Una decena de paranoicos están asaltando los escenarios del Archipiélago en estos días de Carnaval. Son aquellos que siempre van con la mosca detrás de la oreja, aquellos que ven un complot contra la humanidad en todo aquello que les rodea, no dudan a la hora de declararse antivacunas, terraplanistas y hasta negar la existencia del Covid-19, pues este sería una simple invención de las élites para poder tener manipulada a la población. El nuevo orden mundial, lo llaman algunos. Pero, esta decena de charlatanes no han venido para crispar al público, más bien para hacerles reír. Ellos son la Chirimurga del Timple o, mejor dicho, de la conspiración.

Hace ya seis años que un grupo de cantautores isleños decidieron fusionar el estilo de las chirigotas gaditanas con el de las murgas autóctonas. Algunas voces discordantes con los experimentos pusieron en tela de juicio tal invento, pero lo cierto es que el público les aplaudió y los acogió en muy poco tiempo. La Chirimurga ha subido a los escenarios cada año con un personaje diferente, y en esta ocasión, pandemia mediante, no han querido perderse el Carnaval. A pesar de la ausencia de cabalgatas, concursos y fiestas el espíritu siempre hay que mantenerlo y en esas andan. El pasado domingo presentaron su nuevo espectáculo: Los Paranoicos. Una actuación que repetirán en teatros y salas del Archipiélago en las próximas semanas, siempre con el lema de “la cultura es segura” por delante.

La Chirimurga actuará el domingo, 14 de febrero, en Los Realejos

“Nuestro disfraz es una crítica a la actualidad, una sátira de los negacionistas o los antivacunas”, señala Ardiel Zaya, cantautor y uno de los fundadores de este espectáculo cómico. “La idea era darle una vuelta de tuerca a los que tienen esta actitud y poner un toque de humor a todo lo que estamos viviendo con la pandemia”, explica detalladamente. Y es que, en definitiva, Los Paranoicos no es otra cosa que una “ridiculización del personaje”, de aquellos frikis, como los califica Zaya, que inundan las redes sociales con bulos y conspiraciones varias.

Con solo ver el atuendo escogido por la chirimurga no cabe duda alguna. Cada uno de los miembros del grupo lleva sobre la cabeza un gorro de aluminio -clara inspiración en ciertas películas de extraterrestres, pues así piensan que no serán abducidos por alguna nave espacial-. Un particular tocado adornado con unos complementos que están a la última. Por un lado un retrovisor, “para poder ver a tus espaldas, porque no nos fiamos de nada”, indica Zaya; al otro, una mosca, aquella que siempre está detrás de la oreja.

Una túnica de Jedi -el personaje de la saga Star Wars-, “porque somos unos frikis”, viste el disfraz. Sin olvidar, claro está, una camiseta en la que no podían faltar, serigrafías mediante, las caras de Donald Trump -líder mundial de las conspiraciones políticas- y del cantante Miguel Bosé -cabecilla conspiranoico de los negacionistas del coronavirus-. Por último, el complemento que no podía faltar; los integrantes del grupo que no tocan instrumentos llevan una batuta coronada por una mano de plástico, “la mano que mueve los hilos del mundo”, aclara Zaya.

Fanáticos de los ovnis y el terraplanismo, los paranoicos de la Chirimurga van de cara. “Siempre hemos jugado con la ambigüedad del personaje, pero en esta ocasión somos claros”, apunta Zaya, quien en su caso vuelve al espectáculo tras un año de parón. En total, el grupo cómico está formado en esta edición carnavalera por los artistas Víctor LemesLuis QuintanaLuis DariasRubén Rodríguez, José Raposo, Félix Aguilar, Gerardo Suárez, Abraham Chodo, Ángel Tovar y Ardiel Zaya.

“Queremos ser una válvula de escape ante la situación que estamos viviendo”, explica el cantautor, “y al mismo tiempo mantener viva la esencia del espectáculo aunque no podamos salir a la calle para evitar aglomeraciones, porque el Carnaval se lleva dentro”, destaca. Para hacer todo esto realidad llevan desde el 10 de septiembre ensayando “dos o tres veces por semana” en el local que el Ayuntamiento capitalino les ha cedido en el Manuel Lois, cuartel general de la fiesta en la ciudad. Unos ensayos que han podido hacerse realidad gracias a un protocolo de seguridad que presentaron entonces a Sanidad. En estos respetan las distancias y permanecen con las mascarillas puestas en todo momento; “nos hemos cuidado”, apostilla Zaya.

Tras su debut en el Auditorio Alfredo Kraus el pasado domingo, les tocará viajar este jueves a La Palma, donde volverán a repetir su paranoico espectáculo en el Teatro Circo Marte de Santa Cruz de La Palma. El público podrá verles sucesivamente el 13 de febrero en Agüimes, como parte del calendario carnavalero 2021; el 14 en la localidad tinerfeña de Los Realejos, donde las entradas ya están agotadas; el 19 en el auditorio de Teror -ídem de lo mismo-; el 20 en el municipio gomero de Vallehermoso; y el 27 de marzo en Tejeda. Eso sin contar con fechas que aún están por confirmar, precisa Zaya. Y es que prometen agitar la mano que mueve los hilos del mundo por todo el Archipiélago.

El pasado año la pandemia irrumpió en plena gira carnavalesca. Lograron salvar sus espectáculos en las fiestas de la capital grancanaria, pero no así en las de otras localidades de las Islas. “Llegamos a cancelar hasta 15 bolos de los que teníamos programados”, explica Zaya. “En los días previos a la declaración del Estado de alarma [el 14 de marzo] teníamos actuaciones en Lanzarote y Fuerteventura y no pudieron ser”, añade.

En las dos últimas ediciones del espectáculo lograron viajar a una de las cumbres del Carnaval: Cádiz. “La respuesta de la gente allá ha sido brutal, la segunda vez que fuimos algunos nos reconocieron y decían aquello de mira, son los de la chirigota canaria”, señala Zaya. La Chirimurga del Timple nació precisamente con la vocación de fusionar los estilos carnavaleros de ambas orillas y, además, devolver a las calles la esencia de la fiesta. “Era algo que se estaba perdiendo, pero ha sido un logro que los grupos hayan vuelto a salir a la calle a hacer actuaciones”, explica el cantautor, pues hay murgas de la capital grancanaria que han seguido su ejemplo y han vuelto a tocar en la vía pública “como ocurría en los 70”.

Mientras tanto, tocará disfrutar de la chirimurga y sus componentes paranoicos en los escenarios. “El mensaje que queremos transmitir es que se puede vivir el Carnaval sin hacer fiestas”, apunta Zaya. “Lo importante es ponerse la peluca y no hacer el cafre”, resalta. Y es que para vivir las carnestolendas no es necesario emborracharse y saltarse las medidas de seguridad sanitaria. Basta con mandarse unas plumas, unas lentejuelas, pasear al perro con tu mejor disfraz o disfrutar de las canciones con las letras más satíricas y cómicas de la chirimurga en alguno de los teatros o auditorios de las Islas; un espectáculo que en este ocasión llega con una temática de rabiosa actualidad pandémica.