Bien de risas nos echamos anoche, una vez cerrada mi cantina, con mi amigo Paco "El Paja"; el hombre cada vez que se echa tres o cuatro cuartas de vino, se me envalentona y, si es por él, se nos hace de día en mi negocio contando anécdotas y chistes. Paco, personaje peculiar donde los haya, es conocido porque, en sus conversas, no suelen pasar dos minutos sin hacer alusión a cualquier frase o dicho popular, de los que suele decir que son "verdades como puños".

Desde que eché el cerrojo a la puerta, me comentó que tiene unas ganas enormes de conocer al concejal para decirle que "no le está gustando el andar de la perrita". Y Paco me pone como ejemplo el intento del edil de Fiestas de reconducir el Carnaval para alejarlo de la zona de Weyler y El Orche, y bajarlo hacia la Avenida de Anaga; y no es que sea una decisión acertada o no, es que simplemente no se va a poder. Como murguero, y conocedor del Carnaval, el concejal sabe mejor que nadie que la explosión de diversión popular de la noche santacrucera es ingobernable. La celebración de la fiesta ha ido subiendo de manera natural y con ella han ido naciendo nuevos "focos de disfrute" de forma espontánea. ¿Quién va a impedir a miles de personas, disfrazadas, con ganas de diversión, concentrarse en un punto u otro de la capital? ¿Impedirán la instalación de quioscos? ¿Quitarán la música para que la gente no tenga con lo que bailar? ¿Quién asumirá el coste político de una decisión tan impopular? Esa zona, considerada desde hace años "cuadrilátero del Carnaval", es la preferida por miles de personas que, ya con una cierta edad, huyen del botellón y de las masificaciones de la parte baja de la capital. ¿Qué alternativa les darán?, pregunta contrariado.

Paco cree que el concejal se equivoca porque " lo que bien funciona, no hay que intentar arreglarlo" y que los cambios es mejor introducirlos poco a poco porque "no por mucho madrugar, amanece más temprano". Y así marchó el hombre de mi cantina, entre contrariado y pensativo, convencido de que el intento de la organización caerá en saco roto porque, si hay algo que está claro que no se puede hacer, es "ponerle puertas al campo".