Después de haber cerrado el sábado a las seis de la mañana, cosa que si se enteran los restaurantes de la zona me matan, me vino bien que anoche fuera una noche tranquila en mi cantina. Así pude prepararme para la que será una semana de locos. Llegan las murgas adultas y, durante su concurso, en las cantinas del recinto, y en la mía, no daremos abasto.

Y es que esta semana que hoy empieza se las trae. Desde hoy, hasta el sábado, las murgas adultas serán protagonistas de todos los debates en cantinas, bares, mercados, supermercados, centros de salud, farmacias de guardia, tiendas de ropa, taxis, parques de bomberos... Y es que, todo en esta semana, pasa a un segundo plano. Las garbanzas de mi madre serán degustadas entre conversas, solo de murgas adultas; no creo que nadie hable del caso de coronavirus en La Gomera, ni los posibles casos que investigan en Tenerife, ni tampoco de que ya el Reino Unido no está dentro de la Unión Europea. Poca gente se preocupará de las decisiones del Consejo de Ministros, de la entrada en vigor del SMI o de si las pensiones serán revisadas a final de febrero con carácter retroactivo. Los primeros roces de Sánchez con sus socios de gobierno o la alerta mundial de la OMS, pasarán desapercibidas ante las novedades del concurso por el que llevamos esperando un año. En esta semana, lo importante será lo que canten Zeta Zetas que defienden entorchado, si Bambones confirma su buen repertorio del año pasado, lo que cantarán Diablos en el cincuenta aniversario, si lograrán el pase a la final unos Desbocados que llevan años mereciéndolo o si Burlonas logrará ser la tercera murga femenina en "mojar" en interpretación después de Ni Picas y Triquikonas. La duda de si se mantendrá el binomio Zeta Zetas-Mamels de los últimos años, acaparará más intriga que la crisis sanitaria de Wuham.

Si yo fuera director general de mi cantina, con cien empleados a mi cargo, esta semana me encerraría en mi despacho y le diría a mi secretaria: ¡Que no me pasen llamadas!