El salón principal del Casino de Tenerife volvió a ser referente ayer en el Carnaval chicharrero para el ensayo del número conjunto de las rondallas. Primero, del pulso y púa; luego, con los solistas; eso sí, en medio de unas estrictas medidas de seguridad, poca asistencia de participantes y una configuración atípica por los casi dos meses de distancia entre unos y otros. Junto al placer su supone ver dirigir al maestro Israel Espino, resultó pletórica la intervención de Celso Albelo y Candelaria González, referentes de lo mejor de la lírica que saludaron con camaradería a los rondalleros, como ellos fueron en 2001 y 2005.

El salón principal del Casino de Tenerife acogió en la tarde de ayer el ensayo del número conjunto de las ocho rondallas con las que el director artístico del espectáculo Santa Cruz, corazón del Carnaval busca sorprender.

Sobre las seis de la tarde, la all star de las orquestas de pulso y púa se dieron cita en una de las sociedades señeras de la capital para afrontar el primer ensayo en la víspera, precisamente, de la grabación que se celebrará esta tarde en el recoleto aforo del teatro Guimerá. Durante más de una semana, primero con la dirección musical del equipo artístico, Francis Hernández, y luego de la mano del responsable musical del número, Israel Espino, los rondalleros han ensayado en su casa las tres obras seleccionadas y arregladas para el número de cuatro minutos y medio de duración que interpretarán en la gala de las guardianas del cetro que se emitirá el domingo 7 de marzo por Televisión Canaria y para todo el estado por TVE.

Más de una semana para llevar a feliz término la grabación de cuatro minutos y medio que dura el número con el objetivo de que “el público se sorprenda de la calidad de las rondallas y de la gente que participa en ella, además de presumir de la esencia de la fiesta”. Así lo define el director de la gala, Enrique Camacho, que junto a su subdirectora artística, Geni Afonso, y la mayoría del equipo siguieron como invitados de excepción los preparativos del número.

El salón principal se convirtió en un enorme salón de ensayo por donde se repartió la quincena de representantes del pulso y púa de las rondallas, separados entre sí con más de dos metros de distancia y todos con mascarilla. La imagen mostraba una configuración destartalada y distante; nada que ver con la presencia codo con codo a la que tienen acostumbradas las rondallas cuando se las visita en sus cuarteles de ensayo. Pero se prima la seguridad por la crisis sanitaria; de ahí que los miembros de la orquesta hayan desarrollado un trabajo en casa hasta que ayer, primer y único día, se reunieron para ver cómo funcionaba el puzle.

En la parte más próxima a las escaleras de salida del salón se colocaron el director artístico Francis Hernández y el responsable musical del número, Israel Espino. El primero, con una tablet en la mano con la que iba siguiendo el arreglo, mientras el director de la Unión Artística El Cabo y desde hace dos semanas de Los Sabandeños actuaba de traductor musical.

“Y un, dos, tres”, dijo Isra y aquello sonó como un CD. Pero para el exigente Israel Espino le falta entonación, exagerar. Aunque selecto, Isra se muestra campechano con la gente, y de ahí que sea fácil de entender. De un símil que parece más un chiste de Manolo Vieira es capaz de sacar una instrucción para la orquesta de pulso y púa. “Hay que ser exagerados en este compás. Yo soy exagerado y no me da con un bocadillo y me pido dos. Repetimos al compás. Gracias”.

Natalia, su bandurria incondicional en la UA El Cabo, miró por encima de la mascarilla a su maestro, con el que ha compartido horas de ensayo en el local de la calle de La Noria. De nuevo, “y un, dos, tres”... Nada. Al maestro Espino no le convenció: “Mejor antes”. “Hay que dar más sensación de pulso”. Y, de nuevo, “gracias”. Y es que el maestro de la rondalla que fundó Faustino Torres tiene la elegancia de marcar las entradas y salidas o cortar a la rondalla con un simple “gracias”, que en realidad muchas veces lo que muestra es su disconformidad con el resultado, cuando lo que quiere decir es: “así no, vamos a empezar que no se han enterado de lo que digo”. Él lo resume en: “gracias”, y el pulso y púa lo interpreta con la misma sutileza que la partitura.

Desde la zona del salón más próxima a las cristaleras que dan a la plaza de la Candelaria, permanecían impávidos los miembros del equipo de dirección de Camacho, con una Geni Afonso totalmente entregada y admirada. Sonaba bien a todos menos a Isra. “Gracias. Vamos a exagerar lo posible”. Y mira a la izquierda y derecha, como si se encontrara ante un cruce sin semáforo, y dice: “Iba a decir vamos a exagerar el rollo pero no me parece correcto. Gracias”.

De nuevo repiten el compás 49 del Brindis de La Traviata, mientras las estatuas que presidían el salón parecía marcar el compás sobre su peana. Del 49, al 115. “Gracias”. Ahora “pianísimo”, pero con un vigor que marca con sus manos como quien intenta levantar el techo del salón principal del Casino y colgar la música de las lámparas.

“Gracias”. Isra habla en segunda persona del singular aunque delante tiene a una quincena de componentes de rondallas. Pero él se dirige a ti, y te cuenta que el compás 115 lo quiere fuerte. “Gracias”. “Crecemos, crecemos”. Vamos a 134. De nuevo otro salto. “Gracias. “No oigo de más a menos, sino siempre más”, corrige.

El maestro dirige la all star del pulso y púa con la misma destreza de quien dirige la maniobra para aparcar un coche. “Lo normal es que el solista, en el compás 142, se detenga un poquito. Vamos al 145. No, al 142, para disfrutar. Gracias”. “Repetimos y los dejo cinco minutos de descanso”. Y cinco minutos fueron. Cuando se incorporaron los músicos del pulso y púa, ya habían llegado Celso Albelo, ganador del primero premio de solistas con el Orfeón en 2001 –que ahora se codea con los grandes de la lírica por los escenarios más importantes del mundo– y Candelaria González, ganadora de solista con El Cabo en 1992. También había entrado el concejal de Fiestas, Alfonso Cabello, a quien el director de la gala puso delante del grupo para dedicarle unas palabras. “No sé si ustedes pensaron que iban a estar un Domingo de Carnaval o un día de los enamorados ensayando como hoy; Carnaval y amor tiene una íntima relación”, dijo Cabello.

Y continuó el ensayo, de principio a fin. Ni hizo falta dar la entrada a los solistas, que, a la primera, se acoplaron con la misma destreza de quien lleva meses ensayando. Desde el lateral, el concejal Cabello se rompió. “Esto es impresionante”; o lo cogieron con las defensas bajas o se emocionó. Un segundo ensayo y, de nuevo, “gracias”. Israel Espino daba la bendición al pulso y púa con la advertencia de garantizar hoy la afinación para seguir con los solistas de un número que promete despertar pasiones y alimentar el orgullo del Carnaval chicharrero por sus rondallas. Gracias.

Una quincena de solistas, a una

Una quincena de solistas de diferentes épocas del certamen de rondallas participan en el número lírico que ha generado grandes expectativas entre los incondicionales de este género tradicional de la fiesta. Entre los participantes, Luis Giner Alonso, así como Eliseo Pérez, Joaquín González Ramos o José González, así como Badel Albelo o Desireé López Jal-Ladi, Vicky López Sosa, Cristina González Luis, Elena González Torres, María Elizabeth García Pérez, Gara Fierro o Candelaria Cabrera. Junto a intervenciones puntuales, el ensayo de ayer resultó pletórica su intervención en La Traviata, una de las obras seleccionadas. Como soportales de la selección, bajo la dirección del productor artístico Francis Hernández y el montaje musical y dirección, Israel Espino, las voces de Celso Albelo, Candelaria González y Pancho Corujo. Tal vez se echa de menos la presencia de clásicos como Argelio Bermúdez y Manolo Gándara, o solistas más recientes y laureados como Javier Hernández o Besay Pérez, si bien se ha buscado que tanto en la orquesta del pulso y púa como en los solistas todas las rondallas estén presentes.