Así es la única organización con acceso directo a un CATE en España

Los 46 voluntarios de Corazón Naranja acompañan, curan y consuelan a los migrantes del Centro de Atención Temporal de Extranjeros de San Andrés.

Mañana, a las 20.30 horas, la organización ofrece la conferencia 'La otra cara de la migración', en Gáldar.

Un voluntario de Corazón Naranja ayuda a un migrante.

Un voluntario de Corazón Naranja ayuda a un migrante. / E. D.

Las Palmas de Gran Canaria

El Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) de San Andrés, en El Hierro, esconde una labor discreta pero vital: la que realiza Corazón Naranja. En un entorno marcado por la urgencia y la desprotección, sus voluntarios se han convertido en el sostén emocional y físico de los migrantes que, tras sobrevivir a la travesía, comienzan a desmoronarse. «Siempre se les ve eufóricos al llegar al muelle, con la adrenalina de haber pisado tierra con vida, pero una o dos horas después empiezan a desplomarse», relata Francis Mendoza, coordinador de Protección Civil y de Corazón Naranja en la isla. Para visibilizar esa realidad que se vive en la intimidad del CATE, la organización pondrá en marcha una serie de conferencias bajo el título La otra cara de la migración, que recorrerá todas las islas y también la Península. La primera cita es mañana, a las 20:30 horas, en la Asociación Vecinal El Labrador, en San Isidro (Gáldar).

Mendoza recuerda como si fuera ayer la llamada que recibió el 3 de octubre de 2022. El sargento Jaramillo, de la Guardia Civil, y Ramón Acevedo, de la Delegación del Gobierno, contactaron con él para solicitar apoyo puntual en la atención a un cayuco recién llegado a la isla. Al entrar al CATE, por entonces instalado en un polideportivo, la realidad que encontraron fue muy distinta a la que imaginaban. «Cuando entré, pensé que aquello era inhumano. Recuerdo que estuvimos atendiéndolos desde las siete de la tarde hasta las dos o tres de la madrugada. Al salir, de camino a casa, nos dijimos que queríamos volver. Nos dieron autorización, aunque nos dejaron claro que sería en calidad de voluntariado», relata Mendoza.

«Ya han pasado por nosotros cerca de 65.000 personas», destaca Francis Mendoza

La llegada constante de cayucos a El Hierro llevó a aquel grupo de voluntarios a dar un paso más y formalizar su labor bajo el nombre de Corazón Naranja. «Ya han pasado por nosotros cerca de 65.000 personas y estamos con ellas las 24 horas del día», destaca su coordinador. Hoy, el proyecto cuenta con 46 voluntarios de perfiles muy diversos: desde estudiantes hasta jubilados, incluidos tres jóvenes migrantes que, tras quedarse en la isla, han decidido ayudar a quienes llegan como ellos. Se organizan en turnos para que los migrantes nunca estén solos en el CATE, lo que implica, en muchas ocasiones, noches en vela antes de volver a sus trabajos al día siguiente.

La fragilidad de los hombres fuertes

La labor de Corazón Naranja es insólita en España. Es la única organización en el país que tiene acceso directo a un Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE), espacios restringidos en los que, por norma, solo pueden operar policías y guardias civiles. «Al principio, a los agentes les sorprendía vernos allí todo el día, mal comiendo, dejándonos la piel y buscando soluciones para mejorar las condiciones de los inmigrantes, sin que nadie nos pagara por ello. Fueron ellos mismos quienes comprobaron que nuestro trabajo era totalmente voluntario y terminaron por abrirnos las puertas», relata el responsable.

Los migrantes pueden permanecer retenidos en el CATE hasta un máximo de 72 horas, aunque ese plazo rara vez se agota, pues suelen ser derivados lo antes posible a centros humanitarios. Los rescatan tan exhaustos, física y mentalmente, que lo único que desean es dormir y recuperar fuerzas. «Allí se vive otra realidad. Es impresionante ver la fragilidad de hombres tan fuertes. Hemos pasado momentos muy duros con ellos», confiesa Mendoza. Durante esa breve estancia, muchos comienzan a abrirse y a compartir las razones que los empujaron a subir a un cayuco. En ese proceso, los voluntarios se convierten en «el primer calor humano que reciben», más allá de la asistencia inmediata que presta Cruz Roja en el muelle.

Equipo de Corazón Naranja. Su coordinador, Francis Mendoza, tercero por la izquieda.

Equipo de Corazón Naranja. Su coordinador, Francis Mendoza, tercero por la izquieda. / LA PROVINCIA / DLP

«Ellos ven que lo damos todo por su bienestar, sin pedir nada a cambio. Y entonces se abren, nos cuentan cosas que estamos acostumbrados a ver solo en películas de guerra, pero que son reales. Madres que no tienen nada que dar de comer a sus hijos y hombres que dicen que en sus países ya están muertos y prefieren arriesgar la vida en el mar», relata el coordinador. Los voluntarios de Corazón Naranja no solo ofrecen compañía, también atienden el comedor, los ayudan a ducharse, los trasladan en sillas de ruedas, curan sus heridas e incluso realizan un primer cribado sanitario para que, cuando van médicos y enfermeros, puedan priorizar los casos más urgentes.

Una de las historias que más ha marcado a Mendoza y a sus compañeros es la de un joven senegalés identificado como el J15, que llegó en condiciones críticas, con el llamado «pie de patera» y un estado de salud muy delicado. «Estuvimos horas curándole las heridas durante toda la noche, pero su situación empeoraba, así que decidimos llamar a una ambulancia», recuerda el coordinador. El joven fue trasladado al hospital y, desde allí, logró hablar con un familiar para contarle que se sentía mejor. «Lo vimos feliz y aliviado. Pero a las cinco de la mañana me llamaron para decirme que había fallecido», lamenta.

Días de calma

A pesar de la dureza, el trabajo de Corazón Naranja también está lleno de momentos gratificantes. El mayor ejemplo son aquellos jóvenes que llegaron siendo menores, se quedaron en la isla —algunos acogidos por familias herreñas— y hoy, con su documentación en regla, empiezan a trabajar y a construir el futuro por el que un día arriesgaron la vida en el mar. «Algunos nos llaman desde la Península para contarnos que ya tienen un empleo. Esos casos nos llenan de alegría», reconoce el portavoz del proyecto.

En lo que va de año, han arribado a El Hierro 6.213 personas de forma irregular. La isla atraviesa ahora un periodo de calma, ya que las llegadas en barquillas precarias se han detenido temporalmente. «Estos momentos nos permiten tomar un respiro, pero sabemos que en cualquier momento todo puede volver a cambiar», advierte Mendoza. Por eso, los voluntarios de Corazón Naranja siguen preparándose cada día, conscientes de que su labor será tan necesaria como el primer día.

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