Entrevista | Ana Bautista Exgimnasta campeona de Europa y psicóloga

«A las niñas les digo que conecten con algo que les haga vibrar más que brillar»

«La gimnasia rítmica para mí era una pasión, algo con lo que conectaba y me sentía viva», afirma

Ana Bautista logró cuatro medallas en la Copa de Europa de gimnasia rítmica

H. U. D.

Campeona de Europa de gimnasia rítmica en 1989, una grave lesión de espalda la apartó de su deporte demasiado joven. Punto de inflexión que llevó a esta tinerfeña a encauzar su vida hacia la psicología. Ahora, alejada de cualquier foco mediático pero todavía vinculada con el deporte, ejerce en Palma de Mallorca. De forma tan silenciosa como eficaz. Con la misma pasión que cuando se expresaba encima del tapiz.

Tres décadas después de su retirada como deportista, ¿qué es de Ana Bautista?

Lo primero es que soy una persona que me gusta pasar desapercibida. Me dedico a la psicología, tratando de ayudar en diversos ámbitos, como el educativo, el clínico... También trabajo con deportistas retirados e igualmente los que siguen en activo, sobre todo gente relacionada con la rítmica. Y además trato de ayudar a entrenadores en la preparación técnica y el acondicionamiento físico.

¿Cómo le hacen saber que le han galardonado con la medalla de oro de Canarias?

Fue algo que me cogió por sorpresa, y la verdad que estoy infinitamente agradecida. Al estar bastante desvinculada de todo lo público y social, esta medalla me remonta un poco a otras épocas de mi vida; pero no solo a la de deportista, sino también a la de entrenadora. Siempre me he sentido muy arropada y querida por mi tierra, por Canarias y por Tenerife, por lo que estoy muy agradecida, no solo al Gobierno regional, sino también a todas esas personas que forman parte de mi camino de vida, que están ahí, y que sin ellos no hubiera sido posible el trayecto que he realizado en todos estos años. Esos que muchas veces están en la sombra, pero siempre te ayudan. Hablo de mis padres, mi hermano, mis entrenadoras, muchas compañeras del deporte... Esta medalla es como la gotita de un gran océano.

Alejada de los focos desde hace años, ¿le sorprende que se hayan acordado de usted? ¿Le ruboriza?

Empezando por lo segundo, sí, sin duda. Me ruboriza, pero también lo agradezco porque siento el cariño a la misma vez. Y sobre lo otro, pienso que hay muchas personas que, a lo largo del tiempo, también lo merecen. Personas que, como yo, han pasado horas y horas, días y días, de sus vidas dedicados a su pasión.

Si tuviera la oportunidad de retroceder en el tiempo, ¿volvería a dedicarse a la gimnasia rítmica?

Sí, claro que volvería a hacerlo. La gimnasia para mí era un modo de vida artístico, no solo deportivo. De esa etapa recuerdo que lo que más deseaba era estar en la sala de entrenamiento, porque yo no era muy competitiva, y lo que me apasionaba era la parte artística y la creativa. El sobreenfoque, profundizar en un área y descubrir sus matices. Y la rítmica me permitía eso junto a personas que me enriquecían mucho. Disfrutaba plenamente de esa parte artística, creativa y de descubrimiento corporal. Luego estaban las competiciones, que para mí no eran el objetivo principal. Y eso es algo que he vivido luego igual, tanto en mi faceta de entrenadora, como ahora, tratando de ayudar a deportistas en esas difíciles etapas de autoexigencia. Centrarme en el proceso para poder llegar al objetivo.

Siendo tímida como usted mismo admite, ¿hubiera soportado estar en primera línea de su deporte en un momento como el actual en el que todo está mucho más expuesto a la sociedad?

De hecho, en mi época ya me costó. Con 17 y 18 años, en la etapa de mayor exposición e incluso de mi retirada, me sentí muy vulnerable. Estaba saliendo de mi cápsula y de mi lugar de seguridad, y eso me permitió descubrir muchas partes del mundo desconocidas para mí. Fue una etapa de muchos cambios y reflexión, y que me llevó a estudiar psicología, en parte para entender mejor todo lo que se mueve a nivel social. ¿Qué ocurriría ahora mismo? No lo sé, pero cuando una tiene una pasión y vibra con ella, normalmente no te planteas sus consecuencias ni los efectos colaterales. Creo que volvería a repetirlo, pero básicamente porque la rítmica para mí era una pasión, algo con lo que conectaba y con lo que me sentía viva; y que luego me permitió descubrir muchas más áreas. Ya luego está la posibilidad de decidir hasta dónde te quieres exponer.

En el deporte es vital el trabajo muy individualizado; dar con aquello que necesita cada uno

¿Ha cambiado mucho la rítmica que usted practicaba con la actual?

Sí, claro; ha cambiado infinitamente. La esencia es la misma, pero los códigos tratan de ser cada vez más objetivos, y eso hace que los cimientos se muevan y obliga a los técnicos a una búsqueda constante para dar con la mejor planificación.

¿Son mejores las gimnastas de ahora que las de su época?

Es todo muy diferente. La esencia y la base sí son similares, pero sí varía la preparación específica en función del código que se requiera en cada ciclo olímpico. Ahora, por ejemplo, se requiere de mucha forma física a nivel de musculatura, resistencia, fuerza explosiva... Es como un puzle que te obliga a incluir un montón de trabajo corporal que se sume a una muy buena limpieza de ejecución.

¿Echó en falta usted algún elemento o ventaja de los que sí disponen las gimnastas en la actualidad?

Yo tuve una gran suerte, algo que siempre agradeceré de forma infinita, que fueron dos entrenadoras, Nelva Estévez y Emilia Boneva. Creo que en el camino de tu vida repercuten mucho las personas con las que compartes tu tiempo. Las dos hicieron un enfoque y un trabajo técnico muy a conciencia, y ambas me aportaron muchísimo como deportista y como persona. Esa información que aprendí de ellas la he podido extrapolar posteriormente. Para mí, en el deporte hay algo vital, el trabajo muy individualizado; el dar con aquello que necesita cada deportista. Y eso es lo que quizá no se hacía tanto en mi época. Con el tiempo ese enfoque se empezó a realizar y a mí me ha servido para comprobar, en mis trabajos, que el enfoque individualizado da, en general, muy buenos resultados.

Usted se retiró muy pronto, básicamente por culpa de una lesión, ¿pero cree que precisamente este tipo de mejora en el trabajo de la que habla es clave para que las gimnastas ahora alarguen mucho más sus carreras?

Sin ninguna duda. Y podemos hablar de Almudena Cid, Carolina Rodríguez y muchas más. Entrenar de manera acorde a las necesidades de cada gimnasta permite que haya menos riesgos de lesiones, más conciencia corporal, también ayuda a nivel psicológico... Sin ninguna duda. En rítmica antes con 17 o 18 años la deportista ya estaba pensando en la retirada, cuando ahora pueden estar practicando hasta casi los 30.

Con todo, y teniendo en cuenta lo sacrificada que es la gimnasia rítmica para aquellas personas que deseen destacar en ella, si una niña le dijera que quiere brillar en este deporte, ¿le recomendaría que se apuntara en él?

Aquí la cuestión, según mi punto de vista, es con qué conecta cada niña. Yo soy partidaria de que exploren, de que descubran, de que investiguen... y que conecten con lo que les haga vibrar, más que brillar. Tú vibras con algo que te apasiona, sea la rítmica, sea la danza, sea la música, sea la literatura... Es encontrar en qué te sientes pleno y disfrutando, y dónde se te olvida el tiempo. ¿Dentro del deporte como la rítmica? Hacerlo conlleva una implicación, pero si te apasiona no te das ni cuenta de que lo haces. El sacrificio es relativo y solo se nota más cuando uno hace algo que no le apasiona o por obligación. Por eso para mí la rítmica nunca fue un sacrificio, ni como deportista, ni como entrenadora. Me podía meter 10 horas dentro de la sala y el tiempo se me pasaba en nada. Más que brillar, es vibrar.

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