«Ninguno de ustedes quiere negritos»

Igual de previsibles que Vox son Pili y Mili, también conocidos como Sebastián Franquis y Nira Fierro

Los socialistas Gustavo Matos y Patricia Hernández, ayer en el salón de plenos del Parlamento de Canarias.

Los socialistas Gustavo Matos y Patricia Hernández, ayer en el salón de plenos del Parlamento de Canarias. / María Pisaca

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Al llegar a la tribuna de prensa un visitante del Parlamento, que viene atraído por una comparecencia, me riñe ligeramente. ¿Por qué siempre utilizo colores oscuros en mis croniquillas? «Yo lo que he visto es gente simpática, alegre, que se saluda educadamente». «Ah claro», le respondo. «¿Y eso a qué se debe?», me pregunta con sonrisa de batracio petulante. «Los alegres y simpáticos han firmado ya la dieta, los que aún no sonríen, no».

El visitante se queda algo perplejo. Yo saludo a los compañeros presentes – dos periodistas – y me alongo sobre la barra. Lo de siempre. Sebastián Franquis traduciéndose a sí mismo para dirigirse a Nira Fierro (¿cuándo le darán una serie en Netflix a Nira Fierro?). José Alberto Díaz Estébanez de charleta con Rebeca Paniagua –¿estarán hablando de documentales en la TVC? –, a la que se une después Francisco Linares frotándose las manos, como con apetito o frío.

El voxista Javier Nieto –al que los chismosos llaman El Legionario, vaya a saber por qué– dando golpecitos en la espalda al consejero de Política Territorial y Aguas, Manuel Miranda. Un día le invitará a una copa de Soberano –que es cosa de hombres–, si no lo ha hecho ya. El presidente y el vicepresidente del Gobierno bromeando sobre la monotonía de las preguntas de la oposición. Y en la Mesa Gustavo Matos en una actitud entregada con la presidenta, Astrid Pérez. Matos se deshace en favores, atenciones y galanuras mientras cada vez menos gente recuerda que el PSOE le anunció un expediente informativo. «Tal vez escape», admite un diputado no precisamente tinerfeño, «pero Gustavo no pisa una lista más en su vida».

«Ninguno de ustedes  quiere negritos»

«Ninguno de ustedes quiere negritos»

Las preguntas al presidente del Gobierno comenzaron por una comezón del portavoz del PP, Juan Manuel García Casañas, incansable torturador de metáforas, sobre la doble insularidad de las islas menores. Su señoría estira las metáforas sin piedad hasta que empiezan a chillar de dolor y entonces las suelta, retorcidas, sobre los folios garabateados. En este caso la metáfora del diputado herreño fue tan creativa como siempre: «Es como… es como ocho corredores que empiezan la carrera en la misma situación pero… a algunos les empiezan a tirar piedras… y así unos adelantan pero otros se quedan atrás… Como esto es así, señor presidente…». Ah, las pobres mañas de Casañas. Fernando Clavijo le tranquilizó recitándole todas las ayudas, exenciones y subvenciones que el Gobierno autónomo pone en juego para neutralizar en lo posible los efectos de la doble insularidad. García Casañas pareció muy reconocido.

A continuación tomaron la palabra Raúl Acosta y Casimiro Curbelo. El primero para expresar su irritación porque el Gobierno central sigue sin incrementar los medios sanitarios disponibles en prevención de las decenas de miles de personas que visitarán El Hierro con ocasión de la Bajada de la Virgen de los Reyes. Curbelo para insistir que no quiere saber nada de una ecotasa y que todos los esfuerzos deberían centrarse en «mejorar nuestro producto turístico».

Para el sumo sacerdote de ASG la ecotasa es un demonio y él, si fuera necesario, el exorcista que evitará que ningún tributo entre en el cuerpo sano e inocente de la industria turística canaria. Por supuesto, Clavijo estuvo de acuerdo, aunque señaló que los ayuntamientos y sobre todos los cabildos pueden establecer tasas por su cuenta «cobrando por servicios prestados o el acceso a determinadas atracciones». El presidente ha dejado muy claro ayer –de nuevo– que si bien Coalición Canaria, en el congreso nacional de la pasada primavera, votó una resolución a favor de la implantación de una ecotasa, el Gobierno autonómico no lo va a asumir, y en todo caso, se haría recargándolo en el IGIC, aunque al cronista le parece que tampoco va a ser.

Luis Campos –se insiste mucho y con cierto sadismo que encabezará la lista de NC al Cabildo de Gran Canaria en 2027– le tendió la mano solemnemente al Gobierno para defender el Arbitrio Insular de Entrada de Mercancías (AIEM) de los ataques que últimamente ha sufrido. La agresión aterradora denunciada por Campos consiste en la opinión expresada recientemente por dos o tres empresarios y un periodista a favor de eliminar el AIEM.

El presidente Clavijo le agradeció la preocupación y le garantizó que no se tocaría el arancel canario que afecta a las carnes, a los huevos, a las rosas, a las papas, a las legumbres y hortalizas, a la piedra de construcción, a los adoquines, a los cementos, morteros y hormigones, al nitrógeno, el oxígeno, el ácido sulfúrico, a las tuberías, a las botellas, los cartones, las puertas y ventanas, a los neumáticos, a todas las partes de aparatos mecánicos, a los jamones salados, ahumados o en salmuera, a los quesos, el café, los zumos, la mahonesa, los licores, las etiquetas, a los sacos, bolsas, bolsitas y cucuruchos, a las tarjetas postales y a muchas cosas más. Todo eso lo paga usted más caro desde hace 35 años –antes incluso– para proteger a una industria que en ese lapso de tiempo solo ha ido perdiendo porcentaje en el PIB regional y en la mano de obra contratada. Pero el AIEM es sagrado, el arca de la alianza entre élite política y élite industrial en las islas, y Clavijo y Campos lo entienden.

El grupo parlamentario Vox cuida extraordinariamente las formas. Extreman las sonrisas, las cortesías, la suavidad retórica. Buscan la plena normalización. Son como usted, como yo, como este o aquel. Es una estratagema inteligente. Sostienen, desde la dirección nacional del partido, que Canarias «es una de las regiones con mayor potencial de crecimiento electoral», y muy probablemente no anden demasiado descaminados. Pero de vez en cuando, como el zorro que se sube al elefante para cruzar el río y termina mordiéndolo y ahogándose con él, los puede su naturaleza. Así le ocurrió ayer a Nicasio Galván, que quería preguntarle a Clavijo sobre la Conferencia de Presidentes y lo secuestró la indignación, y de la indignación saltó a la impertinencia.

Galván le reprochó a Clavijo que hablara con el PNV y pareció a punto de vomitar cuando mencionó a los nacionalistas vascos. También le pareció intolerable que Clavijo llamara a Canarias su país. Es difícil saber de dónde sale esta gente que confunden cerrilmente territorio, país y nación. Siguiendo la incapacidad conceptual de Galván, pedir una cuarta de vino del país sería una peligrosa, execrable acción independentista. A mí la legión para cerrar los guachinches. Por tercera o cuarta vez en este año el presidente le pidió que se lo hiciera mirar y le recordó que Vox había exigido al PP, a cambio de seguir apoyándolos en varias comunidades autónomas, que incumple la reforma de la ley de Extranjería y se niegue a aceptar la acogida de un solo migrante menor de edad.

Igual de previsibles que Vox son Pili y Mili, también conocidos como Sebastián Franquis y Nira Fierro. Según el guion estratégico del grupo parlamentario socialista desde septiembre de 2023, Franquis le comunica a Clavijo que es un presidente insignificante, confundido, agotado y rehén del PP; y a continuación Fierro agrede a borbotones de desprecio –parece como si se bebiera antes un sorbo de ácido nítrico– al vicepresidente Manuel Domínguez. Pleno tras pleno las mismas intervenciones, los mismos argumentos, la misma fraseología, los mismos sarcasmos planos e ironías momificadas. Todo eso son rasgos que denotan impotencia, crisis de idea, pura inercia que se debilita más y más en cada discurso.

«Usted es cómplice del PP y mira al otro lado», le suelta invariablemente a Clavijo el portavoz socialista. Es difícil intentar averiguar lo que debería hacer Clavijo según el señor Franquis. ¿Echar al PP del Gobierno? ¿Producir en Canarias una crisis de gobernabilidad? Si no es así, ¿por qué no hacen una oferta de pacto de una vez? El presidente, en su respuesta, no fue clemente. Le recordó a Franquis que el Gobierno de Sánchez lleva sin cumplir y hacer cumplir dos autos para que acojan de una vez a los menores migrantes que han solicitado asilo. «Eso sí que es mirar a otro lado», remachó Clavijo. «Lo voy a decir aquí: ni unos y otros quieren a los negritos. Ni unos ni otros». Durante medio segundo Franquis y Domínguez parecieron mirarse. Falsa alarma. Miraban al vacío.

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