Fuerte mosqueo tenía Tino El Batata porque anoche, acabado el concurso de murgas infantiles, había un grupo en la barra que estaba hablando sobre qué murguita le había gustado más. Como dice El Batata, ¡qué cursi nos hemos vuelto! ¿Cómo que murguitas? ¡Son murgas infantiles! Una murguita es una murga pequeña, igual que una galita es una gala pequeña.

Creo que El Batata tiene razón. ¿Quién habrá sido el que decidió poner la etiqueta en las redes sociales de murguitas o galita? ¿Acaso al primer tramo de la cabalgata anunciadora, en la que desfilan los niños, se llama cabalgatita? ¿O el coso infantil del sábado de piñata es un cosito? Las cosas se llaman por su nombre y una murga infantil, es una murga infantil, tenga los niños que tenga. En las murgas suena, incluso, peor que en la gala, al ver el hashtag «murguita» cuando luego ves que los primeros de la fila miden 1,75 y que a los niños, los más pequeños, los dejan de mascotas... ¡incluso los separan del micrófono! ¡Lamentable! El Batata dice que parece que me obsesiona el colectivo, pero es que creo que, de todos, es quien lleva una deriva más preocupante.

Mención aparte merecen las trompetas, especie en extinción a la que Félix Rodríguez de la Fuente le hubiese hecho un documental. Ya casi desaparecida del todo, la han sustituido por un cansino y aburrido «para papá, para papá» que, si yo fuera Irene Montero, lo denunciaría por falta de lenguaje inclusivo. Pero insisto, una murguita es una murga pequeña y una galita es una gala reducida. Si quieren dar más cariño a los niños, pasen por mi cantina que mis clientes tienen muchas ideas, pero, de no ser así, déjense de tonterías, de murguitas ni galitas.