So pena de caer pesado, se lo dije otra vez a Pipo El Pollo, que me ayudó anoche a limpiar mi cantina. Mañana debo entregar el local y quiero hacerlo como los chorros del oro. Esta edición veraniega ha sido un bombazo de participación, en la calle y en mi negocio, por el que pasaron cien mil personas, según la policía y seis millones, según mis estimaciones.

Tal ha sido el éxito cosechado, que cada vez son más las voces que piden que se repita una edición veraniega cada año; los últimos, los empresarios de Santa Cruz... ¡no, los bobos!. Me pregunto qué opinará al respecto el Puerto de la Cruz que celebra cada año su Carnaval de Verano y que aspira a ser también de interés turístico internacional. Con sus luces y sus sombras, esta edición ha dejado claro que nuestra fiesta está muy viva y que eso de que es el mejor de Europa, no es una frase manida. Cuando acabe de limpiar mi negocio, me daré un salto a la Plaza del Príncipe donde cada domingo por la mañana, se celebra otro Carnaval distinto: el más elegante, el más entrañable, en el que se da cita la Fufa para ofrecer su repertorio. Ayer, en la plaza del Príncipe, Los Fregolinos entonaron la versión más bonita de la obra maestra de Agustín Ramos y que, para muchos, es el auténtico himno del Carnaval; acto saboreado por resacados carnavaleros que, con gafas de sol aunque nublado, disfrutan de una mañana -ayer y hoy- con sabor a antaño. Yo lo llamo el otro Carnaval.

Y hoy, Ritmo y Armonía como colofón... y para casa; algunos satisfechos, otros desconsolados, estos quizás recordando aquel viejo Un, Dos, Tres en el que Don Cicuta ponía fin a la cosa con su: ¡Campana y se acabó!