Como si de un cuento se tratara, el Capitán Garfio parece haberse disfrazado de virus malvado para evitar a los veteranos de las murgas infantiles del Carnaval cerrar su paso por la modalidad en el escenario al que muchos subieron por primera vez en carrito y ahora ya están a las puertas de la Universidad. 

La primera actuación con una murga, cuando se es niño, muchas veces ni siquiera permanece en los recuerdos. Pero sí la última. Esos acordes finales entonados de la tarima, el redoble de la percusión que marca el término de una era y el corte del director que hace que, por extraño que parezca, se mezclen dos sentimientos tan contradictorios como la alegría y la tristeza. Y entonces se llora tanto de felicidad como de pena.

Ese preciso momento en el que un murguero acaba su etapa en el grupo infantil ha sido robado este año a los que cumplen en 2021 los 18 años. Su despedida debía ser sobre el escenario, pero un Capitán Garfio disfrazado de virus malvado les ha dejado sin la oportunidad. No podrán volver a su particular País de Nunca Jamás en el que son felices, con el logo de su murga pintado en la pared y una trompeta en el suelo esperando a ser usada. Son niños perdidos. Más bien adolescentes a los que la pandemia les ha provocado un deseo: ser como Peter Pan. Su vida de pequeños payasos termina en una edición virtual del Carnaval.

Sin la magia de Campanilla, toda una generación de murgueros ya ha dicho adiós a la cantera sin saberlo. Pero en su afán de seguir siendo niños, o quizá porque al final ganarán al Capitán, lo hacen con la promesa de seguir en las murgas en la que crecieron. Aunque sea en la cuarta fila.

Como si fuera un oasis de Carnaval, el equipo de dirección de Enrique Camacho se ha inventado la murga infantil virtual en consonancia con las características de esta edición. El objetivo: que uno o dos niños de cada grupo de la cantera forme esa murga de todos” que interpretará una canción de unos dos minutos en el espectáculo Santa Cruz, corazón del Carnaval  (la gala de las guardianas) que se retransmitirá el domingo 7 de marzo.

En esa murga infantil virtual que dirige Lolo Tavío participan algunos niños que este año cumplen 18 años, edad máxima de participación. Son los miembros de la generación a la que el Covid le ha robado su despedida como componentes de la cantera, si Fiestas no lo evita de cara a 2022.

Claudia Suárez Gil, de Sofocados.

Nacida el 9 de marzo de 2003, Claudia milita en la murga infantil de María Jiménez desde 2017, donde se estrenó en el Carnaval como componente de la cantera. “Es una pena darse cuenta de que hemos pasado nuestro último año en murgas infantiles in saberlo, pero estoy segura de que hemos disfrutado muchísimo esta etapa”. De cara al futuro, Claudia quiere seguir comprometida en el proyecto que un día fundó Jesús Tosco El Compi, padre de Paola Tosco, que lleva la dirección de Sofocados. “Ayudaré a mi murga aunque no esté en fila porque la considero mi segunda familia; allí he vivido momentos inolvidables”, destaca.

Ainara Bethencourt, de Sofocados. El Día

Ainara Bethencourt Martín (Sofocados).

Empezó en Sofocados en 2011, donde siempre ha militado. Nacida el 30 de abril de 2003, explica que “esta situación me parece muy triste ya que es mi último año en las murgas infantiles y no voy a poder disfrutar junto a mis compañeros”. Ainara admite que, además de seguir colaborando con su formación infantil, le gustaría salir con una murga adulta el próximo año, si el Covid lo permite. “Pero siempre estaré ayudando en todo momento a Sofocados”, insiste. Tanto Claudia como Ainara representan a Sofocados en la murga infantil virtual.

Carla Vera, de Lenguas Largas. El Día

Carla Vera Rodríguez, de Lenguas Largas.

Antes de murguera infantil, Carla –nacida el 17 de diciembre de 2002– fue componente del grupo coreográfico Los Bohemios, aunque no oculta su anhelos desde pequeña de participar en Mamelones, algo a lo que se resistía su madre. El año que Lenguas Largas sacó una caja de payaso (2016), hacía falta componentes: “Convencí a mi madre y en dos días me aprendí todas las canciones y salí con ellos”. A la vez también participó en Rebeldes, también para suplir la ausencia de componentes, hasta que hizo un alto en Lenguas Largas, hace dos años, cuando estuvo al frente del montaje musical Romén Soriano, y solo centró sus esfuerzos en la decana de las murgas infantiles, Rebeldes, de Paco Cortés, para regresar más tarde a Lenguas Largas. Gracias a su destreza con las redes sociales, Carla mantiene vive la murga todo el año.

Valeria Vera, directora de Tiralengüines, de Icod. El Día

Valeria Vera, directora de Tiralengüines (Icod de los Vinos).

Para Valeria Vera, su vida es sinónimo de Carnaval. “Desde que nací, siempre he vivido en febrero”.

Nacida el 3 de julio de 2003, Valeria es hija de José Antonio Vera, director y fundador de Tiralenguas, murga adulta de Icod de los Vinos. “He tenido un buen espejo en el que mirarme, observando cada paso que daba siendo yo su sombra”. Admite que su padre “ha sido el culpable de que ame el Carnaval de esta manera”. “Tengo cada disfraz de Tiralenguas, que me hacían como el de mi padre. Empecé de mascota junto con todos los hermanos murgueros que siempre me mimaron y acompañaban en cada actuación”, cuenta.

“Continué formando parte de la murga infantil Risiloquitos, y más adelante me ofrecieron la oportunidad de poder dirigir lo que ahora es mi tesoro más preciado. Mis niños. Desde 2016 llevo embarcada en esta aventura, forjando y consolidando un grupo de locos bajitos. Se funda Tiralengüines. Experimentando y adquiriendo nuevas responsabilidades al encontrarse al frente. Nuevas experiencias, pero tenía un buen maestro. Sabía que era lo mío. Estaba en mi salsa. Hasta el día de hoy, lamentablemente celebrando mi último año en las infantiles de esta manera, especial e irrepetible”, añade Valeria Vera.

“Me cuesta no vivir el Carnaval de la misma manera que mi padre me enseñó desde que estaba en la barriga de mi madre. Aunque eso se lleva dentro, y es muy difícil poder explicarlo. Estoy segura que volveremos y de la mejor manera. Con muchas ganas e ilusión”, confía esta murguera de cuna.

Más allá de que Valeria deje entrever su fin de ciclo al frente de la dirección de Tiralengüines, cabe recordar que los responsables artísticos no están sujetos en las murgas infantiles de Santa Cruz a la edad máxima de 18; un ejemplo, Óliver Yanes, de Pita-Pitos, que casado y con hijos, se suma a la murga virtual de la cantera predicando pasión por esta modalidad.

Valeria piensa en clave murguera y afronta ya en 2022, donde desvela su sueño: salir en las filas de la murga Triquikonas.

Ainhoa González, de Retorciditos. El Día

Ainhoa González González, de Retorciditos.

Con solo siete años se apuntó por primera vez en Retorciditos, fundada por Fran Conde, que tiene su cuartel de ensayo en Granadilla, donde desde el primer día se sintió como en casa. Ha hecho realidad su sueño: acabar su etapa en infantiles de la misma forma que empezó, con Retorciditos. “Nunca hubiera imaginado, ni en mis peores sueños, la situación que vivimos y que me tendría que quedar con las ganas de cantar en febrero.

Nacida el 2 de octubre de 2003, su mayor ilusión era cerrar su etapa junto a sus compañeros y por todo lo alto. “No se ha podido, pero yo los llevaré siempre conmigo”. Ainhoa se ve el próximo año en la adulta Klandestinas, “murgueras que año tras año se superan, manteniendo su esencia; desde que las conocí sabía donde quería ir de mayor”.

Zulay Gutiérrez Marrero, de Rebobinados.

Siempre quiso estar en murgas infantiles y justo el año que se decide a dar el paso, Rebobinados se toma un año sabático –2019–. Nacida el 3 de enero de 2004, Zulay aprovechó la llamada telefónica que le hizo con el paso del tiempo una amiga para sumarse a la nueva etapa del proyecto que lidera Romén Soriano, y hasta admite los nervios que pasó porque, por fin, “podía unirme a lo que tanto deseaba”. Cuariosamente, su amiga, por la edad, no se pudo inscribir, y Zulay siguió para adelante en Rebobinados, donde “me permitía desconecta del resto de mi vida, los estudios y conoce gente nueva y otro ambiente”.

De la ilusión, a la realidad, el esfuerzo que supone ir casi a diario a ensayar, estén o no en vacaciones en el instituto, lo que dificulta compaginar la actividad académica con el hobby de la murga... “Pero merece la pena”, sentencia. “La sensación de subir por esa famosa rampa hace que se nos olvide por completo todo lo malo y que solo nos centremos en disfrutar cada momento allí arriba; eso sí, con los nervios a flor de piel”, admite.

Este sería su segundo Carnaval en murgas; el primero, en Rebobinados, el segundo, de forma virtual, y esperando para dar el salto a las adultas, porque “la murga es una ilusión que, una vez conoces, quieres seguir muchos años más”.

La "generación 2003" de la murga infantil Chinchositos. Andrés Gutiérrez

Relevo en las filas de Chinchositos

Cristina Marichal, presidenta de Chichositos –fundada en 1987– abre el local casi por primera vez tras el confinamiento para citar a los cinco niños de 18 años que cerraban esta edición su paso por las murgas. Erick Santos Martínez, de Los Gladiolos, lleva casi toda su vida en Carricitos –quince años– y cuatro en Chinchositos. Estudia bachillerato para realizar Magisterio de Primaria. Ángel Crisóstomo Rodríguez, de la zona del Pancho Camurria, comenzó con 4 años en El Cabito y llega cinco en Chinchositos; cursa bachillerato y el niño más alto de la murga aspira a ser policía. Joao Soárez de Olveira, nacido en Brasil y que llegó a Tenerife con 3 años. Vecino de Los Verodes milita en Chinchositos hace cuatro ediciones y cursa ciclo superior de Jardinería. En las filas hace tres años, Lucía González Hernández, de El Rocío, árbitro de fútbol que cursa bachillerato y aspira a ser psicóloga. Cumple 18 años Ainoa Curbelo Díaz, de El Sobradillo, que salió una edición y el Covid le robó la despedida en 2021.