CRÓNICA PARLAMENTARIA
Un eterno y pachorrudo retorno
Sobre las tonterías racistas de Nicasio Galván, el presidente casi se limitó a transmitirle un cansado «ni quiera se cree usted lo que dice»

Los diputados de NC-Bc Carmen Hernández y Luis Campos durante el pleno, ayer. / Arturo Jiménez
Finalizadas las vacaciones parlamentarias de enero -solo se siguieron celebrando las sesiones de la comisión de investigación sobre mascarillas y demás cochinadas- sonaron de nuevo las divertidas fanfarrias de los plenos parlamentarios. El de ayer comenzó un pizco tarde, como suele ocurrir en la era Astrid Pérez, quien, por supuesto, sigue sin aclarar cuánto cobra en el ejercicio de su cargo de presidenta de la Cámara. Cuentan por los pasillos que la señora Pérez ha convertido este asunto en una especie de línea Maginot de su mandato. El que quiera saber lo que gana pues que busque los actos de la presidenta por los que pueda haber recibido dietas, y después los multiplique y los sume y con un poco de suerte acierta. Al parecer esta mamarrachada ha sido consagrada como doctrina por la propia Mesa del Parlamento. En este primer pleno de 2025 se retornó la costumbre -que le chiflaba a Gustavo Matos- de emitir declaraciones institucionales. Pérez leyó ayer una declaración institucional de solidaridad con los enfermos oncológicos que parecía escrita por un niño de ocho años. No, nadie pidió que trajeran al salón de plenos a un niño de ocho años. Minutos antes los diputados y diputadas se habían saludado cordialmente intercambiando los parabienes habituales y las mismas bromas estúpidas de costumbre. El portavoz de Vox, Nicasio Galván, tuvo un gesto extraño, estrechando las manos del presidente y del vicepresidente del Gobierno y luego, uno por uno, a todos los consejeros. Jessica de León no lo vió venir y se llevó un susto al descubrir a Galván al lado, como si hubiera visto una compañía de requetés avanzando sobre la alfombra. Después se sentó muy ufano en su escaño. A los tres diputados de Vox todavía les duraba la euforia del aquelarre ultraderechista celebrado el pasado fin de semana en Madrid, en el que participaron alborozadamente, como estrenando camisa nueva. Paula Jover no consiguió posar con Orban, pero se las arregló para hacerlo con Javier Ortega Smith, que ya son ganas de posar.
Por supuesto las preguntas al presidente del Gobierno comenzaron por el asunto migratorio y, más en concreto, por la situación de las negociaciones con Madrid sobre la distribución de la mayoría de los más de 4.600 niños migrantes no acompañados en las distintas comunidades autónomas. El diputado de la Agrupación Herreña Independiente, Raúl Acosta, advirtió por enésima vez que la situación en El Hierro -donde han desembarcado más del 80% de los migrantes africanos en el último año- es de cansancio social y está al borde del colapso asistencial. Fernando Clavijo asintió y admitió que el acuerdo que por fin parece a punto de firmarse - «falta acordar la ficha financiera con el Ministerio de Hacienda»-es un parche, no una situación definitiva. Más tarde Vox volvería a insistir con su cruel cantinela. En su respuesta Clavijo introdujo un elemento de alerta. Este año, a principios de julio, se celebra en El Hierro la Bajada de las Virgen de los Reyes. La población de la isla, unas 11.000 personas aumenta hasta los 35.000, con lo que eso supone de presión sobre los recursos de sanidad y seguridad durante varias semanas. Una situación extremadamente delicada que preocupa dentro y fuera de El Hierro. Sobre las tonterías racistas de Galván, el presidente casi se limitó a transmitirle un cansado «ni quiera se cree usted lo que dice».
Pero tal vez sea conveniente subrayar que las estrategias políticas y retóricas de los parlamentarios se han encerrado en un eterno y pachorrudo retorno. La pausa navideña no ha afectado para nada a las actitudes de unos y otros, si es que merecen tal nombre. La misma intervención de la diputada del PP Luz Reverón -vestida ayer con una chaqueta de domador de leones sanchistas - es una prueba evidente de la eternización de unos roles a los que los grupos parlamentarios están cariñosamente apegados. El PP se orienta a apostrofar sistemáticamente de Pedro Sánchez y sus representantes en la tierra macaronésica, los socialistas liderados por ese espíritu franciscano llamado Ángel Víctor Torres. El segundo objetivo consiste en deshacer en azúcar a los consejeros del PP en el Ejecutivo regional, con especial fruición, obviamente, al vicepresidente y consejero de Economía y Comercio, Manuel Domínguez. El señor vicepresidente es un líder singular porque cuando sus compañeros lo elogian parece que está escuchando los números de la pedrea cantados por los niños del colegio de San Ildefonso. Como dijo una diputada de su propio grupo en la pasada legislatura, Domínguez tiene dos problemas: debería afeitarse dos veces diarias para sofocar su exuberancia capilar y no parece capaz de sonreír jamás. Pero es falso: tiene otros. Por ejemplo, un grupo parlamentario obsesionado por el antisanchismo como superstición religiosa que no es capaz de proyectar los logros o esfuerzos de sus cargos públicos en el Gobierno autonómico. Jamás ha quedado claro cuál es su proyecto político para Canarias. Y sigue sin estarlo.
Nueva Canarias lo tiene claro. Luis Campos -siempre con unas formas corteses inhabituales en la Cámara - denuncia el incestuoso enlace entre un regionalismo que presume de nacionalismo y una derecha que presume de liberal y tampoco lo es. Para elevar el tono hasta alturas marxistas-lennistas-pensamiento Mao Tse Tung disponen de Yone Caraballo y Natalia Santana. Y así será hasta el final que les espera, cuando el aerolito de las próximas elecciones autonómicas (y locales) le impacte en su testaruda cabeza a Román Rodríguez.
Tampoco el PSOE ha reflexionado, aunque haya celebrado un congreso regional y todo, sobre su estrategia parlamentaria. Nira Fierro, confirmada como secretaria de Organización, visiblemente encantada consigo misma, seguirá siendo la presidenta del grupo socialista, y Sebastián Franquis el portavoz, aunque cualquier análisis mínimamente realista llevaría a intercambiar las responsabilidades. El método también sigue siendo el mismo: leña furibunda, despectiva y escandalizada al Gobierno. De Fernando Clavijo se ocupa el compañero Franquis y de Manuel Domínguez la compañera Fierro, sesión tras sesión, pleno tras pleno, muermo tras muermo. El dirigente grancanario es el más gandul y palabrero. No incide jamás en problemas concretos ni aporta un análisis, cuantitativo o cualitativo, a su tremebunda censura. Lo suyo no son preguntas, sino breves discursos que por sí solos justifican los estudios de logopedia. La pregunta que llevó ayer al pleno y dirigió a Clavijo fue, nada menos, si el presidente creía que su gobierno estaba a la altura de las necesidades de Canarias. Después siguieron tres minutos de fuego apocalíptico. «Ah», replicó Clavijo, «usted lo que quiere es un gobierno que haga lo que ustedes no hicieron» Rechifla general en los escaños de la mayoría. Mañana (hoy) sigue la cosa y habrá que apretar la síntesis hasta asfixiarla.
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