Medalla de Oro de Canarias

Tradición e innovación, receta de La Isleña

La combinación de tradición e innovación es una de las claves de su éxito

Algunos trabajadores de La Isleña preparan paquetes en la fábrica de la empresa en Arucas, Gran Canaria.

Algunos trabajadores de La Isleña preparan paquetes en la fábrica de la empresa en Arucas, Gran Canaria. / José Carlos Guerra

Andrea Saavedra

Andrea Saavedra

Las Palmas de Gran Canaria

La histórica empresa canaria La Isleña suma a la larga lista de galardones la Medalla de Oro de Canarias. Méritos no le faltan. Es una de las pocas industrias de las Islas que, sumando tradición e innovación, no solo ha logrado mantenerse a flote, sino que, además, se ha ganado el cariño de la ciudadanía. ¿Cómo? Adaptándose a las demandas de los clientes y ofreciendo productos novedosos que no pierden la calidad que siempre les ha caracterizado

Mucho trabajo, un equipo excepcional y una pizca de suerte. Esos son los ingredientes que le han permitido a La Isleña, una de las compañías con más historia de Canarias, mantenerse viva durante más de 150 años y ganarse el cariño de las instituciones y de la ciudadanía canaria. La marca de pastas y chocolates se ha colado en las despensas de los hogares isleños y es un ejemplo de industria de éxito en las Islas, algo que pocas empresas han conseguido. Este año suma a la estantería de galardones, la Medalla de Oro de Canarias que otorga el Gobierno autonómico. 

La combinación de tradición e innovación es una de las claves de su éxito. «Es una vieja que se han sometido a algún que otro retoque estético», afirma entre risas el presidente de La Isleña, Andrés Megías, quien tras casi 40 años al frente de la marca -empezó en 1986 -ya se plantea dar un paso a un lado y pasar el testigo a la que será la sexta generación de Megías al frente de la firma. «Futuro hay, pero La Isleña no es una herencia, es un legado», explica el empresario, quien defiende que no es una cuestión de vocación, sino de identificación. «Yo no tenía vocación, me volqué y luego me enamoré del trabajo», recuerda. Lo importante, explica, es que cuando llegue el fin de la empresa, «deje un buen recuerdo». 

El motor que ha permitido que esta industria funcione durante tanto tiempo es el equipo humano que tiene detrás, que más que una plantilla, es «una familia». Actualmente, La Isleña da empleo directo a unas 50 personas, y en los últimos 40 años solo se han roto los contrato de una decena de trabajadores. «¿Por qué tenemos tanta historia? Por el equipo, que ha sido extraordinario», reconoce Megías. 

Los números demuestran que las cosas en La Isleña se han hecho muy bien hasta ahora. El volumen de negocio llega ya a los 10 millones de euros anuales y su evolución ha sido positiva en los últimos años a pesar de baches como la pandemia o la subida de las materias primas derivada de la guerra en Ucrania. No ha sido un camino de rosas, el presidente recuerda el 2022, cuando el trigo se puso por las nubes, como «un año terrible». «Hemos tenido momentos muy malos en los que piensas, yo no puedo con esto», recuerda. 

A lo largo de su historia, la empresa ha vivido etapas complicadas, pero ha sabido adaptarse a lo que pedían los clientes en cada momento. Siempre respetando su compromiso con la calidad. La compañía se ha dedicado principalmente a la elaboración de pastas alimenticias, pero también a uno de los productos más emblemáticos de la gastronomía canaria: el gofio. El chocolate también ha sido uno de sus productos estrella. «Le debo mucho al chocolate, le tengo muchísimo cariño porque nosotros somos chocolateros», explica Megías, quien asegura que para conseguir las recetas actuales la empresa ha pasado por un proceso de formación que incluyó viajes a distintos puntos de Europa. Eso sí, la pasta sigue siendo el producto que más se consume, el chocolate representa el 15% de las ventas. 

El objetivo de Megías para el futuro es que La Isleña crezca como lo ha hecho hasta ahora, cubriendo todas las variedades que demanda el mercado. Además de sus productos tradicionales han ido incluyendo variedades sin gluten, integrales, con vegetales o «bio», que son elaboradas con sémola de trigo duro procedente de agricultura biológica. Lo más reciente es la nueva variedad con espirulina: una microalga de alto valor nutricional que crece bajo el sol de las Islas y entrará en las cocinas en forma de pasta de tornillo. 

También se han ido adaptando a los nuevos tiempos en lo que a tecnología se refiere, incluyendo nueva maquinaria en su fábrica ubicada en Arucas. Con los años también han adaptado su forma de producción para que esta se adecue a los parámetros de sostenibilidad. Incluyendo sistemas de control de calidad y seguridad, en todas las fases de la cadena de producción.

La Isleña se ha ganado en sus más de 150 años de historia el cariño de los canarios, pero también ha apostado por intentar dar el salto al exterior. En la actualidad exporta el 7% de su producción, sobre todo pastas y cacao soluble, permitiendo a la marca llegar a distintos rincones de África. Este camino tampoco fue fácil, ya que han tenido que competir con las pastas italianas. Pero ya están en mercados de Senegal, Cabo Verde, Mauritania y Guinea Ecuatorial. 

«La gente ha sido muy leal con nosotros, sentimos cada día el cariño de los canarios», reconoce el presidente, quien aún recuerda como algunos grandes empresarios de las Islas le advirtieron hace décadas que con el nombre de La Isleña «no iba a llegar a ningún lado». El tiempo y el trabajo de Megías y su equipo les quitaron la razón. La marca está hoy más viva que nunca y pretende seguir ocupando un rinconcito en la despensa de los hogares canarios. 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents