Después de diez días abierta, era hora de un buen zafarrancho de limpieza en mi Cantina; ha sido tanto el trabajo que ni tiempo he tenido de pasar un trapo. Abrí a las ocho y a eso de las diez, ya estaba de nuevo de bote en bote. Mientras calentaba el caldero de garbanzas que mi madre me había preparado, observaba la cara de indignación de mis clientes, aún mosqueados por la venta de entradas de la final de murgas. Y yo muerto de risa.

Y no es que me ría del mal ajeno; es que me da que no han entendido nada. Que la web diese múltiples incidencias era algo natural habida cuenta que, la empresa elegida por la organización, cotiza en bolsa de los Estados Unidos, si cotizase en la de Chipude, hubiese ido algo más ligera. Hay que darse cuenta que cada orden de ejecución de compra precisaba del visto bueno de Wall Street y eso tarda. El hecho de que al comprar varias entradas no las asignase todas juntas y diese los asientos aleatoriamente separados es algo de agradecer. La organización intenta con ello sociabilizar el concurso de murgas, que nos relacionemos, que conozcamos al que tenemos al lado y que, al acabar el concurso, salgamos del Recinto como Roberto Carlos: con un millón de amigos. Lo de habilitar las zonas de pie, otra de las grandes ideas, también tiene una intención oculta: Poder sacar a bailar a la piba de al lado cuando los Diablos Locos estén cantando su pasacalle y, si te dice que si, echarte un bailoteo trónico con ella sobre la marcha. Y lo de que se mezclen las aficiones al tener entradas separadas... no me digan que no es bonito. Esas aficiones unidas, esas sudaderas (pullover en Las Palmas) mezcladas, dará la sensación que con la estrofa levantaplazas es todo el recinto el que se pone en pie y la murga se vendrá arriba. ¡¡Que gozada!!

Al concejal hay que reconocerle que, con tan brillantes ideas, la gente lo pasará del diez; lo de menos son las murgas, que más da si no se escuchan, lo importante es que nos metamos todos en el recinto, como sardinas en lata, y que la final de este año pase a la historia como la final del gran hermanamiento.