La Asociación de Vecinos Luz y Vida, del barrio de El Toscal, promueve una recogida de firmas, a la que ya se han sumado Mamelucos, Círculo de Amistad XII de Enero, la Asociación de Diseñadores del Carnaval, la murga La Traviata y el Centro Juvenil Encuentro –entre otras instituciones–, que solicita al pleno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife la apertura de un expediente de honores que reconozca la trayectoria y aportación que desarrolló uno de sus vecinos insignes, Miguel Delgado Salas, conocido cariñosamente como Miguelito El Mudo, que falleció en abril del año 2019.

En la iniciativa vecinal, que solicita que la concejala de CC y vecina de El Toscal Puri Dávila sea la instructora del expediente de honores, se solicita que la capital tinerfeña salde una deuda histórica con Miguel Delgado, quien ya desde las segundas Fiestas de Invierno, en 1962, se disfrazó por primera vez hasta completar durante más de cuarenta años una variopinta colección de fantasías en las que siempre demostró su originalidad y exquisita confección, a lo que se suma los trajes de reinas que elaboró, así como para otros grupos.

Nacido en octubre de 1938, era el más pequeño de ocho hermanos, y el único varón, que combinó dos facetas dispares: Carnaval y religión. En el mundo de la máscara, fue pionero de las fantasías. Desde 1962, en las segundas Fiestas de Invierno, vestido de “Negro”, comenzó a participar con sensacionales disfraces, un desafío al vacío, en una obsesión por enmascarar el cuerpo: Adán y la serpiente, un caracol, un payaso a la pela de otro que tocaba un tambor o buda de diez brazos fueron algunas de las 27 fantasías con las que sorprendía en los concursos de disfraces y en la plaza de La Candelaria y la del Príncipe cada domingo y martes de Carnaval, según se recoge en el texto de la iniciativa vecinal que se registró el pasado día 9 de febrero en el Ayuntamiento.

“Cosido, bordado, no pegado”. Era su obsesión en la confección que le caracterizaba como uno de los mejores sastres de Santa Cruz, con su taller en una de las estancias de su casa, en el chicharrero barrio de El Toscal, donde convivió con su hermana Manuela, en la calle San Miguel; ahora sus vecinos reclaman un tributo que le inmortalice.