DEBATE DEL ESTADO DE LA NACIONALIDAD CANARIA 2025
Un imperativo patriótico
Raúl Acosta, de la AHI, pronunció uno de los mejores discursos del debate y casi de la legislatura: preciso, analítico, informado, coherente y riguroso

Fernando Clavijo charla con varios diputados en la bancada nacionalistas antes del inicio de la segunda jornada del debate. / María Pisaca
El portavoz de Nueva Canarias, Luis Campos, que intervino después del PSOE, es obviamente uno de los mejores oradores de la Cámara, pero en la tarde del martes parecía cansado. Y lo estaba. Se había pasado hasta la madrugada en la asamblea de Nueva Canarias del municipio de Santa Lucía y las cosas no habían salido bien. Incluso en ese feudo de leales se habían levantado varios concejales y docenas de militantes para decir que no soportaban a Román Rodríguez ni cinco minutos más. Campos intentó remansar las aguas pero fue inútil. La organización de Santa Lucía había quedado fragmentada. Era perfectamente comprensible el cansancio de Luis Campos pero es un político disciplinada y subió a la tribuna para criticar duramente al Gobierno en unas materias y proponer pactos en otras. Porque es un parlamentario, no un orate, y se intuye perfectamente que le asquean los discursos liquidacionistas. Son más interesantes diez minutos de Campos que una hora de Sebastián Franquis. Cuando el presidente Clavijo - cada día más desenvuelto en la tribuna - no contesta a una pregunta es que la pregunta tenía cierta capacidad explosiva y ha preferido dejarla en la gaveta. Un ejemplo en la intervención del diputado de NC del martes. Matilde Asian, consejera de Hacienda, ha rechazado la propuesta de condenación de las deudas autonómicas lanzada por la ministra María Jesús Montero pero ¿cuál es la propuesta del Gobierno de Canarias sobre la deuda autonómica? ¿No tiene ninguna? Evidentemente no, hasta que la acuerden Clavijo y su vicepresidente y sin embargo amigo, Manuel Domínguez.
Como todos los oradores en el debate Campos se refirió a la situación internacional - de difícil diagnóstico porque se caracteriza por cambios galopantes y por el desmoronamiento de un modelo geopolítico de más de 70 años sin que nadie sepa hacia dónde vamos- pero advirtió sobre los peligros de inmovilismo: negarse a actuar por miedo. NC, como el PSOE, tiene un problema con el Gobierno: crece la economía a buen ritmo, la tasa de desempleo es la mejor desde 2007, aumenta el trabajo femenino y lo hacen -si bien ligeramente - los salarios, se despereza la productividad y el PIB per cápita remonta. Para la crítica queda, por supuesto, las políticas sociales y asistenciales, pero es que en casi todas ha aumentado la financiación presupuestaria y los problemas estructurales no derivan de una actitud político- ideológica del Ejecutivo, sino de errores e insuficiencias de gestión pasados y presentes.
Después le llegó el turno a don Nicasio Jesús Galván, el portavoz de Vox, que le transmitió a Clavijo que había renunciado a dar la batalla cultural, «la batalla de las ideas». Por lo visto Galván está convencido de que la media docena de casposas ocurrencias que utiliza en sus charletas son ideas. A mí siempre me pasma escuchar a estos caballeros, que si leyeran una sola página de Habermas, de Rorty o de Adam Przeworski caerían al suelo víctima de un ictus, hablar de batallas de las ideas. Clavijo lo miraba divertido, como a un cupletista poco inspirado, pero enamorado del escenario. Después de batallar con las ideas - tal vez pueda llegar un día a participar en Cifras y letras y todo- Galván contó al respetable su solución universal para que la felicidad reine en las Islas: cortar todo el gasto público imaginable y, a continuación, volver a cortar, y así sucesivamente, imagino que hasta que vuelvan el hambre, las liendres, los pordioseros en las puertas de las iglesias, los caminos de tierra, la quema de brujas y el analfabetismo universal.
Galván está convencido de que la docena de casposas ocurrencias que utiliza en sus charletas son ideas
Creo haberle oído referirse a la motosierra de Milei, uno de los santos patrones de los ultraderechistas de hoy, con entusiasmo cargado de envidia, pero no estoy seguro. Vox habla de usar la motosierra, pero el verano pasado uno de sus diputados, el siempre afable Javier Nieto, perdió medio dedo manipulando un serrucho. Es tan diferente la sana teoría frente a la peligrosa práctica. Y viceversa.
Ayer le tocó el turno a los grupos parlamentarios que respaldan al Gobierno, y después de las tontadas del señor Galván todos parecían talentos socráticos. Pero, para evidenciar de nuevo hasta qué punto está vendido el cronista al oro de la reacción, todas las intervenciones resultaron razonables, tranquilas, reflexivas, casi enjundiosas. Como es natural, José Miguel Barragán valoró la gestión del Gobierno, pero también reflexionó sobre las complejidades de desarrollar reformas en un retorno inestable e incluso imprevisible, con el nuevo mundo trumpiano amaneciendo y un gobierno -el liderado por Pedro Sánchez-condenado a zurcir un día tras otro su mayoría parlamentaria. Es asombroso que un político de experiencia tan dilatada como Sebastián Franquis acuse a Clavijo de no liderar su Gobierno, cuando no ha removido a un solo consejero, no ha tenido ninguna querella intestina que amenace a su estabilidad y no ha perdido una sola votación parlamentaria. Barragán ofreció una panoplia de datos «porque como dicen ustedes en el PSOE el dato mata al relato», algunos extraídos de un informe de coyuntura de Comisiones Obreras.
Juan Manuel García Casañas, en la función de portavoz del Partido Popular, también se apartó del cualquier triunfalismo, mientras que Casimiro Curbelo -cada vez más imbuido en su papel de patriarca parlamentario por encima del bien y del mal y del regular- insistió en que la política tenía que servir para algo, y lo más sorprendente es que nadie sonrió.
Curbelo apeló a la unidad, lo mismo que hizo Raúl Acosta, de la AHI, que pronunció uno de los mejores discursos del debate y probablemente de la legislatura: preciso, analítico, informado, ecuánime, coherente y riguroso. Esa apelación al diálogo, el consenso y la unidad es en esta hora cargada de incertidumbre no una alternativa, sino una obligación política y moral de los partidos políticos canarios y sus dirigentes. Un imperativo patriótico.
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