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Las enigmáticas “cuevas de las cajas”: el legado funerario que sigue desafiando la historia en Canarias

Los antiguos pobladores del Archipiélago momificaban a sus muertos y los depositaban en cajas de madera en riscos inaccesibles. Estos espacios, hallados en islas como Gran Canaria, Tenerife o La Palma, revelan una espiritualidad ancestral que pervive bajo la roca

Cueva de la Caja, en San Bartolomé de Tirajana

Cueva de la Caja, en San Bartolomé de Tirajana / FEDAC

Santa Cruz de Tenerife

Un ritual de respeto y misterio

La cultura de la muerte en Canarias guarda secretos que, siglos después, siguen asombrando a los arqueólogos. Entre ellos, las llamadas cuevas de las cajas, sepulturas excavadas en riscos y barrancos donde los antiguos canarios depositaban los cuerpos de sus difuntos en estructuras de madera, protegidos del tiempo y los elementos.

Estas cuevas funerarias, presentes en Tenerife, Gran CanariaLa PalmaLa Gomera y El Hierro, muestran una concepción de la muerte íntimamente ligada al paisaje. En ellas, los difuntos no eran enterrados sin más: eran preparados, momificados y colocados cuidadosamente en cajas hechas a mano, con maderas locales y fibras vegetales que servían de unión.

Caminos de muerte: el último viaje del alma

Los investigadores han documentado los llamados “caminos de muerte”, senderos rituales por los que los familiares trasladaban a los difuntos desde los poblados hasta las cuevas funerarias. Estas rutas, que aún se adivinan en zonas como Artenara, Tirma o La Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria, tenían un profundo sentido espiritual: simbolizaban el tránsito del alma hacia otro mundo.

Algunas de estas cuevas se encuentran en acantilados imposibles o en paredes de barrancos, lo que refuerza la idea de que la ubicación tenía un valor simbólico. El contacto visual con el mar o con el cielo no era casual, sino parte del mensaje: el alma del fallecido debía “ver” el horizonte antes de partir.

Cueva de la caja del palillo de Tasarte

Cueva de la caja del palillo de Tasarte / FEDAC

Evidencias arqueológicas y expolio histórico

Las primeras excavaciones documentadas datan del siglo XIX, cuando exploradores europeos quedaron impactados por el estado de conservación de los cuerpos y las estructuras. La Cueva del Rey en Gran Canaria, la Cueva de Los Guanches en Icod (Tenerife) o las necrópolis de La Palma se convirtieron en enclaves clave para entender la espiritualidad de los antiguos canarios.

Sin embargo, gran parte de este patrimonio fue víctima del expolio y la desprotección. “Durante décadas se extrajeron restos sin control, lo que ha dificultado enormemente la investigación científica”, lamenta un arqueólogo del Museo Canario consultado. Hoy, los proyectos de recuperación impulsados por cabildos y universidades buscan preservar lo que queda y reinterpretar su legado.

Una espiritualidad anclada en la naturaleza

Las cuevas de las cajas no eran simples sepulturas. Los investigadores coinciden en que la preparación de los cuerpos y la elección del lugar tenían una carga simbólica y comunitaria. “El proceso era colectivo y reflejaba un respeto absoluto por la muerte”, explica María del Carmen del Arco, arqueóloga y una de las principales expertas en cultura aborigen canaria.

Las momias se envolvían en pieles o tejidos, se colocaban dentro de las cajas y se depositaban en el fondo de las cuevas, a veces acompañadas de enseres personales, collares, utensilios o alimentos, lo que sugiere una creencia en una vida más allá de la muerte.

El reto actual: conservar sin desvelar del todo

Hoy, los gobiernos insulares y los equipos científicos tratan de conciliar la conservación patrimonial con la investigación y el turismo cultural. Algunas cuevas, como las de Guayadeque (Gran Canaria) o la zona de Icod en Tenerife, pueden visitarse de forma controlada, mientras otras permanecen selladas para evitar daños irreversibles.

A pesar del esfuerzo institucional, muchos investigadores insisten en que el valor espiritual de estos espacios debe primar sobre su uso turístico. En palabras del historiador Antonio Tejera Gaspar, “la muerte, para los antiguos canarios, no era el final, sino un retorno a la tierra y al ciclo natural”.

Un patrimonio que conecta pasado y presente

Las cuevas de las cajas son, en definitiva, un testimonio silencioso de una civilización que convirtió el acto de morir en una expresión de vida. En ellas se funden el paisaje volcánico, la espiritualidad y la destreza artesanal, recordando que Canarias es mucho más que sol y playas: es también memoria y trascendencia.

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