Los policías locales de Santa Cruz de Tenerife adscritos a la Fiscalía de Menores realizan una labor fundamental en las noches de Carnaval. La complejidad de su actividad se suple con la veteranía, la paciencia y las dosis adecuadas para hacer cumplir la Ley y saber tratar con adolescentes.

Sus instalaciones están en un lugar discreto del recinto y, como no podía ser de otra manera, junto a la carpa en la que son asistidos aquellos menores que llegan con un importante grado de embriaguez o afectados por el consumo de estupefacientes. Una vez que reciben asistencia sanitaria, empieza la labor de estos agentes municipales. Lo primero es identificarlos, lo que no resulta sencillo si los menores no portan documentación o la han perdido. En otros casos, no quieren decir quiénes son por miedo a la reacción de sus padres. Dos policías explican que, entonces, llega el momento de explicarles que lo mejor es decir quiénes son, dónde viven y la manera para localizar lo antes posible a sus padres. Hay veces en que esa función se les deja a los psicólogos de Cruz Roja. En unos casos se debe localizar a los progenitores, en otros, a los abuelos o los tíos. Y, en diferentes situaciones, a los tutores de los centros de atención en los que residen estos adolescentes.

Estos agentes relatan que, a veces, los padres se sorprenden de que sus hijos se haya emborrachado en la calle, ya que les habían dicho que se iban a quedar "a la casa de un amigo". Las jornadas de las carnestolendas también son propicias para que aumenten las denuncias de desaparición presentadas por los encargados de centros de acogida o de menores extranjeros no acompañados, o bien de recursos de reforma.

A veces, estos funcionarios adscritos a la Fiscalía tienen que actuar si los menores se han visto implicados en reyertas, o bien sufren lesiones, accidentes, cortes con botellas o cualquier tipo de violencia. Ambos policías indican que las cifras de incidencia del alcohol o las drogas, o bien la participación en incidentes se han reducido en los últimos años. Hace seis o siete años podía haber unas 80 incidencias protagonizadas por adolescentes cada noche y ahora se han reducido a la mitad. Muchos de los casos que se atienden en el Hospital los protagonizan aquellos chicos o chicas que salen por primera vez y beben alcohol de forma incontrolada. En esa reducción estadística influyen las charlas preventivas que estos mismos funcionarios imparten en institutos sobre las consecuencias del abuso de la bebida o las drogas. Tal vez, ese trabajo que casi nunca se ve es el más efectivo para evitar problemas.