En pleno confinamiento, Carlos Estévanez, Óscar Gómez, Itiel Delgado y Osquita Pérez decidieron echar a andar su primer proyecto propio y en común: crear una murga, una vez Ni Pico-Ni Corto oficializó la decisión de acometer una renovación. No estuvieron solos, pues en su afán de buscar compañeros de batalla encontraron a un grupo de amigos que aglutinaba Santi Martín, que militó en Ni Pico y en Triquis. Fueron los primeros pasos, virtuales, de una murga a la que solo había que buscar un nombre, pues desde sus primeros pasos contaba con director artístico, el propio Carlos Estévanez; responsable musical, Óscar Gómez, y letrista, Nino Bello, que siguió los pasos de la formación de El Toscal "nacida allá por el 73".

A través del grupo de whatsapp comenzaron la búsqueda de un nombre. Pretendían desde uno cacofónico, que tuviera fuerza al pronunciarse, a la posibilidad de rescatar alguno con solera de Carnaval, tipo Lengüines o Parlanchines, a sabiendas de que podría estar registrado y habría que contar con la correspondiente autorización de sus propietarios. Pusieron fecha para la elección. "Llegó la hora", dijo uno en el grupo de whatsapp, y otro respondió: "de La Sonora". Y La Sonora se quedó, curiosamente un guiño a la historia de las murgas, pues entre 1974 y 1976 participó en Santa Cruz una formación crítica que llegó desde el municipio de Tacoronte.

Frente a la baja de La Traviata, por temor al contagio del Covid-19, el alta de La Sonora, que emprende un proyecto nuevo "porque la vida sigue y estamos preparando esta murga para el próximo Carnaval, ya sea en 2021, 2022 o cuando las autoridades sanitarias lo permitan". Es una terapia de grupo y contagia alegría el soñar con salir a la calle -dicen- y, en especial, aplican la filosofía que caracteriza a Carlos Estévanez, uno de los mentores del proyecto, que evita asumir el protagonismo, enemigo del "yoísmo" y defensor del "cooperativismo".

"Tenemos nuestro estilo y nuestra forma de ser particular; no es que sea un estilo nuevo, pero sí es el nuestro", con el sello de las letras de Nino Bello, el autor de Tiralenguas que recaló en Ni Pico y en su resurrección les dio un tercer premio de Interpretación. Estévanez, que se inició en murgas adultas sin pasar por la cantera, cuenta ya 22 carnavales: 16 en Trabas (se sumó al segundo año de la fundación y permaneció trece en fila antes de llegar a la dirección los últimos tres) y seis en Ni Pico.

"Nuestra filosofía es un grupo fuerte, estable y que dé cabida a diferentes formas de pensar, desde el respeto, la tolerancia y el buen ambiente; que se disfrute, más allá del resultado que se obtenga en un concurso. No se puede depender sólo del resultado del certamen porque si no ganas te quedas vacío, sin nada", explica Carlos Estévanez, un particular Valdano de las murgas.

Tenían varias posibilidades y se decantaron por la opción más compleja: iniciar un proyecto, porque es más bonito e ilusionante, y porque lo harán a su medida.