No hay 'cumple' sin Clipper

La hija de Octavio Juan Gómez, creador del icónico refresco, desvela en un libro las claves del origen de la bebida canaria

Un camión de Clipper.

Un camión de Clipper. / E. D.

Andrea Saavedra

Andrea Saavedra

Una de las bebidas más icónicas del Archipiélago nació en un garaje de una casa en Ciudad Jardín (Gran Canaria). Ese es solo uno de los detalle que Patricia Juan desvela en su libro ‘Octavio Juan Gómez y la creación del Clipper. Relato de una saga familiar’. La obra, que relata la vida del fundador del refresco, se presenta el próximo viernes en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria. 

De gaseosa sin sabor fabricada en el garaje de una casa en Ciudad Jardín (Gran Canaria) a convertirse en una de las marcas más identitarias del Archipiélago. ¿La clave? Mucho trabajo en un ambiente familiar que se trasladó a todos los hogares a los que llegaron las primeras botellas de Clipper. Esa «energía» se fue extendiendo desde que surgió la bebida en 1956 a través de los trabajadores y vecinos llegando poco a poco a todos los rincones de Canarias. «No había un cumpleaños sin Clipper» recuerda Patricia Juan Fricke, hija del fundador del icónico refresco, en su libro Octavio Juan Gómez y la creación del Clipper. Relato de una saga familiar, una obra en la que se desvelan las claves del origen de la bebida y se homenajea al «modesto empresario» a través de una recopilación de los relatos de sus familiares y trabajadores.

El texto, que empezó siendo un documento familiar para rellenar las lagunas que existían sobre la vida de Juan Gómez, relata los inicios de la marca en el garaje de la casa familiar en la calle Graciliano Afonso, denominada Casa Mulet en referencia al abuelo de la escritora, José Juan Mulet. Con maquinaria rudimentaria Octavio y su hermano Mario, se asociaron en 1956 para crear una pequeña fabrica de bebidas gaseosas.

El empresario se trasladó hasta Inglaterra para reunirse con compañías embotelladoras y químicos que le ayudaron a hacer las mezclas que se trajo para el Archipiélago y así darle el sabor característico al Clipper. «Lo dieron a probar en fiestas del Club Náutico, hacían estudios de mercado», recuerda entre risas la hija del fundador, quien asegura que la clave de la expansión estuvo en la labor que hicieron «amigos, vecinos y trabajadores de la empresa» que lo distribuyeron por todas partes. Pero también en el trato que tuvo su padre con sus empleados, a los que hizo sentir como «parte de una gran familia».

«Se ha convertido en una seña de identidad canaria, los isleños lo hicieron suyo porque consiguió meterse en las familias muy rápido», explica la escritora, que recuerda como los fines de semana la comida siempre se acompañaba con el refresco de naranja, el primer sabor en crearse. Patricia Juan considera que la llave que abrió las puertas de los hogares canarios fue la innovación en la presentación de las botellas. Y es que su padre se caracterizaba por estar buscando cada día algo novedoso que añadir a su producto. «Fue el primero que trajo las botellas con dos piezas y el primero en traer las latas y los tapones metálicos de rosca», afirma la hija del fundador.

Logo y nombre

El logo del velero y el nombre de la marca fueron una consecuencia directa del amor por el mar que sentían ambos hermanos. «El ímpetu por tener éxito les llevo a pensar un nombre que se pronunciara igual en español que en inglés, aunque después no fue un producto que se vendiera en el extranjero», reflexiona la responsable de la obra.

Lo que llevó a triunfar a Juan Gómez no solo fue el Clipper, también fue su capacidad para introducir el Seven up en España. «Se trasladó hasta EEUU para convencer a los americanos de que Canarias era el lugar ideal para esa operación», explica la escritora quien asegura que esa decisión llevó a su padre a ser «reconocido internacionalmente». Del garaje en la capital pasaron en 1961 a una fábrica en Escaleritas que fueron ampliando conforme fueron ganando peso en el Archipiélago. Juan Gómez falleció en 1987 con 61 años y su hermano Mario finalmente la vendió a Gonzalo Medina y Paco Alemán. A día de hoy la fábrica pertenece a Ahembo, empresa productora y distribuidora de bebidas en toda Canarias que dirige Gonzalo Medina hijo.

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