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La resistencia Aww / La Provincia
Juan Ezequiel Morales
En una reunión ad hoc de varios profesores de filosofía y filósofos, no adscritos a la ideología de la Escuela de Frankfurt o al situacionismo de Guy Debord, abordamos la base en la que se sustenta el pensamiento denominado de izquierda, que observa nervioso cómo los jóvenes de entre 18 y 24 años votan masivamente opciones ultraconservadoras, y vuelven a la defensa de valores, como si se hubieran convertido en nietzscheanos de la voluntad de poder individual, abandonando la moda de hacerse ovejunos revolucionarios marxistas. Para los jóvenes lo ultraconservador es el nuevo «punk».
Tan solo viendo el enfoque acerca del método científico como una creencia dirigida por los estados, en vez de como un camino para dirimir la verdad de las cosas, tenemos una idea de a lo que nos enfrentamos. Efectivamente, y por ejemplo, en los últimos años, la creciente tendencia de políticos ignorantes de apropiarse del concepto de evidencia científica ha puesto en peligro la confianza pública en el conocimiento y los avances científicos.
El caso de Patxi López expone una peligrosa falta de formación en conceptos básicos: durante la campaña de 2009, en una entrevista, surgió la ocasión de hablar sobre Ibarretxe. El conductor del programa, buscando introducir una metáfora, planteó a Patxi López una pregunta directa: «¿Conoce usted el Principio de Arquímedes?». La respuesta de López, «Depende de cuál de ellos». El locutor manejó la oportunidad sin ir al ataque directo, explicó de manera clara el único Principio de Arquímedes, y usó la explicación para establecer una comparación humorística sobre si el peso político de López era mayor o menor que el de Ibarretxe.
Si aquellos que presumen de erudición cometen estos fallos, ¿qué confianza puede tener el ciudadano en su capacidad de decidir sobre asuntos de gran complejidad, como las vacunas o las estrategias energéticas? De esta forma, los dirigentes convierten un tema como el calentamiento climático en terrorismo climático y se atreven, por ejemplo, a dar permiso para arrasar hectáreas de olivos centenarios en Andalucía para cubrir el espacio expropiado con placas solares de dudoso final.
El currículum de Pablo Iglesias incluye, principalmente, dos títulos académicos: es doctor en Ciencias Políticas y licenciado en Derecho, ambos por la Universidad Complutense, y dos Máster. Con este historial, errores como confundir la obra de Kant Crítica de la razón práctica con un inexistente La ética de la razón pura, o atribuir a Newton la Teoría de la Relatividad, son fallos que no pasan inadvertidos. Durante un debate con Albert Rivera, Iglesias intentó impresionar citando a Kant, aprovechando una pregunta de un estudiante de la Universidad Carlos III. Aunque Rivera reconoció no haber leído al filósofo, Iglesias, lejos de quedarse atrás, optó por inventar un título de Kant, evidenciando que su afán de aparentar no conoce límites. Este no fue su único desliz. En una charla de 2012 sobre el poder de la ideología en los medios de comunicación, Iglesias sorprendió al atribuir a Newton la deducción de la Teoría de la Relatividad. En sus propias palabras: «A los liberales les gusta mucho Newton. A Newton se le cae una manzana en la cabeza y, a partir de ahí, deduce la Teoría de la Relatividad: vamos de lo concreto a lo global».
El presidente Pedro Sánchez representa otro nivel de desprecio por la integridad intelectual. Su tesis, plagada de errores, plagios y manipulaciones, pone en duda no solo su mérito académico, sino también su capacidad para discernir y actuar en base a evidencias confiables. ¿Cómo puede liderar un gobierno alguien cuya obra académica está tan cuestionada que un 20% es considerado plagio? El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presentó en noviembre de 2012 su tesis doctoral en la Universidad Camilo José Cela, donde ejercía como profesor. Sin embargo, se han identificado al menos 122 errores significativos. Un ingeniero, Alfredo Rodríguez, decano del Colegio de Castilla y León, solicitó al Comité Permanente de Integridad Académica de la universidad una revisión o incluso la anulación del título de doctor de Sánchez. Esto fue en 2021 y ahí quedó. De entonces a ahora lo que sí hemos visto es el interés de su cónyuge por usurpar direcciones de cátedras con una más que visible base iletrada para ponerse a ello, sin otro ánimo que el querer aparentar, como una Elena Ceausescu. Y este presidente es quien, sin rubor, se sube luego a la tribuna a enarbolar el concepto epistemológico de la «evidencia científica» para insultar como «negacionistas» a quienes no sigan ciegos la directriz política de la Agenda 2030, de donde emana, por lo visto, la ciencia absoluta.
La ciencia no puede ser tratada como una herramienta retórica al servicio de agendas políticas. Mientras se llenan la boca con discursos sobre igualdad y progreso, perpetúan prácticas que afectan directamente a la población, evidenciando un cinismo político que ya no puede ocultarse ¿Hasta cuándo lo toleraremos? Comienza un giro histórico donde la juventud, en vez de abrazar la izquierda académica, la rechaza precisamente por sus burdas contradicciones.
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