Entrevista | Luis Herrera Mesa Zoólogo de la Universidad de La Laguna

«En La Gomera tuve una infancia muy vinculada a la naturaleza y el agua»

«Si las galerías, pozos, charcas, presas y embalses no son suficiente, habrá que desalar», afirma

Luis Herrera Mesa, en la Universidad de La Laguna.

Luis Herrera Mesa, en la Universidad de La Laguna. / E. D.

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Luis Herrera Mesa (San Sebastián de La Gomera, 1949) recibirá la Medalla de Oro de Canarias como colofón a una vida de honores marcados por su devoción por la ciencia.

¿Cómo ha recibido la noticia de este reconocimiento recibido por parte del Gobierno de Canarias?

Pues muy bien, muy agradecido. A estas alturas de mi vida, he recibido bastantes premios y distinciones, como la Cruz de la Orden del Mérito, el Premio Humboldt, o el haberme nombrado hijo predilecto de La Gomera. Pero esta medalla de oro de Canarias, es un gran estímulo y una gran alegría para mí.

Es usted zoólogo, ¿qué es lo que le llevó a centrarse en esta disciplina?

Pues yo en realidad empecé a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad de La Laguna, pero hubo un momento en el que me di cuenta de que lo mío era la Biología. Era lo que más me gustaba y, a día de hoy, a mis 73 años, es lo que me sigue apasionando. No sé si porque crecí en un pueblo, o porque no había televisión, internet, ni juegos de consolas, pero recuerdo pasar días enteros en el agua y en los charcos. En La Gomera tuve la suerte de vivir una infancia muy vinculada con la naturaleza. Por eso, hoy en día, yo a los padres les recomiendo ir con los niños al campo todos los domingos para que vean pájaros, lagartos, mariposas y hasta piedras. Todo eso forma.

Está claro que vivir en un pueblo no es lo mismo que hacerlo en una ciudad.

¡Claro! Los niños hoy se crían en los pisos y lo digo como abuelo que tengo nietos. Viven en pisos y no saben cabra, un cometa, un cerdo, una gallina, un pollo [risas]. Hay que llevarlo al campo para que vean animales en su entorno natural y en libertad. Tenemos unos niños muy urbanitas que están todo el rato pegados a la consola o al teléfono, y no es lo normal. Hay que conocer la naturaleza, salir al campo y divertirse. Además, es un baño de oxígeno, porque la plantas hacen una cosa prodigiosa que es que consumen CO2 y nos devuelven con oxígeno. Es la maravilla de las maravillas. Sin CO2 no habría vida en el planeta y los bosques no nos darían esos baños de oxígeno.

Durante su carrera ha estudiado casi todo.

Sí. A lo largo de mi carrera he trabajado en temas de biodiversidad, biología y calidad de las aguas continentales, así como la depuración y de regeneración de aguas y utilización de las aguas regeneradas. Desde 2014 también he venido trabajando en cambio climático y reflexionando sobre él. Es un tema en el que sigo publicando bastante, sobre todo en lo que tiene que ver con los efectos antrópico y no antrópicos del cambio global.

¿Qué es lo que hace que se empiece a preocupar usted sobre el estudio del cambio climático?

La literatura científica sobre este aspecto es enorme. Pero una parte de los científicos aludimos a que el cambio climático no se puede atribuir exclusivamente a los efectos de la civilización actual. En otros períodos geológicos también se han producido calentamientos globales. Hace 120.000 años, por ejemplo, cuando la especie humana no existía como tal en el planeta Tierra, existía un calentamiento con temperaturas incluso superiores a las que tenemos actualmente. Esto nos hace pensar que, desde hace unos 20.000 años nos encontramos en un período de deglaciación que provoca que todos glaciares y la masa de hielo se descongele. Eso, a su vez, es el motivo de que se produzca un incremento del nivel del mar que, en estos 20.000 años, ha aumentado unos 120 metros. Es verdad que, con motivo de la Revolución Industrial de 1.700, se ha acelerado el consumo de materia orgánica y de los activos fósiles y eso ha incrementado un poco las concentraciones de CO2 en la atmósfera. Pero las 420 partículas por millón de CO2 que se han encontrado en la atmósfera no se pueden atribuir exclusivamente a ese pequeño incremento de la concentración de dióxido de carbono. Existen también factores exógenos y no antrópicos porque el planeta tiene unos ciclos que van desde el cambio del eje de la tierra hasta las tormentas solares.

Pero estará conmigo en que, en los últimos años, ese incremento de concentraciones de CO2 atmosférico ha sido muy rápido y acelerado. Cuando nos referimos a un cambio climático natural estamos hablando de unas modificaciones que se producen en decenas de cientos de años.

Sí, sin duda. Pero los estudios de análisis de cambio del clima consideran el comienzo del momento actual en 1950. Son apenas 70 años. Es una minucia en la evolución de los gases de efecto invernadero. Tengo que aceptar que las determinaciones que se están haciendo de CO2 y otros gases de efecto invernadero, denotan es incremento de CO2. Pero estamos midiendo un período muy corto. Por eso, frente a estas alarmas catastrofistas, que hacen pensar que el desarrollo humano es insostenible, yo creo que la inteligencia humana tendrá ese chispazo que nos permitirá incorporar tecnología nuevas (energía eólica, la fotovoltaica, hidráulica), y contribuirá efectivamente a distribuir las emisiones y el consumo de combustibles fósiles. Por supuesto que siempre reducir el consumo es una buena medida, pero creo que hay que poner las cosas en su justa dimensión. Porque es un proceso irreversible y que, vuelvo a repetir, no viene de ahora.

Lo que está claro es que hay que tomar medidas y hemos tardado bastante en hacerlo. ¿Cree que las propuestas de actuación que se plantean en Canarias son suficientes?

Tengo relación con algunos científicos de Tenerife que están trabajando en el Parque Nacional del Teide y tienen publicaciones muy constatadas sobre cómo el calentamiento global está incidiendo sobre la biodiversidad del Parque Nacional. Los científicos están encontrando que algunas especies se van reduciendo y se desplazan a altitudes más frescas. En todo caso, las Islas no son un entorno archipielágico como las islas del Pacífico, que están a nivel del mar y se van a inundar. Lo que ocurrirá en Canarias es que las playas desaparecerán. Esto va a ser así.

Pero no es solo el nivel del mar, también estamos hablando de una mayor ocurrencia de fenómenos extremos, ¿cómo se puede preparar una región tan vulnerable como Canarias para una mayor ocurrencia de olas de calor o tormentas tropicales?

El Gobierno de Canarias, y en concreto la Comisión Europea, tiene unas directivas para la prevención de riesgos en zonas inundables. La Comisión Europea hace especial hincapié en aquellas zonas donde no se debería construir, porque puede venir una DANA y arrasar con todo. El Cabildo de La Gomera y todos los cabildos insulares, están trabajando ya sobre un plan de prevención y de contingencia por posibles inundaciones porque efectivamente, vale más prevenir que curar. En zonas como el Valle de Güímar, Valle Guerra y Bajamar hay que intentar evitar las edificaciones porque son sitios inundables.

Con este cambio climático parece que se va a agravar la sequía en Canarias, habiendo estudiado sus recursos hídricos ¿cómo cree que lo podría afrontar?

En las Islas no se puede hablar de trasvase de cuencas porque no hay cuencas con caudales permanentes como en la Península. En Canarias hay un sistema de explotación de aguas como es el sistema de galerías. El problema es que, además de tener recursos limitados, la población ha ido creciendo y contamos con un sector turístico que consume y demanda mucha cantidad de agua. Por tanto, yo abogo reutilizar todas las aguas que se usan, depuradas y, con un costo añadido, regenerarlas para darle una serie de usos como el riesgo de parques y jardines o campo de golf. Es evidente que el consumo de agua va a más. Si las galerías, los pozos, las presas, las charcas y los embalses no son suficiente para el consumo, habrá que desalar para afrontar el reto del agua.

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