». El reto principal: «ser un grupo que hace cultura no solo en Santa Cruz sino en Canarias y ser un referente coral». Ahí fija el objetivo Israel Espino.

El relevo generacional

Cuando se les pregunta si existe relevo generacional en la lírica, Besay Pérez se revuelve y hace suya una reflexión del maestro periodista y exalcalde lagunero Elfidio Alonso que recrimina que la pregunta se repita desde que venía el maestro Ibarbia como jurado al concurso de rondallas. «Está claro que no hay colas de jóvenes a las puertas de El Cabo para entrar», pero advierte el solista que el Carnaval se compone de diferentes género y las rondallas tienen su público determinado.

Israel Espino focaliza el problema que se vive no solo en la lírica sino en el mundo de la música en general, y por ende en el folclore: la falta de plectro como laude y bandurrias, a consecuencia de la exigencia media que se requiere para poder salir y tocar.

Javier Hernández incide en la alegría del regreso del Orfeón al concurso, porque no entendería un certamen sin su participación, para destacar la importancia de esta generación de rondalleros que le ha tocado acrecentar la historia no sólo en el Carnaval.

«Lo bueno es que somos amigos, no solo compañeros en El Cabo y en Los Sabandeños», ahonda Javier Hernández, de quien su compañero Besay elogia que es capaz de hacer obras exquisitas, como El Cabo, rondalla señera de Santa Cruz que escribe un nuevo capítulo del género en esta historia contemporánea.