Crónica parlamentaria | Matilde Asián y sus amigos ultraderechistas

Produce grima que una política profesional como Patricia Hernández pretenda seguir ejerciendo de luminosa estrella roja

La presidenta de los socialistas del Parlamento habla con varios diputados de su bancada antes del Pleno.

La presidenta de los socialistas del Parlamento habla con varios diputados de su bancada antes del Pleno. / MARÍA PISACA

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Tal vez la conclusión más notable de la izquierda parlamentaria en la sesión plenaria de ayer es que el Gobierno autonómico disfruta en comportarse como un íntimo aliado de Trump. Tal vez sin la moción de censura en el ayuntamiento de Granadilla el presidente de los Estados Unidos no se hubiera atrevido a lanzarse a una guerra arancelaria. Este descubrimiento se lo debemos al diputado de Gustavo Matos en una comparecencia de la consejera de Hacienda, Matilde Asian. En realidad el expresidente del Parlamento y ex preaspirante a la secretaria general del PSOE tinerfeño formuló su pregunta sobre el impacto de los nuevos aranceles estadounidenses en la economía canaria para llamar facha al Gobierno regional. Fue muy divertido, pero demasiado corto.

El recurso de Matos – últimamente es un mejunje muy servido por el PSOE – es agitar cualquier cosa con Vox y servirlo con gesto alarmado. Primero se tranquiliza («la economía española va muy bien») y luego se interrelaciona todo como una evidencia (eso sí, la evidencia de un chiflado). CC y PP le han abierto la puerta en tres ayuntamientos de Vox, es decir, al fascismo, vamos, a Trump y sus aranceles. Para los incrédulos: lo pueden ver y escuchar ustedes en la web del Parlamento.

Así puede terminar Matos su intervención despidiendo a Matilde Asian, «ahí nos nos va a encontrar con sus amigos ultraderechistas» (sic). Es puro dadaísmo parlamentario pero vas a hablarle tú a Matos de dadaísmo parlamentario. El cronista aún recuerda cuando el señor Matos se presentó como candidato del PSOE a la Alcaldía de La Laguna con una valla publicitaria donde aparecía con su barba de pirata hollywoodense y una frase entrecomillada, grandiosa, definitiva: «Yo tampoco creo en los políticos». Perdió.

Por lo demás la primera mitad del pleno se ha desenvuelto como el tango, solo, fané y descangallado. Para empezar empezó tarde, pero no por culpa de la señora presidenta, sino de las malas condiciones meteorológicas en el aeropuerto de Los Rodeos, sometido a una niebla más espesa que un discurso de Carlos Ester. La ausencia del presidente Fernando Clavijo – que ayer regresaba de Madrid – modera, como es habitual, el interés puramente político del debate parlamentario. Clavijo responderá a las preguntas de los grupos esta mañana.

Quien sí estaba en carne mortal en el salón de plenos es el vicepresidente y consejero de Economía y Comercio, Manuel Domínguez, quien fue obviamente interrogado, con una crueldad cada vez más intensa, por la socialista Nira Fierro. La señora Fierro volvió a afearle la conducta al vicepresidente por el voto en contra de los diputados del PP canario en la Cámara baja a la reforma de la ley de Extranjería para posibilitar la ubicación de los menores migrantes no acompañados en otras comunidades autónomas.

Uno sospecha que la diputada socialistas podría estar censurando a Domínguez por esa «traición a Canarias» hasta su jubilación. La suya, no la de Domínguez, que últimamente sale de este dolorido paso alzando mucho la voz y afirmando que siempre ha estado y estará con Canarias (sic). Sería extrañísimo que el vicepresidente –realejero él– declarase que siempre ha estado y estará con Murcia, La Rioja o el Condado de Treviño, pero ese es el nivel retórico del que se disfruta en los últimos años. Su grupo le aplaudió con burocrático fervor y a otra cosa. Fierro, con los brazos cruzados, parecía casi divertida.

La izquierda también reprendió a la consejera de Turismo y Empleo, Jessica de León, a la que achacaron, más o menos, que había trabajado para Ashotel para impedir el desarrollo cabal de la huelga de hostelería en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Sobre las razones de este turbio empeño no precisaron nada ni Natalia Santana (Nueva Canarias) ni Patricia Hernández (PSOE). Al menos Santana encarna cierto anacronismo naif que resulta curiosón. Pero hay algo dramático en su figura, ese exceso de patetismo que desprende la gente honesta que no se han enterado de en qué partido militan y quiénes son sus dirigentes.

El caso de Hernández es distinto porque ya produce grima que una política profesional como ella – con más de un cadáver en el baúl y algún vivo en la cocina – pretende seguir ejerciendo de luminosa estrella roja, pequeña Rosa Luxemburgo denunciando a la burguesía explotadora y etcétera. De León contestó con precisión y sin perder las formas. El Gobierno ha buscado el acuerdo en la provincia de Las Palmas –donde se logró – y en la de Santa Cruz de Tenerife –donde no fue posible– y usó los servicios mínimos por razones de reputación pero también de prudencia y seguridad laboral.

Fue sumamente disfrutable la respuesta de Matilde Asian –ayer pluriempleada – a Esther González, quien tal vez por medio minuto dudó ser Keynes. Asian le explicó a la diputada de Nueva Canarias, que quería conocer el nivel de ejecución de los fondos del mecanismo de recuperación y resilencia, pero que se hizo un lío con los mismos y los créditos presupuestarios. La consejera le explicó con maligna delectación el error que había cometido mientras en su escaño González parecía ciertamente afectada. También, por supuesto, se pudo escuchar otro diálogo de carmelitas entre su señoría Miguel Ángel Pérez del Pino y la consejera de Sanidad, Esther Monzón, incapaces ambos ya no solo en acercar puntos de vista, sino en coincidir en los hechos. Desde hace meses no parecen dos políticos debatiendo sobre la política sanitaria, sino dos metafísicos que se asombran (casi sinceramente) de las creencias del otro. No sé quién es el materialista o quién el idealista.

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