Anoche pensé que el entierro de la sardina transcurría dentro de mi cantina; había tantas viudas, curas y similares, disfrutando las garbanzas de mi madre, que desde la barra no veía las mesas del fondo. A duras penas vi entrar a Victor "El Gallo", con quien compartí vivencias en Trasnochados y Ni Fú-Ni Fá, y que pensaba que estaría la cosa tranquila y que podríamos echarnos una conversa.

Con él me gusta alegar porque es de esas personas maduras, con temple, que nunca se cree poseedor de la verdad absoluta. Mientras se echaba una cuarta, me confesó que siente una tristeza inmensa por lo politizado que está nuestro Carnaval. Como dice, ni los de antes eran los mejores del mundo mundial, ni los de ahora son el desastre personificado. Todos han tenido errores y aciertos; la diferencia es que quizás ahora, no se puede decir, sin ser catalogado de pro-unos o anti-otros; da vergüenza ver cómo se han llenado las redes de trolls y perfiles falsos para intercambiarse puñaladas. Sorprende también ver tanta gente, con la piel tan fina, que no acepta que se critiquen las meteduras de pata; es como si, este año, hubiese que decir que todo ha sido fantástico, y no es así. Le conté a "El Gallo" que he percibido este año que, algunos "amigos", han dejado de venir a mi Cantina porque aquí se ha criticado a la organización cuando algo ha sido un desastre. Que pena que su obsesión les ciegue tanto la vista, que no vean cuando, en mi negocio también, se han reconocido los aciertos de esta edición, que también los ha habido, como el Coso, cuya organización fue un éxito. Como decía Gila, alguien debió explicarle a alguien, que gobernar en Carnaval, conllevaba que te llovieran las críticas si metías la pata con algo.

Le recordé al "Gallo" lo que siempre digo: el Carnaval debería estar gestionado por una empresa privada, que no reporte votos a nadie, que se pueda cuestionar sin temor a ideologías; porque a la conclusión que llegamos es que, nuestra fiesta más importante, y duele decirlo, es una fiesta politizada.