Naufragio frente a Marruecos: la ruta canaria desola Gujrat
La mayoría de los ahogados en Marruecos procedían de Gujrat, un pueblo al norte de Pakistán, donde se vive a duras penas de la agricultura y de pequeños negocios.
Los 36 supervivientes están recibiendo asistencia en un campamento en Dajla y algunos relatan acciones de violencia durante la larga travesía por la ruta canaria.

Archivo.- Migrantes asiáticos restacados cerca de El Hierro. / Gelmert Finol / Efe
Las alertas que lanzaron los ocupantes del cayuco durante seis días no fueron suficientes para que las autoridades marroquíes prestaran ayuda ante la emergencia. Sin agua ni comida, la desesperación se apoderó de los 86 migrantes que zarparon desde Mauritania el 2 de enero con la intención de entrar en Europa a través de Canarias. Tras 13 días de angustiosa travesía, la barquilla se hundió frente a la costa de Dajla y los equipos de rescate de Marruecos apenas pudieron salvar a 36 supervivientes. Según denunció la oenegé Caminando Fronteras, 50 personas murieron ahogadas en aguas del Atlántico. Entre ellas había 44 pakistaníes y, al menos, 12 procedían de Gujrat, un pueblo situado a unos 150 kilómetros de la capital, Islamabad, donde se vive a duras penas de la agricultura y de pequeños negocios.
Los supervivientes, tras pasar casi dos semanas a merced del oleaje del Atlántico, describieron las extremas circunstancias que tuvieron que soportar durante su viaje. Según su relato, las condiciones en la barquilla fueron particularmente duras, agravadas por la incertidumbre y el temor constante a un desenlace fatal. Según la cadena de televisión pakistaní Ary News, algunos supervivientes relataron que a bordo de la barquilla hubo amenazas y acciones violentas con armas blancas.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Pakistán, en un comunicado de prensa, indicó que su embajada en Rabat les informó rápidamente sobre el incidente, por lo que enviaron un equipo a Dajla para ayudar a los supervivientes y ofrecerles el apoyo necesario. De momento, están siendo atendidos en un campamento improvisado en esta ciudad del Sáhara Occidental y el ministro de Asuntos Exteriores, Ishaq Dar, dio instrucciones a todas las agencias pertinentes para que prioricen la asistencia.
No importa el peligro
Nada más conocerse la tragedia, el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif, expresó sus condolencias y exigió a las autoridades un informe exhaustivo. «Este atroz acto de trata de personas será respondido con medidas estrictas», afirmó Shehbaz, quien aseguró que no tolerará la negligencia a la hora de abordar este tipo de delitos y reiteró el compromiso de su Ejecutivo para plantar cara las mafias que trafican con personas.
La presencia de migrantes procedentes de países asiáticos en la ruta canaria es cada vez más habitual. En concreto, en los últimos seis meses de 2024, arribaron a las Islas más de 220 pakistaníes, según datos de Frontex. Ahmed Sardar, portavoz de Pak Federación España –representante de todas las entidades de la comunidad pakistaní en el país–, señala que estos chicos provienen de pueblos pequeños, con poco acceso a la información. «Muchos venden sus casas para poder pagar el viaje, con la esperanza de que en uno o dos años puedan regresar con más dinero», relata Sadar, quien advierte que el perfil de los migrantes está cambiando y ahora hay muchos con estudios universitarios.
Intervención de los gobiernos
El motivo por el que hay asiáticos que terminan a bordo de cayucos en Mauritania es que la ruta mediterránea que parte desde Túnez está blindada. «Las mafias buscan alternativas y no les importa lo peligrosas que sean», lamenta Sadar, quien recuerda que la mayoría de estos migrantes recorren más de 8.500 kilómetros por carretera, para después subir a una barquilla precaria sin saber a qué se van a enfrentar.
Desde Pak Federación España reclaman a los gobiernos más coordinación para intentar frenar la migración irregular, con la que tantos jóvenes pierden la vida. «Algunas veces recibimos llamadas de personas que quieren orientación para venir a Europa por cauces no oficiales y los convencemos de que no lo hagan. Pero solo llama uno de cada mil. Nuestra capacidad es muy limitada y esto requiere intervención de los gobiernos», concluye Sadar.
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