Solo ve sombras después de que a lo largo de su vida haya ido perdiendo paulatinamente el sentido de la vista. Lejos de achatanrse, desde el pasado año decidió que no debía servirle de excusa para perderse el Carnaval desde dentro, en este caso en la tarima de Ni Pico Ni Corto.

"Siempre he escuchado murgas y gracias a mi cuñado puedo venir con él", afirma tan aferrado a su bastón como a su trompeta. Ambos son sus aliados para las noches de ensayo, junto con un tercer elemento indispensable: su móvil. "Me aprendo los temas de oírlos repetidamente y porque me los grabo", explica el murguero quien asegura que ahora que cumple su segundo Carnaval ya se conoce "cada rincón del local". "Solo las escaleras para subir a ponerme el disfraz son un problema", admite José, quien cuenta para ello con la ayuda de sus compañeros, de los que agradece el compromiso pero sobre todo sus bromas: "Alguna me sueltan, pero yo más".

De hecho, su propio director, Carlos Estévanez, asegura que tiene el mejor oído de la murga, pero no por la afinación sino porque "no se le escapa nada que se diga". A José solo se le han presentado dos pequeños inconvenientes en su trayectoria murguera: La inestabilidad del escenario en el Recinto Ferial "al sentir el vacío debajo" y los movimientos de la trompeta "que no es nada fácil saber para dónde moverla".

Respecto al disfraz no tiene ninguna duda: "Me lo imagino según me cuentan, pero cuando me lo ponga ya sabré si me gusta o no". Su experiencia ha sido tal que no duda en recomendar a cualquiera que "se atreva a vivirla".