La murga infantil Castorcitos se prepara para volver a agradar al público, como el año pasado, cuando lograron el primer premio de Interpretación, experiencia que ya habían disfrutado en 2016 y 2017. Ángel Cabrera, el director, ha impuesto un horario suave de ensayos; de siete a ocho de la tarde, en especial para poder sortear las gripes y los catarros que se han ido a inscribir a la murga en las últimas semanas.

Este año Castorcitos estrena local, aunque en realidad se trata de una sede provisional. De la nave que ocuparon hasta el año pasado, cuando también estaban de prestado, ahora están instalados, al menos hasta que acabe el Carnaval, en unos salones que fueron construidos como cuartos mortuorios de la iglesia de La Hornera.

A la entrada, Nesti, de Diablos Locos, que espera a que acabe su hija para luego ir a su ensayo; no está solo, le acompaña Alexis Sosa, que hace guardia hasta que salga su pequeña; son familias del Carnaval: Alexis es hermano del director musical de Arremangados, el trónico Fito Sosa, y también hermano de Isidoro Popó, componente de la misma murga que sale por segundo año en Candelaria y concursa en Santa Cruz.

Al enfilar la puerta, en el recibidor de este particular local, los padres se distribuyen en torno a un tablón sostenido por burras en los que manufacturan los detalles de la fantasía que diseña Josua Sánchez; no solo creador del traje, sino también ideólogo del repertorio al que pone letra Yone Expósito, otro pata negra de Carnaval: nieto de Manolo Expósito, alma mater de las desaparecidas murgas Lenguas y Lengüines. Su nieto, un grande de la fiesta que se estrena este año como director artístico, y letrista, de Trabachones.

Es la generación Castorcitos. Ya en el cuarto de la música, al fondo a la derecha, ensayan los componentes. Junto a Ángel Cabrera, Óscar Gómez, un incombustible de las murgas como director musical que se distingue por hacer fácil lo difícil: cantar a voces. Lo hace con Ni Pico-Ni Corto, y también con Castorcitos, y este año con un plus de excelencia que enamora cuando el responsable musical acciona el play de la murga.

Delante de la murga se estrena un refuerzo, Andrea Tosco, de la familia del fundador de Sofocados, espejo en el que los componentes parecen mirarse. Entre los pequeños, destaca la destreza e ingenuidad de Aarón, que a sus 5 años es el más pequeño del grupo, con una habilidad innata para contagiar con sus movimientos la letra que amplifican los mayores.

A la derecha de la formación, Erick, que a sus 9 años marca el ritmo en la percusión de Castorcitos para que nada falle.

Ángel Cabrera marca el compás. Y la murga desgrana su pasacalle, luego su primer tema y el segundo, con el compromiso, y la confianza, de que el visitante lo mantenga en secreto... Sutil. Letras cuidadas, pareados milimétricos para no decir palabras malsonantes pero que toquen el corazón. Enamoran y sorprenden con la innovación de un efecto especial que sumerge a la murga en una burbuja de Carnaval. Sesenta minutos diarios le permiten hacer una puesta a punto hasta el concurso, corregir detalles y hacer grupo, ajenos a que sus ensayos se celebran en un cuarto mortuorio hasta que "alguien" encuentre un salón.