A primera hora de la tarde del lunes 26 de octubre falleció Esteban Reyes Melián, uno de los pioneros de las comparsas del Carnaval de Tenerife, primero como componente de Los Rumberos, de la mano de Manolo Monzón, y luego cuando fundó su propia formación de cuerpo de baile y parranda, Los Brasileiros, según confirmó una de sus hijas. La semana pasada sufrió un ictus que se le complió, hasta el fatal desenlace.

Esteban Reyes era uno de los grandes promotores de las fiestas. Se le encontraba tanto en el Carnaval como en el concurso de comidas típicas de la capital tinerfeña, en donde fue también uno de los baluartes, o cuando se decidió sacar el Paseo Romero de Santa Cruz de Tenerife en honor a San Telmo.

A continuación se reproduce un reportaje que publicó EL DÍA en marzo de hace tres años.

Lo que pudo ser una obligación, se convirtió en un hobby para Esteban Reyes Melián. Siendo el mayor de cinco hermanos, desde los doce años se encargaba de tener preparada la comida a sus padres (que trabajaban, él en el puerto y su madre en una fábrica de tabaco) y a sus hermanos. Encontró así una de sus pasiones, que le valió que la exconcejala de Fiestas de Santa Cruz Ana Oramas lo enviara a un encuentro culinario en Valladolid.

Nacido el 28 de mayo de 1938, recuerdaba entonces que ya desde los 12 años comenzó a trabajar en la Sociedad Cuatro Torres y ayudaba en baile. Con 16 años ya se vestía de Carnaval. «Los bailes estaban prohibidos. Y se celebraron en el Cuatro Torres en 1954, y allí fui con una bata de franela de las que usaban las mujeres para dentro de casa; tapado, con guantes y todo», contaba Esteban Reyes. «Luego seguí saliendo con un grupo en la calle el Humo, que nos hacíamos la ropa nosotros y después fue cuando Manolo (Monzón) me habló de la comparsa».

Esteban Reyes nació en El Palacio, una ciudadela grande que estaba donde hoy se localiza el TEA, antes de estar construido el puente Serrador, sin estar la recova inaugurada. Luego se mudó a San Sebastián número 38, a una casa de dos plantas: plaza San Sebastián, la calle del Humo, San Telmo, La Noria, el barranco. «Ese fue el barrio que me vio nacer y me vio crecer hasta que nos echaron de ahí», se lamenta. Se trasladó a Santa Clara y más tarde, a La Salud, y allí se casó, en 1970.

«Tanto Manolo como yo trabajábamos en el mercado; éramos amigos del barrio de toda la vida. Él nació en la calle Mejías y yo en San Sebastián. Nuestras familias están medio emparentadas, a ellos les decían Los Aburriones y a la mía, Los Burros, todos teníamos apodo». «Cuando vino de Venezuela, me dijo de salir con él, pero inicialmente le dije que no porque yo salía con un grupo por Santa Cruz, con sandungas, maracas y panderetas€ íbamos todos tapados y salíamos desde las doce del mediodía. Teníamos las casas a dónde ir: íbamos a la casa de Chago Ledesma, en Los Llanos, y vaciábamos una caja de galletas que nos ponían llenas de pasteles laguneros», recordaba en el reportaje publicado por EL DÍA.

«Primero le dije a Manolo que no, pero luego no sé qué pasó que fui a hablar con él y le dije que sí salía. Y formamos la comparsa. Manolo fue quien tuvo la idea, y con él la fundamos Ignacio Vázquez Báez (que años después creó Danzarines Canarios) y un servidor (que sacó Brasileiros). «Comenzamos a ensayar en la Recova, y después fuimos a La Salud, donde hoy está el bar Rumberos». «El primer año de Rumberos fue en 1966 y estuve saliendo con ellos cinco años», explicó. «En 1965 era una parranda de amigos; en 1966 se formó la comparsa».

«Me marché un año de Rumberos porque me mosquee. Yo era el que montaba los bailes; se bailaba con un pito en la calle. Había un poquito de dictadura y me fui porque quería que cambiaran un poco las cosas. Sin embargo, salí ese año y al siguiente ya me marché». «En 1970 comenzamos a ensayar nosotros (Brasileiros) en la piscina municipal, hasta que nos dieron una casa en la calle San Carlos, frente al hospital, donde San Telmo mismo». Hasta llegar a su actual sede en La Salud vivió una odisea.

«Este año (2017) íbamos a salir, pero al final se acumularon los problemas. Pero ya tengo preparadas las tres cuartas partes del traje para el próximo año, con un diseño como siempre de Luis Dávila; ya mañana voy a su casa», recordó entonces.

Esteban salió cinco años Rumberos y el resto, más de medio siglo, en Brasileiros.

Promotor de la reapertura de la ermita de San Telmo, recordaba que siempre fue un sacrificio el Carnaval: «Trabajé de todo; de peón de mercado y estuve 25 años como carnicero en el supermercado San Antonio, en El Toscal».

«Lo más bonito del Carnaval es el Ritmo y Armonía, con todo mi respeto a las murgas. Las murgas de hoy no tienen gracia, ya no son sino voces, corales; las voces se las tenían que dejar para las rondallas. Antes te hacía gracia la doble intención. Deberían potenciar las comparsas».

También era crítico con las comparsas que fundó con Monzón. «Se han profesionalizado. Se ha ido perdiendo la esencia; ya no son bailes, sino tablas de gimnasia. Veo las comparsas y no son como antes, van corriendo por todo el escenario€ Recuerdo cuando las chicas bailaban y lo hacían con todo el traje, sin tanto cambio. Cuando ganábamos, íbamos al año siguiente a la gala. Una vez la gente se estaba marchando y entramos nosotros entre el público con un traje, que era de las primeras lentejuelas que se trajeron. Y todos se volvieron a sentar». Cuando se le pregunta si se le puede considerar como el primer coreógrafo de comparsas, admite que «toda la vida me ha gustado un baile; me corría los bailes de la Masa Coral, el Iberia, el Parque Recreativos, El Frontón€ Nunca fui coreógrafo, solo que marcaba los cuatro pasos que se hacían por la calle; no era como ahora. Estando en Rumberos, entró Vicente Cruz, que luego fundó Cariocas. Manolo me dijo que yo me pusiera a cantar y Vicente, a bailar. Y le dije que si hacía eso yo me iba (se ríe). Yo bailaba y montaba». Emocionado, agradeció el homenaje que le rindió en 2017 Mamelucos, con un vídeo que muestra su vida y al que sumó ese mismo año otro tributo, el segundo trofeo Artesano Maestro Enrique, que otorga la hija del director-fundador de la Fufa.

El pasado mes de septiembre de 2020, cuando no pudieron celebrarse las fiestas de Regla por las medidas sanitarias decretadas por el confinamiento, Esteban Reyes, uno de los soportales de San Telmo y el barrio de El Cabo, recordaba cómo eran aquella ciudad en la que nació y se crió.

Desde su local de ensayo de la comparsa Los Brasileiros, en el barrio de La Salud, Esteban Reyes alternaba los preparativos de las próximas Fiestas de Mayo (pensando en 2021) -si hay, "porque no creo que haya Carnaval", dijo entonces-, con una conversación fluida sobre infancia que lo traslada a Los Llanos, un barrio que estaba formado por las familias que vivían en las calles de San Sebastián, El Humo -donde estaba el chorro del agua, cerca de donde se localiza hoy la puerta de entrada al instituto Bernabé Rodríguez-, Mejías, San Carlos, San Telmo y la llamada Cañón Curvo, así como el mercado Nuestra Señora de África y la calle Hernández Afonso, incluyendo La Noria

Era un barrio de ciudadelas, como la disposición del Toscal. Esteban Reyes rememoraba que nación antes antes de que se inaugurara el puente Serrador, que se hizo en 1944, asegura con rotundidad el que archiconocido carnicero del Supermercado San Antonio. "Comencé a trabajar con doce años de botones en la asociación de vecinos Cuatro Torres, allí se hacía funciones de mañana y de tarde", "cobraba 200 pesetas al mes".

El Cabo, según Esteban Reyes

Junto a La Recova, uno de los altares de interés de Los Llanos era la ermita de San Telmo, antes de que se hiciera la autopista, o el cuartel San Carlos, así como el camino de Encima -como le llamaban- que estaba la fábrica de gas, o el campo de Cho Vita, donde entrenaban el Regla y el Real Unión, o el Lazareto, donde se localiza en la actualidad el Palmetum, y al lado estaba el matadero. Contaba Esteban Reyes que de chico se iba a bañar a la playa de Regla, donde hoy está el Parque Marítimo César Manrique, y cuando había matanza la sangre de los animales caía por la calle como un río. "Si te tropezabas en el agua con una tripa no pasaba nada, sino que te seguías bañando", cuenta. "Y el que tenía un caldero de lentejas lo llevaba a la fiesta el día de San Juan". Junto al barrio estaba la ciudadela La Portada, detrás de la calle de El Humo, o la finca de Señor Pancho.

Junto a la familia conocida como Las Morenas, en Los Llanos se daban cita personajes del antiguo Santa Cruz: Pedrín, que era vecino de El Toscal; El Guarapo, El Chileno, Carmencita La Reunida o La Chata, el poeta Benancero, Lorenzo La Petuda inseparable de su cachimba, o José Peíto, que acostumbraba pedir por fuera del Mercado Nuestra Señora de África.

Aquí y en San Telmo se celebraban las mejores fiestas de entonces, "y te lo digo yo que soy de la quinta de La Mellada", precisó entonces Esteban Reyes en referencia a una mujer "de ambiente o de la vida", como se refiere que acabó viviendo en una cueva de Valleseco.

Este inquieto carnavalero evocaba su compla en el día de la fiesta popular: "Tres patrones tiene El Cabo/que todo el barrio venera/San Telmo, San Sebastián, y nuestra Virgen de Regla".