Tengo la espalda destrozada, los pies no los aguanto, tengo hasta agujetas en los brazos de tanto darle al trapo pa´dejarlo todo, como diría mi madre, "como los chorros del oro". Lo digo porque, a pesar de que ya me lo habían adelantado oficiosamente, fue en el día de ayer cuando me dieron la noticia que me cedían de forma gratuita el salón donde desde el 2012 hasta el 2016 regenté mi "Cantina ilegal"; lo que no contaba yo es que desde el periódico EL DÍA me pidieran que abriese ya en la jornada de hoy coincidiendo con la inauguración oficial de la información de Carnaval. Es por eso que el de ayer fue un día de locos en el que impliqué a toda la familia para que me echara una mano.

Mi madre, la pobre, salió como un tiro a la venta porque, según ella, no podía permitir que reabriese mi negocio sin tener un buen caldero de garbanzas para ponerle a mis primeros clientes, cual exquisito condumio que acompañase el vino de Ravelo que, gracias a mi hijo que se dio un salto, pude conseguir para tenerlo también disponible; bueno, gracias a mi hijo, y a mi compadre Higinio que me mandó un par de garrafones de vino del nuevo porque el de su hermano estaba un poco pirriaca. Mi mujer y mi hija, que no fue al cole, se enfrascaron conmigo a sacar brillo al local porque, después de tres años cerrado, imagínense cómo estaba. A media tarde, corriendo como un tiro al Merkachona de guardia a comprar mercancía y a ultima hora de la noche al Chino de Los Majuelos a comprar vasos y copas de cristal porque, como ustedes comprenderán, de plástico no pienso poner ni la canción de Rubén Blades.

Esta noche a eso de las ocho están todos invitados, invitadas e invitades, a la inauguración oficial de mi "Cantina ilegal". Los que vengan podrán disfrutar de un vaso de vino de Ravelo y de un buen plato de garbanzas de las de mi madre, que se las dejaré a mitad de precio siempre que se las coman de pie. Dado que no tengo permiso de apertura, solo les pediré un favor: que se entere todo el mundo... pero que no se lo digan a nadie.