Las profundidades del mar de Canarias

El talento de los científicos canarios traspasa los límites del conocimiento, explorando cuevas donde no entra la luz océanos aún por comprender

Alejandro Martínez, buceando en la Cueva de los Lagos, de Lanzarote.

Alejandro Martínez, buceando en la Cueva de los Lagos, de Lanzarote. / Guillermo García Gómez

Las Palmas de Gran Canaria / Santa Cruz de Tenerife

El mar que rodea el Archipiélago guarda secretos aún por descubrir. El talento canario de mujeres y hombres bucea en la búsqueda de nuevas formas de vida, del la fórmula del efecto fertilizador de los volcanes submarinos o estudia los riesgos que la contaminación ejerce en el agua de los océanos. Investigaciones realizadas en las Islas que convierten a la región en el punto de partida en el que pueden mirarse otros territorios del mundo.

En los confines del universo, la luz desaparece de nuestros ojos. Pero bajo nuestros pies, hay lugares donde tampoco entra: las cuevas submarinas. Alejandro Martínez es biólogo y ecólogo evolutivo y ha hecho de estos espacios su lugar de trabajo. «Mis ecosistemas favoritos son las cuevas, porque forman parte del límite de nuestro conocimiento y en ellas se encuentran formas de vida rarísimas», afirma. Desde su campo, estudia cómo los animales se han adaptado a vivir en la oscuridad absoluta, en nichos tan extremos como fascinantes.

Las cuevas, explica, son sistemas cerrados, fragmentos de la biosfera que evolucionan por separado, como pequeños mundos dentro del nuestro. Cada una funciona como una página en blanco en la que la evolución escribe una historia distinta. Allí, su equipo busca eslabones perdidos y criaturas extrañas, analiza su alimentación, sus interacciones y sus estrategias de supervivencia. Si hay un lugar que condensa la riqueza biológica en estado puro, es el Túnel de la Atlántida, en Lanzarote. Se trata del tubo volcánico submarino más largo del planeta. Se formó hace unos 21.000 años tras una erupción del volcán Corona y fue inundado por aguas marinas al final de la última glaciación. Tiene 1.600 metros de longitud y termina a 64 metros de profundidad, cerca de los Jameos del Agua. «Solo en esa cueva hemos encontrado 38 especies endémicas, algunas exclusivas del túnel y otras compartidas con los jameos. En un sitio tan pequeño, esa cifra es una locura», dice Martínez. Algunas especies son tan primitivas que se las considera fósiles vivientes, otras parecen criaturas rescatadas del abismo oceánico y nadie entiende aún cómo llegaron allí.

Desde 2005, Alejandro y su equipo han descrito al menos 13 especies nuevas solo en el túnel, y el inventario sigue abierto. En el centro del recorrido, una montaña de arena blanca caída desde un orificio del techo —como un reloj de arena natural— concentra alimento y vida. «Imagínate un tubo volcánico todo negro, con el agua muy azul, y de repente una duna blanca en mitad de la oscuridad. Es un sitio muy especial. Allí hemos encontrado un montón de especies», describe Martínez, quien confiesa que hacer espeleobuceo le produce «una paz increíble».

Descubrir una nueva especie, sin embargo, es un proceso largo y meticuloso. Requiere observarla en su hábitat, analizar su morfología, su genética y confirmar que no ha sido descrita antes. Solo entonces puede recibir un nombre y ocupar su lugar en el árbol de la vida. «Lo primero que hacemos es fotografiar al animal vivo dentro de la cueva. Luego, en el laboratorio, lo conservamos según el tipo de análisis que vayamos a realizar», explica. El rigor científico convive, en este caso, con una oportunidad para la creatividad: nombrar a una criatura que nunca antes había sido vista.

Alejando Martínez, en el interior de los Charcos de Luis, en Lanzarote.

Alejando Martínez, en el interior de los Charcos de Luis, en Lanzarote. / Cristina Camacho

Las profundidades del mar también esconden secretos que pueden acercarnos a poder conocer cómo podría ser la vida en los confines del universo, utilizarse para curar enfermedades o obtener conocimientos que pueden aplicarse en múltiples ámbitos. En los fondos submarinos se producen procesos físico-químicos únicos, hay nuevo material genético aún por descubrir y muchos secretos que hasta hace muy poco no podían ser destapatos porque no se contaba con la tecnología necesaria para poder abrir una ventana a las profundidades del océano. Y para ello, lo que esconde el fondo marino próximo a Canarias es un gran tesoro. Alrededor de las Islas multitud de formaciones rocosas y volcanes convierten los fondos submarinos en paisajes igual de espectaculares que lo que hay en tierra.

Volcanes submarinos

El investigador del Instituto Español de Oceanografía, Eugenio Fraile, se dedica a estudiar los fenómenos que se producen en el océano en toda su inmensidad. Ha realizado investigaciones alrededor del globo en toda la masa de agua, desde lo más superficial hasta lo más profundo del mar y con su participación como jefe de bloque en la Expedición Malaspina, la mayor expedición científica del mundo, dio la vuelta al mundo realizando observaciones sobre cambio climático y biodiversidad marina. Aunque el fondo alcanza profundidades de más de once kilómetros en puntos muy localizados, como la Fosa de las Marianas, la media es que se sitúe a unos 4.000 metros. Este oceanografo físico ha batido el récord de profundidad al que se ha llegado con la conocida como roseta oceánica, un instrumento diseñado para tomar muestras en aguas profundas, llevándolo a 6.000 metros bajo la superficie.

Eugenio Fraile a bordo del buque B/O Ángeles Alvariño del IEO-CSIC durante la erupción del volcán Tajogaite.

Eugenio Fraile a bordo del buque B/O Ángeles Alvariño del IEO-CSIC durante la erupción del volcán Tajogaite. / Arturo Rodríguez

Una de sus líneas de investigación es la vulcanología marina, donde el Archipiélago es referente mundial. Su trabajo consiste en realizar una cartografía del fondo con la que se espera obtener una imagen real en 3D no solo «para obtener una fotografía de Canarias bajo el mar sino también para saber si están o no activos y en que grado», explica. Ya se sabía que los volcanes submarinos son grandes fertilizadores, pero su investigación está sirviendo para verlo al detalle. «Las Islas son un paraíso para vivir pero lo son también en el mar gracias a los volcanes», destaca.

Y lo que ya se ha descubierto vuelve a servir para conectar las maravillas que se están descubriendo en las profundidades del océano con las formas de vida que podrían hallarse fuera de la tierra, así como estos descubrimientos tienen también múltiples aplicaciones en otros ámbitos. El mar fue el origen de la vida y los procesos físico-químicos que tienen lugar en el entorno donde existe un volcán submarino son extremos. Altas temperaturas, un ph muy bajo y emisiones de nutrientes los convierten en sitios únicos en los que poder encontrar bacterias novedosas que no haya en otros sitios del planeta. Estudiar estos microorganismos nada habituales puede ser muy útil, por ejemplo, en el área de la medicina. De hecho, en la última campaña de Fraile se pudieron obtener y aislar más de 182 nuevos genes candidatos a ser aplicados en estudios cancerígenos. «Estudiar un volcán submarino tiene múltiples aplicaciones desde la medicina, la química, los procesos fertilizantes o el origen de la vida, tenemos que ir siempre a lo más básico para que la rueda pueda volver a ponerse en funcionamiento», detalla. Y estos descubrimientos pueden tener luego repercusión en la economía azul o la biodiversidad de nuestro planeta. 

Solo en el Túnel de la Atlántida, en Lanzarote —el tubo volcánico submarino más largo del planeta— se han hallado 38 especies que no existen en ningún otro lugar del mundo.

Sin embargo, toda esta riqueza científica se está poniendo en riesgo por el avance del cambio climático pero también de los residuos que campan a sus anchas en el océano. Entre ellos, el plástico —no solo el de mayor tamaño en forma de botellas y otros objetos— sino el que se ha vuelto invisible y pulula por el mar de forma escurridiza que ha conquistado ya todos los espacios. Incluso el punto más profundo del océano: la fosa de Las Marianas. Allí, un estudio global detectó recientemente la presencia de microplásticos a 6.800 metros de profundidad. Un material que en las profundidades puede persistir durante siglos debido a las condiciones de humedad y temperatura, poniendo en riesgo el ciclo de carbono.

Daura Vega es doctora en química analítica, profesora de la Universidad de La Palmas de Gran Canaria y coordinadora del grupo OpenPlas, que evalúa la presencia de basuras marinas en océano abierto. Hasta ahora se habían hecho muchos estudios sobre los residuos que había en la superficie o los que llegaban a la costa pero ella se propuso mirar en el interior del océano. Y no solo a aquellos que se ha depositado en el lecho marino sino a toda la columna de agua. 

«Estudiar un volcán submarino tiene múltiples aplicaciones: desde la medicina y la química, hasta el origen de la vida», señala el oceanógrafo Eugenio Fraile.

Gracias a esto se ha podido observar que el plástico dependiendo de su tamaño y composición no solo se hunde o flota sino que también queda suspendido en el agua. «El plástico ya se considera omnipresente, donde busques vas a encontrar», lamenta la investigadora canaria. Sin embargo su distribución no es homogénea y tiene mucho que ver con de dónde procede la masa de agua. La concentración de microplásticos depende de la contaminación originaria, por lo que en el mar rodea al Archipiélago pueden encontrarse partículas que han llegado, por ejemplo, desde el Mediterráneo, donde la presencia de estos residuos es muy alta al ser pequeño y con una gran población repartida en su litoral.

Daura Vega, en su laboratorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

Daura Vega, en su laboratorio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). / José Carlos Guerra

El agua procedente del Mediterráneo llega a Canarias en una corriente a 1.100 metros de profundidad y, aunque no sea perceptible a simple vista «observamos que no viene sola, sino con el plástico que tuviese en origen». Su pequeño tamaño y su densidad hace a este microplástico más peligroso si cabe, ya que su dispersión es mucho mayor. Al ser tan pequeño se va a comportar en función de la dinámica oceánica, y si el agua se hunde va a arrastrar lo que lleve consigo, incluso hasta lo más profundo del océano.

Desde lo más hondo del mar hasta la última frontera del universo, el ser humano lleva siglos empeñado en ir más allá, llegar a donde nunca ha llegado y desvelar los secretos de los confines más remotos. Poco a poco se ha ido avanzando, pero todavía queda un largo camino por recorrer y muchas incógnitas por resolver. Ha aprendido a leer en la oscuridad de las cuevas, a escuchar el rumor de las estrellas, a buscar vida donde solo había silencio. En esa travesía, la labor de numerosos científicos —entre ellos, destacados investigadores canarios que trabajan tanto desde el propio Archipiélago como en el exterior— representa un peldaño más en la inmensa escalera que nos conduce hacia lo desconocido.

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