En una esquina de la fila de Mamelucos, en los bajos, pasando casi desapercibido, sin grandes estridencias. Solo "soltando algún chiste cuando nadie se lo espera". Así se ha podido ver, un carnaval tras otro, a Juan Hernández. Durante 40 años, sin faltar a un solo concurso. "Un día, en Cobasa, mis amigos me dijeron que iban a formar una murga, la idea me gustó y aquí sigo", dice el Mirinda, su apodo carnavalero porque "ese primer año, cada vez que iba a comer a casa de mi madre, en la ventita que estaba debajo, me tenían preparado ese refresco".

Pocos como Juan -el único superviviente de los fundadores de Mamelucos junto a Manolo Peña- pueden atestiguar la evolución de las murgas. "Ha cambiado absolutamente todo, solo queda el nombre", comenta, antes de recordar "aquellos ensayos de la época de Carlos Más, con días en los que empezábamos a las 9:30 y no acabábamos hasta la 1 o las 2; ahora, a las 11 ya todos miran el reloj".

Esos años de máxima exigencia terminaron de forjar, por si no existiera ya previamente, el sentimiento mameluco en Juan, al que "nunca" se le "ha pasado por la cabeza" cambiar "a otra murga". Fidelidad casi extraña en la actualidad, cuando "todos quieren estar en grupos que aspiren a ganar algo; y si no, dar el salto". Por el camino, "una época dura sin premios", pero también muchas gloriosas, como los dobletes del 91 y el 92, aunque el Mirinda se queda con "el de 2018". "Fue lo máximo y tenía más orgullo que los anteriores", comenta Juan, que guarda un especial cariño a Kiko El Flaco y Juan El Aspirina, con los que "con una simple mirada" se entendía; "cuando se fueron me dejaron algo descolocado".

Alcanzadas las cuatro décadas, y viéndose "como el abuelo" de la murga, Juan admite que no ha "puesto fecha" a su retirada, y aunque lo que hace le "apasiona", no tiene claro alcanzar las bodas de oro de Mamels. "Me gustaría, claro, principalmente porque ahora mismo no sabría qué hacer si no estuviera aquí", pero también es verdad que no se ve "yendo a ensayar a este ritmo con 72 años". Por lo pronto, esta mirinda ha aguantado 40 años con la misma chispa de siempre.