El cacao aspira a convertirse en la nueva joya de la agricultura canaria

La región trabaja para hacerse con el primer cultivo comercial de España

Las Islas han pasado de tener 95 árboles a mil en solo un año

Una de las fincas del ICIA en Tenerife.

Una de las fincas del ICIA en Tenerife. / María Pisaca

Andrea Saavedra

Andrea Saavedra

Las Palmas de Gran Canaria

A nadie se le escapa que Canarias cuenta con unas condiciones climáticas subtropicales que la convierten en una región diferente al resto del continente. Esto no solo atrae a millones de turistas durante todo el año, sino que abre una ventana de oportunidad para el campo canario que ya mira al cacao como un cultivo con posibilidades comerciales a corto plazo. Y lo hace con conocimiento de causa, ya que el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) lleva dos años analizando las posibilidades de crecimiento del cultivo en fincas del Archipiélago y los resultados permiten pensar que el potencial es «enorme» y que el cacao puede convertirse en la nueva joya de la agricultura canaria al ser la primera región que comercialice el producto en España. 

El objetivo no es conseguir una producción de grandes dimensiones, como en el caso del plátano, pero sí lograr un cultivo «extraordinario» que se distinga del resto por su calidad y otorgue al sector agrario canario nuevas posibilidades para rentabilizar sus negocios y diversificar sus plantaciones. Y en ese proyecto ya hay inmersas 18 fincas de cinco islas del Archipiélago, que en colaboración con el ICIA, han pasado de tener 95 árboles en 2023 a unos mil ejemplares en la actualidad, lo que supone que –si se juntan todos los ejemplares– el cultivo ya ocupa una hectárea de superficie. Y subiendo. El ingeniero agrónomo y colaborador de la iniciativa, Alfonso Molera, confía en que el próximo año el número de árboles llegue a cinco mil. «Esto empieza a multiplicarse a una velocidad tremenda, los productores ya tienen frutos y pueden reproducir sus propias plantas», explica el experto, quien asegura que este tipo de árboles tardan unos tres años en dar frutos.

Sacar la investigación de los invernaderos y llevarla a las fincas reales de las Islas ha permitido a los agricultores y al propio ICIA –gracias al método de ensayo y error– aprender muchísimo sobre el cultivo. «Hemos ido buscando ubicaciones. También hemos tenido fracasos y se nos ha muerto alguna planta, pero ya trabajamos incluso con la plantación de semillas, por lo que los árboles están adaptados a la zona», explica Molera. La evolución es tan positiva que los expertos ya piensan en el siguiente paso: la comercialización. Para ello la superficie de cultivo, según estima el ingeniero agrónomo, tendría que llegar a ocupar unas 30 hectáreas, lo que supone la plantación de unos 30.000 árboles de cacao. 

Proceso de secado

Pero la clave en este tipo de cultivos no solo está en conseguir la estabilidad de la superficie productiva –controlando temperatura y viento– sino también en el siguiente paso: la fermentación de los granos y el proceso de secado. Una etapa esencial que define la calidad del producto final. «Una vez tienes el cacao existen varias posibilidades. O vendes los granos, o lo procesas o te asocias con alguien que sepa hacer chocolate», explica el ingeniero agrónomo, quien asegura que la primera opción «no sale a cuenta» porque el precio es muy bajo. «No es casualidad que el cacao se cultive en países del tercer mundo», recuerda. El 74% de la producción de grano de cacao viene de África. Costa de Marfil es el país que más produce y exporta, cada año se producen 2,23 millones de toneladas y exporta el 40,1% del cacao mundial. 

Pero el beneficio de este cultivo se encuentra en la cadena de valor, por ello Molera apuesta porque el proceso se establezca en el Archipiélago. «La clave está en asociarse con alguien que lo sepa hacer, lograr algún tipo de asociación para que incluso se pueda vender aquí el producto», explica el experto, quien insiste en que el objetivo no es la venta de grandes cantidades, sino la creación de un producto singular con marca canaria, del que se conozca el origen y cuente con una historia detrás. La estrategia pasa por convertirlo en un cultivo complementario a otros que ya están asentados en el Archipiélago. 

Pero las posibilidades con el cacao canario van mucho más allá de la venta. La belleza del cultivo, al presentar colores llamativos y frutos que nacen del tronco, permite pensar en otros caminos como el agroturismo. «Se puede incluso montar un proyecto que permita a los visitantes vivir la experiencia de hacer chocolates artesanos», afirma Molera. Y las opciones no acaban ahí, la producción de cacao en Canarias puede también servir de polo de atracción para empresas peninsulares productoras de chocolate a las que solo les falta el árbol de cacao. Al asociarse con una finca de aquí, puede ser otra «oportunidad para generar empleo» en las Islas.

Y no solo empleo, también se abre una ventana para investigadores que hasta ahora tienen que trasladarse a regiones productoras de cacao «mucho más lejanas» para desarrollar su trabajo. 

¿Por qué ahora?

Y con este abanico de posibilidades tan amplio se plantea una pregunta: ¿por qué hasta ahora no se había plantado cacao en las Islas? Molera apunta a un motivo: «a nadie se le ocurrió hacerlo en serio». El primer intento de plantar cacao en Canarias –del que hay referencias– fue en 1830, pero no salió bien. Y en los últimos 20 años fueron varios los agricultores que lo intentaron con especies traídas de países latinoamericanos, pero «sin ponerle mucha atención». Hasta ahora existía la creencia de que este tipo de cultivos no se daban a «más de 20 grados norte», ya que tienen origen en el Ecuador, pero el Archipiélago está a «28 grados norte». «El cambio climático y las variaciones de temperatura han provocado que se muevan esos límites que estaban establecidos», explica el colaborador del ICIA. 

El proyecto que está en marcha en las Islas se inició con árboles de origen latinoamericano, la mayoría de Colombia y Venezuela, y la principal novedad –respecto a otros intentos del pasado– es que se trata de la primera vez que se saca la planta del centro de investigación. En Málaga existe un proyecto similar, pero consiste en el estudio de pocos árboles en invernaderos y no existe la intención de comercializar el cacao.

En Canarias sí existe ese objetivo, en un contexto, además, en el que el precio del cacao está por las nubes desde hace meses como consecuencia de la pérdida de muchas cosechas en los países productores por distintas condiciones climáticas extremas y la aparición de enfermedades y plagas. Las subidas que se han producido en los precios son vertiginosas: desde finales de 2023, el cacao ha pasado de cotizar en los 2.581 dólares por tonelada, a los 10.371. Lo que supone un incremento de más del 300%. Molera no se atreve a poner precio al futuro cacao canario, pero sí asegura que si se consigue una «calidad superior», los precios pueden «doblar a los actuales». Todavía es pronto para definir el coste, pero ya hay empresas españolas que han mostrado interés en el «potencial» que tienen las Islas en este sector. n

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