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La Güera, la ciudad fantasma y el legado canario

Hace más de un siglo, familias y empresas canarias se asentaron en La Güera, un puerto en el sur del Sáhara, donde impulsaron la pesca y la industria del salazón. Medio siglo después de su abandono, su nombre vuelve a sonar tras las palabras del rey Mohamed VI y el respaldo de la ONU al plan de autonomía marroquí

Vista de la ciudad abandonada de La Güera.

Vista de la ciudad abandonada de La Güera. / Morocco First

Las Palmas de Gran Canaria

Durante más de medio siglo, familias y empresas canarias levantaron en el extremo sur del Sáhara español una pequeña ciudad llamada La Güera —nombre que en castellano alude a una zanja o cauce que encamina el agua de lluvia—. Hoy, aquel puerto de pescadores es un pueblo fantasma medio sepultado por la arena. Pero su nombre ha vuelto a resonar tras las palabras del rey Mohamed VI, que el pasado viernes proclamó «un Marruecos unido desde Tánger hasta La Güera», justo después de que la ONU respaldara el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, a instancias de Estados Unidos.

La Güera fue fundada el 30 de noviembre de 1920 por el coronel Francisco Bens, un militar cántabro que ya había erigido Villa Cisneros (actual Dajla) y que quiso asegurar el límite sur del Sáhara español, justo al lado de Mauritania. Con el acuerdo de las tribus locales, levantó un pequeño fuerte y una factoría de salazón de pescado en el extremo occidental del Cabo Blanco. Poco después, la zona fue incorporada al distrito del Río de Oro, una de las dos demarcaciones en que se dividía la antigua colonia española, junto a Saguia el-Hamra.

La primera factoría pesquera instalada en La Güera fue la de Marcotegui, Guedes y Compañía, una empresa canaria que abrió un embarcadero y almacenes para procesar pescado seco y salado. Con el paso de los años, otras sociedades isleñas siguieron su ejemplo, atraídas por las extraordinarias riquezas del banco pesquero canario-sahariano, uno de los caladeros más fértiles del mundo. Las aguas de la zona bullían de vida: sardinas, merluzas, cefalópodos, túnidos y mariscos, además de la mítica foca monje, símbolo de aquella costa y orgullo de sus pescadores.

En 1954, La Güera contaba con 191 habitantes, de los cuales una cuarta parte eran europeos, en su mayoría canarios de Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. Muchos habían llegado con las factorías de salazón y más tarde con las fábricas de harina de pescado Insamarta y Omar, que dinamizaron la economía local en los años sesenta. Había bancos, central eléctrica, escuela y hospital; una población diminuta, pero autosuficiente, sostenida por un mar que lo daba todo.

Mohamed VI incluye este puerto, donde se asentó la industria isleña de pescado, en la expansión del reino

Aquella vida marítima entre canarios y saharauis tejió una relación de ida y vuelta que aún pervive en la memoria de las familias que regresaron a las Islas. Todo cambió en 1975. Tras los Acuerdos de Madrid, España abandonó el Sáhara Occidental y entregó la administración del territorio a Marruecos y Mauritania. Los colonos canarios tuvieron apenas unos días para evacuar. Muchos huyeron en barcos pesqueros, otros cruzaron a Nuadibú o regresaron a Canarias dejando atrás viviendas, embarcaciones, redes y factorías. Desde el mar, vieron cómo las banderas saharauis ondeaban en el puerto, izadas por combatientes del recién formado Ejército de Liberación Popular Saharaui.

Pocos días después, el 20 de diciembre de 1975, las tropas mauritanas iniciaron su avance desde Nuadibú. En la ciudad resistía un centenar de soldados saharauis al mando de Buzeid Uld Hmayen, atrincherados en los edificios de la Jefatura de Policía Territorial y en la planta pesquera.

La Güera, la ciudad fantasma y el legado canario

La Güera, la ciudad fantasma y el legado canario / La Provincia

Batalla de La Güera

La llamada batalla de La Güera fue breve y sangrienta: un centenar de combatientes saharauis resistieron durante diez días hasta ser aniquilados. Mauritania, con apoyo de Marruecos y de Francia, logró ocupar el enclave, pero la victoria duró poco.

Tres años más tarde, en 1979, Mauritania se retiró del conflicto tras el Acuerdo de Argel con el Frente Polisario, que reconoció su derrota y su salida del Sáhara Occidental. Pero Marruecos ocupó entonces las posiciones abandonadas, incluida La Güera, aunque su aislamiento y su falta de comunicaciones hicieron imposible mantener la presencia. Con la construcción de los muros defensivos de Marruecos y el cese de la guerra, la zona quedó convertida en tierra de nadie, bajo vigilancia mauritana y fuera de todo control civil.

Tiempo después y ya abandonada, el nombre de La Güera volvió a pronunciarse con acento canario. En 1986, el municipio de Santa Lucía de Tirajana, bajo la alcaldía de Carmelo Ramírez —actualmente consejero de Cooperación Institucional y Solidaridad Internacional del Cabildo de Gran Canaria y presidente de la Federación Estatal de Instituciones Solidarias con el Sáhara (Fedissah)—, se convirtió en el primero de España en hermanarse con una wilaya saharaui: precisamente con La Güera, una de las provincias representadas en los campamentos de Tinduf.

Desde 1986, el enclave en ruinas está hermanado con el municipio de Santa Lucía de Tirajana

El gesto pionero provocó protestas diplomáticas de Marruecos, que incluso llevó a que el entonces delegado del Gobierno en Canarias, Eligio Hernández, llamara la atención al municipio, recuerda Ramírez.

Desde entonces, el viento y la arena han cubierto casi todo. Los edificios del antiguo Gobierno, el fuerte, la iglesia y la vieja planta de pescado yacen semienterrados. Apenas algún pescador acude a faenar. En los márgenes del puerto abandonado descansan los cascos oxidados de barcos hundidos, algunos dejados allí por armadores que buscaron cobrar los seguros.

Medio siglo después, La Güera es un lugar fuera del tiempo, una ruina donde el Atlántico rompe igual que entonces, y donde todavía se dice que las arenas esconden los restos de los viejos aljibes que recibían el agua dulce llegada en barcos desde Canarias.

La reciente mención del rey Mohamed VI ha devuelto su nombre a los titulares.

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