Las garbanzas de mi madre llenas de tierra, el vino de Ravelo pastoso, el aire irrespirable en mi cantina... a este Carnaval solo le faltaba que la meteorología no le acompañase. ¡Qué mala suerte! A esa conclusión llegamos mi compadre Armando y yo, a pesar de que con él era difícil consensuar algo debido al grado etílico que llevaba pasada la medianoche.

El primer consenso al que llegamos fue que,la organización hizo muy bien en suspender la fiesta el sábado por la noche debido a la alerta meteorológica emitida por las autoridades, a la que, como era de esperar, muchos carnavaleros hicieron caso omiso. Parece que en Carnaval lo de saltarse las normas es algo que muchos llevan a rajatabla. Pero lo grave, y lo imprudente, fue que algunos quioscos ignorasen la prohibición y abriesen al público, provocando la presencia policial que además fue abucheada por los allí congregados. Armando y yo creemos que lo lógico sería sancionar a esos quioscos e, incluso, proceder a su precinto. Pero la discusión llegó con respecto al Carnaval de Día de ayer: Armando mantenía que se tenía que haber suspendido igualmente, no solo porque el aire de la ciudad era altamente nocivo, sino por la posibilidad de que el viento hiciera aparición. Además, argumentó mi compadre, no era ético estar bailando en la calle mientras otros municipios de la Isla luchaban contra el fuego. Honestamente, no me hubiera gustado verme en el lugar de la alcaldesa ni del concejal, porque si no suspendes te ponen a caer de un burro, pero si lo haces la gente que está celebrando el Carnaval se te echará encima igual. Es de esos momentos en los que cualquier decisión será altamente polémica. Yo creo que, de haber suspendido el Carnaval de Día, tenía que haberse hecho el sábado porque una vez las calles llenas la suspensión hubiese acarreado problemas de orden público importantes.

Total, que pasadas las doce y con unas condiciones etílicas lamentables, mi compadre se marchó y, entre la calima y su caminar, me salió del alma decirle: ¡Tremenda polvacera!