Violeta Quiroga, experta en menores migrantes: «El reparto debe ser por ley o queda a merced de los cambios políticos»
Participa hoy en MigradMI, jornadas en las que expertos debaten sobre la gestión de las migraciones.

Violeta Quiroga, en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. / Andrés Cruz
¿Es un problema real, en un país de 47 millones de habitantes, la acogida de 5.900 menores migrantes no acompañados?
No es un problema en absoluto, pero se está haciendo una campaña para convertirlo en un problema. Llevamos más de 25 años trabajando con menores no acompañados y no hemos tenido tiempo aún de cambiar el discurso. La infancia migrante no es un fenómeno nuevo, ya es estructural, pero se sigue abordando con parches, que dependen del color político de quien esté gobernando. Muchos países se acercan cada vez más a la ultraderecha y sus discursos no ayudan a integrar a estos jóvenes en la sociedad, que es algo muy fácil de hacer.
¿Por qué es fácil integrarlos?
La mayoría llegan con 16 o 17 años. A esa edad, se van a construir en nuestro país y van a crear su identidad en nuestro país. Serán de Marruecos, Senegal o Malí, pero también serán de Canarias, Cataluña o Madrid, porque van a crecer entre nosotros. Su vida se construye en nuestras ciudades, en nuestros pueblos y junto a nuestros hijos. Serán ciudadanos iguales a los demás si invertimos en ellos y hacemos una política integral y sostenida en el tiempo. A medio plazo, estos chicos van a contribuir a la economía del país, van a trabajar aquí y pagarán sus impuestos, además de que formarán sus familias y tendrán hijos aquí. España es, económicamente, el país europeo que mejor funciona en este momento y es gracias a la mano de obra extranjera. Esa parte sí nos interesa, pero nos cuesta abrir la mirada a las diferentes culturas y maneras de creer.
¿Existen precedentes en Europa de una situación similar a la que vive Canarias, con más de 5.900 menores bajo su tutela?
Las costas italianas y las islas griegas tienen los mismos atascos de menores. La diferencia está en la redistribución de esta población. Los menores que llegan a Francia, un país muy centralizado, son inmediatamente redistribuidos entre todas las regiones. Canarias forma parte de un país y no puede soportar esto en solitario. Aunque es muy complicado, creo que una vez conseguida la redistribución, habría que trabajar en unificar la atención y el acompañamiento de los jóvenes en todas las regiones, porque algunas los expulsan simbólicamente. Se limitan a cubrir sus necesidades básicas, no los acompañan y terminan por marcharse a otras comunidades. Participé en un proyecto europeo para distribuir jóvenes migrantes de la ciudad de Barcelona y seleccionamos chicos que vinieran de entornos rurales para derivarlos a un pueblo del Pirineos, donde cada vez hay menos población joven. Allí encontraron oportunidades, se han quedado y han creado vínculos.
¿Qué peligros conlleva no invertir en la integración de la infancia migrante?
Se generan bolsas de pobreza en las grandes ciudades y los estigmatizamos mucho más. La gran mayoría termina insertándose en nuestra sociedad, pero se intenta vender esa imagen de delincuente o persona peligrosa. Hay que trabajar con ellos de forma integral, sin olvidar la dimensión de las relaciones y el trabajo con la comunidad en la que se van a desarrollar. Las noticias sobre menores migrantes suelen ser negativas y no muestran sus éxitos y sus capacidades. Son chicos con un potencial tremendo. Los países de origen están perdiendo generaciones de jóvenes con talento. Sin embargo, aquí no trabajamos para potenciar sus capacidades, sino que se aborda desde una perspectiva negativa.
¿Existe alguna vía para hacer obligatoria la redistribución de los niños migrantes sin pasar por la reforma del artículo 35 de la ley de extranjera?
Eso es muy difícil. El reparto debe ser por ley, porque sin ella queda a merced de los cambios políticos.
¿Por qué cada vez es más habitual que migren niños solos?
Porque cada vez hay más redes migratorias detrás. Antes, los chicos organizaban su propio viaje y venían con su grupo de iguales. Ellos mismos vigilaban los camiones y buscaban la manera de embarcarse. A partir de 2018, las mafias ponen el foco en los jóvenes y empiezan a ir por los pueblos de Marruecos a exponer a las familias las ventajas que tiene migrar para los niños y jóvenes.
El número de niñas que migran solas también se ha incrementado...
Para ellas es muy duro y muy peligroso. Antes llegaban algunas, pero ahora las mafias incluso pactan con las familias que el pago del viaje se abone solo si su hija llega bien a destino. He entrevistado a chicas de Marruecos que se han pasado meses súper protegidas en un piso en Tánger, mientras esperan la oportunidad de poder cruzar a España. Una vez en Andalucía, las recogió un coche que las llevó hasta Cataluña.
¿Es una opción fomentar el retorno de los niños?
El retorno es una repatriación. Ha habido muchos intentos y todos han fracasado. En Madrid, llegaba la Policía Nacional a los centros de madrugada, los esposaba, los metía en un avión y los soltaba en un aeropuerto de Marruecos, sin ningún tipo de garantías. Gracias a la colaboración entre abogados, trabajadores sociales y educadores se frenó esta práctica, que era vulneraba los derechos. En 2008, se puso en marcha el proyecto Cataluña – Magreb, que seleccionó a un grupo de jóvenes que querían retornar voluntariamente. Se les llevó a un centro en Tánger y se les dio una formación a medida. Además, se les permitía volver a España cuando quisieran. Se quisieron ir muy pocos y la mayoría volvió a Cataluña, con lo que el proyecto fracasó. Las repatriaciones que conozco de jóvenes y de adultos han terminado mal. Vuelven con muchísima rabia y arriesgan más sus vidas. Entran en espacios mucho más marginales y su situación no se va a poder regularizar nunca.
Al cumplir los 18 años, muchos de los jóvenes tutelados se quedan en la calle.
La gran mayoría no acaba en un recurso, porque las comunidades no tienen capacidad para atenderlos a todos. Eso se convierte en un caldo de cultivo, especialmente en las grandes ciudades, donde se crean bolsas de pobreza. No significa que sean delincuentes, solo están intentando sobrevivir. Es una situación que genera intranquilidad y desconfianza entre los vecinos. Debería existir un programa universal al que tuvieran acceso esos jóvenes una vez que salen de los centros de acogida.
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