Son muchos los atractivos de mi cantina: En primer lugar, las garbanzas de mi madre, regadas con un buen caldo de Ravelo de mi compadre Higinio. Después, las conversas que se suceden día sí y otro también. Y, por último, la posibilidad de encontrarme con amigos que hace tiempo que no veía, que fue lo que ocurrió anoche cuando, después de reponer el garrafón, apareció mi amigo Otero.

Otero es toda una institución en Triquis. Desde hace tiempo colecciona todas las publicaciones que han hecho las murgas; el disco duro donde almacena auténticas reliquias de la fiesta empieza a parecerse a un auténtico museo de Carnaval. Venía a avisarme de que no se me olvide comprar mañana jueves el periódico EL DÍA con el que se entregará, de forma gratuita, un ejemplar de El Libreto; una atractiva guía, de enorme calidad, indispensable para seguir los concursos del Carnaval que empiezan también mañana. ¡Cuánto le hubiese gustado esta publicación al Suspi!, afirmó Otero, conocedor de que el tristemente desaparecido Luis Hormiga era un enamorado del cancionero de murgas, al que cuidaba, mimaba y consideraba una parte tan importante del grupo como el disfraz o el propio repertorio. Es una pena, me dice Otero, y yo pienso igual que él, que las murgas hayan ido dejando en el olvido la publicación cada año del cancionero, algo que ha sucedido, no por falta de interés de la murga en sacarlo, sino del público en comprarlo. Atrás quedaron los años en los que buscábamos al vendedor de la murga en la Cabalgata para adquirir un ejemplar del repertorio escrito; luego llegaron los ejemplares gratuitos de Singuangos; luego se pasó a la grabación de un CD... y así hasta que, como dice el dicho, entre todos lo mataron y el solito se murió.

Y entre recuerdos de cancioneros, y anécdotas con "El Suspi", nos dieron las tantas hasta que Otero se marchó, no sin recordarme que mañana no me olvide de pedir, con EL DÍA, mi ejemplar de El libreto.