La joya de la corona de la ingeniería canaria: un telescopio con sangre isleña para buscar vida en otros planetas

Ingenieros del IACTec diseñan ExolifeFinder, una infraestructura singular que cuenta con tecnologías y piezas más ligeras y baratas con las que se pretende revolucionar el mercado de los telescopios

Los ingenieros y científicos encargados del desarrollo tecnológico de ExoLife Finder.

Los ingenieros y científicos encargados del desarrollo tecnológico de ExoLife Finder. / Arturo Jimenez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

La Laguna

En las pulcras instalaciones del IACTec, en el Parque Científico y Tecnológico de Las Mantecas de La Laguna, decenas de ingenieros del laboratorio en innovación en optomecánica (LIOM) buscan respuestas para crear un telescopio tan potente que sea capaz de observar con detenimiento las atmósferas de los planetas, y tan barato que su simple existencia revolucione el mercado de la observación terrestre del universo. 

Su nombre es Exolife Finder (ELF), un telescopio diseñado prácticamente en Canarias –con el amparo de una potente colaboración internacional–, cuyo objetivo principal es buscar señales de vida en otros planetas. Pero antes de que este titán de 50 metros sea instalado en alguno de los grandes observatorios del planeta, Canarias probará la nueva tecnología que lo sustentará –y que surge de una invención del Astrofísico canario– en el Teide. 

El Small-ELF o SELF, tendrá apenas 3,5 metros y será la prueba de fuego para comprobar la viabilidad de esta novedosa tecnología. El diseño de esta nueva infraestructura –incluso a pequeña escala– supone uno de los grandes retos de la ciencia canaria. "Es uno de los proyectos más ambiciosos e innovador del Instituto", sentencia Victor Quintero, project manager y miembro de la Oficina de Transferencia y Acciones Institucionales (OTAI) del IAC, que recalca: "si funciona bien sería revolucionario a nivel tecnológico, pero aún más si descubrimos vida".

Y es que esta infraestructura nada tiene que ver con el de los grandes telescopios que hasta ahora se han construido en todo el mundo.  Para empezar, en lugar de un gran ‘ojo’ central para dirigir hacia lo más profundo del universo, este pequeño telescopio tendrá al menos una quincena. El pequeño telescopio contará con 15 espejos de 0,5 metros de diámetro, unidos entre sí a través de cables que funcionarán como una mente colmena. "La idea es que los 15 se mantengan siempre alineados", explica Adrián Sánchez, ingeniero de fotónica del IACTec, que destaca que utilizará inteligencia artificial para que el telescopio "sepa" cómo mover automáticamente todos sus espejos. "Todos los espejos deben concentrar la luz en un punto de manera que sea lo más nítida y clara posible", revela Sánchez. 

Maqueta del telescopio ELF ubicada en las oficinas de IACTec

Maqueta del telescopio ELF ubicada en las oficinas de IACTec / Arturo Jimenez

Su trabajo es conseguir que esa idea se haga realidad. "No es nada fácil", insiste. Y además, depende de la longitud del espectro de onda en la que se quiera observar. "Cuanto menor sea la longitud de onda, mayor tiene que ser la precisión", revela el investigador, que insiste que, en el caso de este telescopio, al observar en el óptico (es decir, imagen) y el infrarrojo cercano, la precisión tendrá que ser de "nanómetros". 

Nueva estructura mecánica

La nueva tecnología también depende de una estructura mecánica jamás vista, pues todos los espejos se acoplarán unos a los otros a través de una estructura de cables que cambiarán su tensión para moverlos –denominados cables tensados o tensegrity–. Además, cada uno de esos espejos debe tener una base que, en este caso, tiene que adaptarse a la vez a su peso y a su enorme movilidad. "Queremos que el soporte mecánico de los espejos tenga el menor peso posible", insiste el ingeniero mecánico Jan Schaap. Esto, sin embargo, supone un reto adicional, ya que el grosor del soporte debe ser muy fino y si no tiene la suficiente sujeción podría provocar que el espejo se deforme. 

"Normalmente el grosor del soporte mecánico es siete veces el del espejo", explica Schapp, que afirma que la intención del equipo es hacerlo tres veces menor. "Es muy, muy fino", sentencia y recuerda parte de la complejidad surge porque "hay muchas partes de este telescopio que son nuevas y no se habían hecho antes". 

El último reto es científico. "Si podemos observar en distintas longitudes de onda podríamos reconstruir la atmósfera e incluso el área continental de un planeta", revela Max Johann, estudiante de máster en Astrofísica. Las diferentes longitudes de onda podrían mostrar los planetas en una diversa paleta de colores, y así detectar señales de calor, de vegetación o incluso de los gases que componen su atmósfera.

Un prototipo para 2028

El prototipo que se instalará en el Teide no será tan potente y, por tanto, no podrá llegar a ese nivel de detalle con exoplanetas similares a la Tierra ni tampoco mirar tan lejos. Sin embargo, sí que podrá ver planetas del tamaño de Júpiter, es decir, gigantes gaseosos que se encuentren en nuestro vecindario solar y hasta unos 30 años luz. "Podremos ver estructuras clave y no solo con planos, también con imágenes", añade Quintero. 

Los investigadores esperan que el Small-ELF esté listo para ver su primera luz en 2028. "Solo falta probar las tecnologías y construir los espejos para poder montarlo", adelanta Quintero. Y es que la mayor parte de la estructura mecánica ya está en construcción. "La cimentación y la cúpula están en camino", adelanta. 

"Si podemos desarrollar bien la tecnología y demostramos que funciona, la próxima generación de telescopios serán mucho más grandes a un precio mucho más barato", recuerda Quintero. De hecho, con el diseño actual, el ELF será mucho más barato que, por ejemplo, el Gran Telescopio de Canarias (GTC), que en su día costó 104 millones de euros. En este caso, los investigadores calculan que "con esta tecnología podríamos hacerlo tres veces más grande por el mismo precio". 

Aunque el proyecto surgió en Canarias, el IAC ha tejido una inmensa red de colaboradores para poder llevarlo a cabo. En concreto, el IAC colabora en un consorcio formado por el Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai y el Centre de Recherche d'Astrophysique de Lyon (CRAL/INSA) para desarrollar la interferometría de enmascaramiento de apertura y profundizar el conocimiento tecnológico ligado a esta técnica con potenciales aplicaciones en la detección y caracterización de planetas extrasolares. 

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