Presidente de "obediencia canaria"
Hermoso supo ver que la rivalidad interprovincial daría magníficos resultados en Tenerife, pero no servía para cosechar apoyos más allá de la isla

Manuel Hermoso junto a Adolfo Suárez. / Trino Garriga

«Mi oposición a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria fue el mayor error político que he cometido en mi vida», confesó Manuel Hermoso en 2019 al programa ‘Canarias en portada’ de la televisión autonómica (TVC). Puede ser el de más envergadura, pero tuvo varios fallos previos que enturbiaron durante una década su proyección como líder regional pese a su carisma.
«Ha llegado la hora de Tenerife» gritó tras el sorprendente éxito electoral de 1987 -aunque siempre dijo que se obvió la continuación de su frase, que era «...y de Gran Canaria, La Palma, La Gomera, FuerteventuraLanzarote y El Hierro»-, lo que ya imposibilitó que fuera presidente. El discurso del pleito, que tan buenos resultados electorales supuso para ATI, se convirtió en un hándicap para el desarrollo del proyecto regional que Hermoso había empezado a construir dos años antes con la Federación Regional de Agrupaciones Independientes de Canarias (Fraic), más tarde reconvertida en las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC).
Hermoso supo ver que abonar la rivalidad interprovincial daría magníficos resultados en Tenerife pero que no servía para cosechar apoyos más allá de su isla, por lo que inició contactos en 1985 con los insularistas herreños de Tomás Padrón, presidente del Cabildo de la isla del meridiano, y los gomeros de Lito Plasencia, presidente del Cabildo de la isla colombina. Más tarde se unieron al proyecto Independientes de Fuerteventura (IF), liderado por Ildefonso Chacón, y la Agrupación Palmera de Independientes (API) de Antonio Castro.
Pero, una vez más, fallaron en analizar Gran Canaria y Hermoso apostó por penetrar en la isla a través de la capital -como hizo en Tenerife-, donde ATI-AIC no tenía apoyos entre el empresariado ni en la base social, en vez de apostar por partidos centristas independientes del interior. Crearon con la colaboración de Rafael Pedrero la Agrupación Independiente de Gran Canaria (Aigranc), que en 1987 solo consiguió dos concejales en toda la isla y que no sobrevivió al tsunami de la oposición de las AIC en 1989 a crear la universidad grancanaria.

La vida de Manuel Hermoso, en imágenes / e. d.
De nada sirvieron los siete diputados en Tenerife, dos en La Palma, uno en Fuerteventura, otro en Lanzarote y los dos diputados herreños conseguidos en 1987. Hermoso tuvo que conformarse con apoyar como presidente al candidato del partido menos votado en las urnas, Fernando Fernández (CDS), al que luego ‘derrocó’ al abstenerse las AIC en la cuestión de confianza de 1989.
El propio Hermoso confesó en multitud de ocasiones que «le correspondía a Saavedra. Había obtenido 23 diputados, y yo fui a Madrid a ofrecerle los de las AIC y me recibió en el hospital porque estaba recién operado de la cadera y me dijo ‘no, Manolo, yo en estos momentos me siento muy cansado, yo no puedo en este momento’. Apoyamos al CDS pero antes se lo habíamos dicho Saavedra».
Pero esa etapa le sirvió, con varios miembros de las AIC en ese gabinete, para iniciar la renovación del proyecto político insularista y la conversión nacionalista de ATI-AIC.
‘Censura’ a Solchaga
Un cambio de registro que duró cuatro años y que se consolidó con la moción de censura que el entonces vicepresidente Hermoso ganó al presidente Saavedra el 31 de marzo 1993 por 31 votos a favor, 23 en contra (PSOE) y las seis abstenciones del Partido Popular (PP).
«La censura no era a Jerónimo Saavedra, era al Gobierno de España y, concretamente, al ministro Carlos Solchaga, que era el que no quería reconocer los derechos de Canarias», manifestó siempre Hermoso.
El objetivo de la moción de censura no era solo que Hermoso fuese presidente del primer gabinete nacionalista del Archipiélago, sino presentar la unidad de todas las fuerzas nacionalistas de las Islas para las inminentes elecciones legislativas de 1993, que contra todo pronóstico volvió a ganar Felipe González.
El discurso, el ideario político, ya había cambiado de forma completa. Hermoso era el «primer presidente de obediencia canaria» que no estaba atado a los designios del partido que dirigía España: «ni de izquierdas ni de derechas, nuestra ideología es la defensa de los intereses de Canarias».
Había nacido Coalición Canaria (CC), una mezcla entre el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con el que soñaba Victoriano Ríos y el Bloque Nacionalista Galego (BNG) al que aspiraban Izquierda Canaria (Ican) y otros partidos a la izquierda de las AIC. Pero la idea era la misma: ser decisivos en el Congreso de los Diputados para solucionar los problemas que acuciaban al Archipiélago tanto en el Estado como en la Unión Europea (UE). El ‘enemigo’ había cambiado: ya no era Gran Canaria, era Madrid.
No fueron fáciles los seis años de Hermoso en la Presidencia de Canarias. Tuvo que hacer frente a fuerzas centrífugas y centrípetas -había que afrontar los resquemores entre Hermoso y Lorenzo Olarte y de éste con José Carlos Mauricio, el líder de Ican, a la vez que convertir en un partido homogéneo a la suma de proyectos ideológicos muy diferentes- hasta el punto de llegar a decir en la tribuna del Parlamento que se sentía «caminando por un desfiladero con indios a ambos lados», en referencia a que tenía que lidiar con rivales internos y externos al mismo tiempo.
Tratado de Amsterdam
Con todo, Hermoso consiguió un gran logro durante su mandato y medio como presidente: el artículo 299.2 del Tratado de Amsterdam en el que, según sus propias palabras, «Canarias pasó de ser ignorada a tener una presencia en los acuerdos de la UE con nombres y apellidos».
Cierto es que el reconocimiento de la situación particular de las Regiones Ultraperiféricas (RUP) apareció por primera vez plasmado en la declaración 26 anexa al Tratado de Maastricht de 1992 tras unas negociaciones en las que participó el propio Hermoso como vicepresidente del Gobierno de Canarias. Aunque no tenía jurídicamente fuerza vinculante, esa declaración recogía la posibilidad de adoptar medidas específicas ante la existencia de una necesidad objetiva.
Se abrió entonces un largo período de negociaciones ya con Hermoso como cabeza visible de Canarias que culminó con la consolidación de una base jurídica para las regiones ultraperiféricas en el Tratado de Amsterdam, cuyo artículo 299.2 reconocía su situación particular y la necesidad de adoptar medidas específicas en su favor.
Un estatus que se consolidó en el artículo 355 del vigente Tratado de Lisboa que, como fallida Constitución, rige el funcionamiento y las reglas de juego de la actual UE.
«El Tratado de Amsterdam fue todo un hito para Canarias, no solo en referencia a los gobiernos autonómicos anteriores, sino respecto a los posteriores. Canarias no sería como es en la actualidad sin ese Tratado», aseguró Hermoso meses antes de su fallecimiento.

La vida de Manuel Hermoso, en imágenes / E. D.
Hay otro cambio significativo en la construcción de la Canarias del siglo XXI durante los seis años de Hermoso al frente del Gobierno de Canarias. Si Amsterdam marcó las reglas del juego con la Unión Europea, la primera reforma del Estatuto de Autonomía en 1996 hizo lo propio en relación a las propias islas y a su encaje en el Estado.
En ese texto, que modificaba el de 1982, se asumía que Canarias ejercía «su derecho al autogobierno que la Constitución reconoce a toda nacionalidad» constituyéndose en Comunidad Autónoma. Una fórmula jurídica que conciliaba las ansias nacionalistas que defendía CC y las más conservadoras y regionalistas del PP. La cruz de esa reforma fue elevar las barreras de acceso al Parlamento al 6% regional y el 30% insular, manteniendo la triple paridad y rechazando la lista regional de 10 diputados que defendía el PSC. Un sistema electoral muy cuestionado que permaneció vigente dos décadas y que no se modificó hasta la aprobación del vigente Estatuto de 2018.
El REF y las carreteras
Pero hay más hitos en la trayectoria de seis años de Hermoso como presidente de Canarias. En 1994, se aprueba la Ley de Modificación las Bases Económicas del Régimen Económico y Fiscal (REF) en la que se incluyen los dos principales instrumentos del moderno fuero canario: la Zona Especial Canaria (ZEC), de baja fiscalidad para atraer capitales y empresas del exterior y promover el desarrollo y diversificación de su estructura productiva, y la Reserva para Inversiones en Canarias (RIC), para estimular la inversión empresarial mediante bonificaciones fiscales siempre que se destinaran a crear empleo en el Archipiélago.
También en 1994 se firmó el primer Convenio de Colaboración, Coordinación y Apoyo para la Financiación y Ejecución de Obras de Carreteras en la Comunidad Canaria tras una dura negociación en la que el entonces consejero de Obras Públicas, Ildefonso Chacón, amagó al Estado con devolver las competencias en carreteras si el Gobierno central no financiaba las inversiones para mejorar la conectividad viaria.
El punto más oscuro en la trayectoria de Manuel Hermoso como presidente de Canarias fue declarar de interés general en 1995 el proyecto monumental ideado por el escultor vasco Eduardo Chillida en la montaña de Tindaya. El problema no fue el acuerdo en sí, sino todo lo que trajo consigo después. Una resolución que en principio estuvo destinada a construir un monumento a la concordia y que coleó hasta el año 2021 en lo que se denominó caso Tindaya por un camino de pleitos judiciales, enfrentamientos políticos y la oposición de ecologistas y profesionales de la cultura.
Un cubo de 50 por 50 por 50 metros que iba a ser excavado en las entrañas de Tindaya, con un túnel de entrada de 200 metros y dos chimeneas, que supuso un quebranto para las arcas autonómicas que nunca se ha certificado oficialmente pero que oscila entre los 18 y los 26 millones de euros.
Fue Hermoso el primero en enviar al fiscal anticorrupción el expediente de compra de la concesión minera ante el revuelo de acusaciones que se hizo desde el PSOE sobre supuestas irregularidades en la compra de los derechos de la concesión minera a la empresa titular de la explotación, Canteras Cabo Verde S.A., de Rafael Bittini (el empresario que también trajo años más tarde en jaque al Gobierno de Paulino Rivero con el caso Tebeto), inyectando unos 5,4 millones de euros, lo que alivió la situación económica de una empresa en pérdidas.
«Mi objetivo fue incrementar la presencia y el peso político de Canarias en España y en Europa para resolver nuestros problemas estructurales, y creo que lo conseguí», resumió Hermoso su mandato apenas unos meses antes de su fallecimiento.
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