El director que canta con las manos
Israel Espino es el maestro del número conjunto de las rondallas en la gala de las guardianas

Israel Espino, al frente del ensayo del número conjunto de rondallas, el domingo en el Casino de Tenerife. / ANDRÉS GUTIÉRREZ
Humberto Gonar
Huye de grandilocuencias o protagonismos y mantiene la máxima de que los éxitos son el resultado del trabajo en equipo. Por encima del aliciente de desbancar al Orfeón de los primeros premios de Interpretación o instalarse en lo más alto del pódium, prefiere el ratito que está con su gente antes de subir a concursar.
No hay Carnaval pero en los hogares de centenares de componentes de los grupos que participan en los preparativos de los programas de televisión de cara a la semana del 3 al 7 de marzo la reflexión más escuchada es: “Dicen que este año no hay Carnaval y yo te veo más liado que nunca”.
Cinco de la tarde. A las puertas de la trasera del teatro Guimerá espera Israel Espino, el maestro del número conjunto de las rondallas para ultimar los preparativos de cara a la actuación que protagonizarán en la gala de las guardianas, también denominado Santa Cruz, corazón del Carnaval.
Nacido en la clínica Bencomo, en la chicharrera calle de San Lucas, Israel Espino comenzó en el Carnaval como componente de la murga infantil Mamelones, donde militó a finales de la década de los años ochenta, cuando cosechó dos dobletes de primeros en las tres ediciones que participó. A partir de ahí se dedicó a vivir el Carnaval como el común de los mortales, “disfrazado de señorita y de fiesta por ahí”, se ríe.
Atribuye a Manolo Bello su vínculo con las rondallas. En las que se estrenó en 1997 como solista en la formación lírica Anaga; y en 1999 salió con la agrupación lírica La Zarzuela, del maestro Salvador Rojas... “Tendrías que ver el respecto con el que me habla don Salvador... La verdad, no sé cuándo me lo gané yo”, apostilla con la admiración al máximo responsable de la formación que tiene su cuartel general en el Círculo de Amistad XII de Enero. Israel Espino se incorpora en 2000 y hasta el 2003 como miembro de la orquesta de pulso y púa de la Masa Coral Tinerfeña. Es curioso, en el diálogo con el maestro Espino eleva al grado de orquesta la formación de pulso y púa; habla con respeto y admiración.
En las fiestas de la Virgen del Carmen del 2003 se pone al frente de la rondalla en la que había participaron en el pulso y púa para sacar la habanera, logrando tan buen resultado que el histórico de la Masa Coral, Coriolano Pérez, le ofreció la dirección... pero no se atrevió tal vez porque el resultado de las habaneras temía que no se repitiera con el mismo éxito en el concurso de rondallas.
En 2004 se toma un año sabático para volver al género lírico de la mano de la Unión Artística El Cabo en 2005. Poco más de una semana antes del concurso Tony Vega, de la Peña del Lunes, comentó al presidente de El Cabo si le hacía falta un guitarra y lo invitaron a sumarse. Mientras desde la rondalla que fundó Faustino Torres la duda era si en una semana sería posible que se aprendiera las partituras, la incógnita de Israel Espino era si en una semana le iban a tener preparado el disfraz para subir al concurso.
En 2005 salí con El Cabo de componente, y ya en 2006, como director de pulso y púa, una responsabilidad que asumió hasta 2012, y a partir de esa edición se puso al frente de la rondalla, hasta la fecha. Israel Espino recuerda su formación en el grado medio de canto en el Conservatorio de Música de Santa Cruz de Tenerife, aunque no se dedicó a tocar la guitarra de forma profesional como tantas veces le insistió el profesor y también director de rondallas Fernando Hernández de León, sino que se formó en las cuerdas en la Escuela de Música Guillermo González, con sede en La Laguna.
Israel Espino, en las últimas semanas noticias por su ascenso a la dirección musical de Los Sabandeños –ascenso, porque ya era componente– dice con tanto humor como humillad que es un “usurpador” o un “amañado” de la guitarra. Cuando se le pregunta si se definiría como carnavalero, rondallero, murguero o folclorista... asegura que todo le queda grande y prefiera quedarse con: “músico”. En otra de sus reflexiones, asegura que “el Carnaval está en deuda con las rondallas, y con mucha gente que ha dedicado si tiempo libre; el Carnaval está en deuda con todo el que haya aportado o aporte un granito de arena”.
Sobre el papel que juegan las rondallas en la fiesta, frente al auge de otros concurso –como el de murga– o en los preparativos de la edición virtual, Israel Espino, como buen rondallero, piensa que la modalidad “debería estar más presente en todo”, y se ríe, sin incurrir en una visión romántica del género. Cuando se le pregunta si las rondallas están en un momento difícil o se les ha pasado el arroz, el director del número conjunto admite que “estamos al punto; como nos descuidemos se nos puede pasar”, por más que su incorporación al género haya contribuido a revitalizar la modalidad justo en un momento de esplendor marcado por formaciones como Mamel’s, Troveros de Nivaria y Valkirias. Mirando al ayer, asegura que “cuando escucho las grabaciones del boom de las rondallas no me quedo satisfecho del todo. Antes había más afición, pero no había tanta calidad. Eso sí, había una Masa Coral que tapaba todos los fallos”.
“Cuando veo los arreglos de Faustino Torres, que no tuvo estudios musicales de guitarra, con lo poco que sabía hacía sonar la orquesta de pulso y púa”.
Pero la clave, para Israel Espino, es el trabajo continuo, y eso se nota en la mejoría de las voces. En la actualidad, “estamos a falta de un pelín de juventud; lo ideal es el equilibrio de juventud y madurez en la rondalla”, afirma a riesgo de ser “brutalmente sincero”, y se ríe.
Cuando se le pregunta si está satisfecho por la evolución de El Cabo, si ha marcado un antes y un después con su incorporación, rehuye la respuesta. “Mira los premios en ocho años; algo bueno hemos tenido que hacer”, y se muestra satisfecho porque el Ayuntamiento de Candelaria le encargara a El Cabo que cantara la misa del pasado 2 de febrero, al margen de la agenda de conciertos de Semana Santa que ya tienen cerrados.
De nuevo, insiste y hace partícipe a los directores de todas las épocas de El Cabo: “El éxito no es trabajo de una persona, sino de un equipo, en El Cabo hicieron muchísimo Faustino Torres o Míriam Luz Fumero. Han mantenido al grupo en un nivel aceptablemente bueno. Puedo ser el mejor director que si el equipo no está contento, no sirve de nada; mido la aceptación por asistencia: en los ensayos que hemos hechos en El Cabo cuando se ha podido hemos tenido la participación del 98 por ciento de componentes”.
¿Qué le ha causado más satisfacción: desbancar a El Orfeón del primer premio o repetir máximos galardones? Lo tiene claro. Se queda con el ratito antes de subir a concursar cuando pronuncia su discurso de ánimo a los componentes, en el que siempre incluye un componente de orgullo y nostalgia. “Me quedo con la aficionada incondicional de El Cabo que no sabe el nombre de sus hijos pero sí recuerda cantar el pasacalle”, por más que defienda los piques sanos para superarse o respetar el fallo de los fallos del jurado.
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