Dos mundos en una playa
Turistas y vecinos de Arrieta, Lanzarote, atienden a 54 migrantes que llegaron a la costa por sus propios medios a bordo de una zódiac

Llegada de migrantes a la playa de La Garita (Lanzarote) / Adriel Perdomo/Efe
Un mismo escenario para dos mundos. A un lado, turistas y vecinos disfrutando del calor de los últimos rayos de sol de un espléndido día de invierno y, al otro, un grupo de 54 migrantes entumecidos de frío después de dos largas jornadas de navegación en alta mar. Unos en bañador y otros bajo pesados abrigos empapados por el agua del mar durante la travesía. La llegada de una neumática a la playa de La Garita, en Arrieta, sorprendió el martes a quienes paseaban por la localidad lanzaroteña, que no dudaron ni un segundo en tender la mano a los recién llegados.
Nada más tocar la orilla, 46 hombres, siete mujeres y una niña desembarcaron de la zódiac. Sus pasos sobre la arena eran inestables. Los músculos de las piernas no les respondían después de 48 horas sentados en la barquilla sin espacio para moverse lo más mínimo. Un migrante cayó desplomado al agua cuando trató de abandonar la lancha debido al cansancio y dos personas corrieron a auxiliarlo para evitar una tragedia, pues corría el riesgo de morir ahogado a pocos metros de la orilla. Algunos, sentados en el suelo, trataban de asimilar que habían alcanzado el objetivo de llegar con vida hasta Europa a través de la ruta canaria; otros comenzaron a rezar; y hubo quien se lanzó al suelo para besar la tierra a la que habían llegado y en la que sueñan con encontrar un futuro mejor.
En la playa les esperaban varios agentes de la Policía Local de Haría, que se encargaron de organizar el desembarco. El pueblo de Arrieta se movilizó rápidamente y ofreció a los migrantes comida, agua y abrigo. Chocolatinas, bocadillos, zumos y galletas aparecieron en pocos minutos para ayudarles a recuperar fuerzas. «Un señor se quitó hasta la camisa para dársela a uno de los chicos. Estaban agotados y con mucho frío», señala el concejal de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Haría, Alberto de León, quien asistió tanto la llegada de los migrantes como la actuación de los vecinos de su municipio.
Campamento improvisado
Algunos paseantes se detenían y se acercaban, simplemente, para curiosear o a gravar la escena, pero la mayoría de las personas que presenciaron el desembarco pusieron su granito de arena hasta que aparecieron los equipos de emergencias. «Llegaron muy tranquilos y recibieron con agradecimiento la ayuda de los vecinos de Arrieta, que salieron de sus casas con todo lo que podían llevar hasta la playa para colaborar», subraya De León.
Según relataron los migrantes a quienes les auxiliaron, la neumática había zarpado dos días antes desde la costa de Marruecos, probablemente desde Tan Tan –al sur del país–, pero gran parte de los ocupantes de la barquilla procedían de Malí, con lo que su proceso migratorio había empezado mucho antes de lanzarse al mar. «Lo primero que hicimos fue preguntar si había niños o embarazadas, para darles una mayor atención», asegura el concejal hariano.
Los servicios sanitarios y los voluntarios de Cruz Roja improvisaron un campamento a pie de playa para atender a los migrantes. Les entregaron mantas térmicas, ropa seca, comida y bebida y se preocuparon por su estado de salud. «Montamos una carpa para que pudieran cambiarse y quitarse la ropa mojada y se les hizo un primer chequeo, por si alguno necesitaba asistencia médica o padecía alguna patología que requiriera medicación», explica José Antonio Rodríguez Verona, responsable de primera respuesta de emergencia para la población migrante de Cruz Roja en Canarias. Los miembros de la expedición se encontraban aparentemente bien y aunque algunos sufrieron hipotermia y deshidratación, se repusieron con rapidez. «Hubo que trasladar a uno en ambulancia, porque tenía mucho frío y un chico muy jovencito tenía un fuerte dolor en una rodilla», explica De León.
Antes de que los vecinos de Punta Mujeres la avistaran, la embarcación había sido detectada por los equipos de rescate, pero finalmente tocó tierra antes de que la embarcación de Salvamento Marítimo llegara a su encuentro. Esta no es la primera vez que una patera arriba por sus medios a la costa conejera, tal y como recuerda De León, que admite que los vecinos de la zona ya están acostumbrados a vivir situaciones similares a la que se produjo el martes en la playa de La Garita. Si bien, esta maniobra es especialmente peligrosa, pues la barquilla corre mayor riesgo de volcar por el empuje del oleaje. Han pasado ya casi quince años de la tragedia de Los Cocoteros –a poco más de 10 kilómetros de La Garita– y los vecinos todavía no han olvidado cómo una patera con una treintena de personas volcó a poco más de 20 metros de la orilla. El trágico accidente dejó 21 muertos, 16 de ellos niños y adolescentes.
Testigo en la orilla
Después de unos meses de calma, en los que el mayor número de llegadas se registraba en El Hierro, Lanzarote está soportando una importante presión migratoria en las últimas semanas. El mismo martes arribó otra patera con 40 personas a bordo a Arrecife. Así, el personal de Cruz Roja se encontraba en Puerto Naos acondicionando sus instalaciones y reponiendo material tras esa actuación. La plantilla tuvo que dividirse para acudir a la playa de La Garita y atender a los migrantes recién llegados. Ocho voluntarios y tres profesionales de la oenegé se hicieron cargo de la intervención.
Varada en la orilla, la neumática era el único testigo de lo que había ocurrido que quedaba en la playa al caer el sol. Los bomberos del Consorcio de Emergencias de Lanzarote la llevaron hasta un camión grúa que la retiró para trasladarla hasta un cementerio de pateras, donde se acumulan embarcaciones llenas de las historias de las miles de personas que se jugaron la vida en el mar en busca de un futuro mejor.
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