Pleno del Parlamento de Canarias | La economía acapara el debate

Al paro, a la pobreza y a Maluma les quedan cinco minutos

El relato gubernamental desfigura el pasado, edulcora el presente y ambiciona el futuro

Torres en un alarde gestual en el pleno, ayer. | |

Torres en un alarde gestual en el pleno, ayer. | | / María Pisaca

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Por supuesto, no supone ninguna novedad que con la proximidad de las elecciones autonómicas y locales de mayo aumente la tensión retórica y escenográfica en el parlamento, como las murgas intensifican sus justicieros alaridos cuando se acerca el carnaval. Siempre ha sido así y siempre ha sido irritante que los gobernantes utilicen la Cámara como instrumento de campaña. La diferencia en esta legislatura es que el Gobierno presidido por Ángel Víctor Torres ha sido básicamente el creador y protagonista de un relato, es decir, ha sido un gobierno dedicado básicamente a la autopropaganda. El relato gubernamental desfigura el pasado, edulcora el presente y ambiciona el futuro. En su vertiente retroactiva no pretende otra cosa que deslegitimar sistemáticamente a la oposición, Coalición Canaria y Partido Popular, acusándoles de haber gobernado (mal) veinte, veinticinco o (¿por qué no?) treinta años. No deja de tener gracia. El partido del presidente (el PSOE) cogobernó Canarias con CC entre 2015 y 2021 y compartió poder con los coalicioneros en numerosos cabildos y ayuntamientos. El vicepresidente, Román Rodríguez, fue presidente del Gobierno autonómico porque perteneció a Coalición Canaria, bajo cuya militancia fue además director del Servicio Canario de Salud y tuvo un escaño en el Congreso de los Diputados, donde cómodamente instalado se dedicó a organizar y fundar un nuevo partido. Casimiro Curbelo, grímpola triunfal de la Agrupación Socialista Gomera, apoyó sin ambages, durante cuatro años, el Gobierno de Fernando Clavijo en la pasada legislatura. Pero ninguno de estos tres indescriptibles o demasiado descriptibles líderes tiene nada que ver con Coalición Canaria.

En el presente el relato explica que un gobierno progresista excepcionalmente competente ha conseguido que la economía marche viento en popa y los canarios sean más dichosos que en 2019, y eso a pesar de un volcán, una pandemia mundial, una crisis económica y una guerra en Ucrania. ¿Por qué? Porque, como repitió gritonamente ayer de nuevo el vicepresidente y consejero de Hacienda, «se ha enfrentado la crisis desde una óptica progresista, a través de la inversión pública y fondos extraordinarios, al contrario que en la crisis de 2008». No. Dejando aparte de la ridiculez en la que una y otra vez cae Rodríguez, como si hubiera tenido algo que ver con las decisiones de la Comisión Europea para enfrentar la crisis económica producida por el covid, la estrategia de suspender la regla de gasto, mutualizar la deuda pública, sostener la compra de bonos por el Banco Central y aprovisionar fondos extraordinarios para la recuperación económica y la modernización de los sistemas productivos no la tomaron partidos de izquierda. Ni de derecha. Fuera una decisión estratégica (y un compromiso político) ampliamente consensuada entre socialdemócratas, conservadores y liberales, entre franceses, alemanes, italianos, españoles y portugueses. Un compromiso de todos. Ya cansan las payasadas romaníes. Personalmente estoy harto de toda esta chatarra verbal, de todo este relato basuriento, que intenta valerse de la ignorancia de los ciudadanos en materia europea para engalanar una ridícula épica de izquierdas. Es una desvergüenza. Y la comparte todo el Gobierno canario. Lo cierto es que la lluvia de cientos y cientos millones de euros no ha servido ni para mejorar la calidad de los servicios públicos, ni para reforzar la eficacia técnica de la gestión, ni para financiar proyectos con capacidad de impulsar una economía más moderna, productiva y diversificada, ni para desarrollar reformas legislativas de calado salvo una inextricable ley de Cambio Climático que tardará un lustro en desplegarse, ni para mejorar la calidad institucional de la democracia canaria, como demuestran el episodio de los cuatro millones de euros perdidos al comprar mascarillas inexistentes – y que le costó el puesto al director del Servicio Canario de Salud – o lo de ayer: un exdirector general del Ejecutivo de Torres detenido por la policía y un diputado socialista abocado a dimitir por un caso de corrupción escandaloso.

El presidente Torres no dispone de un chubasquero para soportar estas evidencias. Son las evidencias las que deben buscarse un chubasquero para soportar como les cae Torres encima. Ayer, en la tribuna, respondiendo (es un decir) a las preguntas de la oposición, el presidente estuvo más abrupto, agresivo y despectivo que nunca. Estuvo –definitivamente – en campaña. Refrendando que en los escaños de enfrente solo hay ignorancia, maldad o estupidez e insistiendo una y otra vez en su cómic, releyendo los papelitos donde toma notas para demostrar que Canarias le va magníficamente. ¿Qué hay pobres? Claro, él lo siente mucho, hay que seguir trabajando, pero fíjese en cuánta gente está trabajando, eh, más que nunca. ¿Qué el 70% de los canarios afirman que les cuesta llegar a fin de mes? Bueno, eso es verdad, vamos a ver, eso es cierto, pero…estooo…hoy se va a subir el salario mínimo por el Consejo de Ministros… y será la tercera subida de la legislatura…y cuando ustedes gobernaban eran un 68% los canarios que no llegaban a fin de mes. Y así todo. Por supuesto, los socialistas se rompían las manos al aplaudir, aunque en algún momento se distrajeron y solo sonaron los golpes sobre la madera de Nira Fierro como un pájaro carpintero tallando un corazón de roble para el compañero presidente.

Después de varias preguntas dirigidas a distintos consejeros, con respuestas tan interesantes como un concierto de Yoko Ono, llegó el momento estelar de la mañana plenaria: un mitin organizado por la diputada María Esther González a mayor gloria de su jefe de filas, el consejero de Hacienda y Presupuestos, enmascarada como una comparecencia para que Román Rodríguez informara sobre la ejecución de los presupuestos generales de 2022. González, la solicitante, empleó las dos terceras partes de su intervención inicial en ciscarse en la miseria política, moral e intelectual de la oposición, que nunca le ha interesado el bienestar de los canarios -- ¡súcubos e íncubos que dejan los escaños apestando a azufre! – sino el suyo propio, deleitados en su mísera maldad. «Tengo una enorme curiosidad por saber lo que dirá ahora la oposición», declaró la señora González, como si la comparecencia fuera de Rosa Dávila y Fernando Enseñat. Dando un atlético saltito, Román Rodríguez tomó la palabra para detallar humildemente que su gestión hacendística – y en general la del Ejecutivo – no tiene comparación. Ni con la del ruinoso pasado coalicionero, ni con otras comunidades autónomas, ni con Wakanda si insisten en apabullarnos, señoría. Presupuestos expansivos, mejor índice de ejecución que nunca, un pastizal para los servicios sociales y la recuperación económica, un PIB disparado, más empleados que estrellas en el cielo y sin endeudarse. ¿Qué se puede hacer mejor? Oh, por supuesto. Pero solo lo puede mejorar él. El pacto de progreso. El Gobierno que saldrá de este Gobierno después de las elecciones, en el que Rodríguez, obviamente, se ve otros cuatro años de vicepresidente y responsable de Hacienda. Una frase estuvo a punto de producir un ictus en el cronista: su aseveración que su departamento, y él en persona, habían luchado en Bruselas para conseguir «más fondos para nuestra tierra», delirante fantasía que solo puede desprenderse de un cinismo ilimitado por parte de un responsable público que solo ha acudido a trabajar a Bruselas dos o tres veces en cuatro años, y que el otro día se dio un garbeo por Alemania para ver trenes que se propulsan con hidrógeno: un breve álbum de fotos que intentó hacer pasar por una gestión política o administrativa.

Lindezas

La oposición contestó lo que debía, y lo que pudo. En los últimos días habían descubierto con perplejidad que Rodríguez, para cuadrar la ejecución del presupuesto había cometido varias lindezas procedimentales, y una golfada realmente notable: excluir de la ejecución los fondos procedentes de Europa. Todos señalaron esta zafia manipulación que no puede tener ninguna excusa. Para ser sinceros el consejero de Economía no la intentó. Ni siquiera lateralmente intento justificar una mamarrachada semejante. Lo que hizo es encaramarse en la tribuna y comenzar a chillar. Porque no era un tono alto y campanudo, sino un verdadero chillido que subía de volumen a medida que avanzaba la prédica, que terminó con la advertencia de que la oposición seguirá siendo oposición durante “mucho, mucho tiempo” porque “los números son tozudos y les ganamos ustedes por goleada, ¡por goleada!”.

Una vez le pregunté a Adán Martín, que fue consejero de Hacienda de Rodríguez, que es lo que realmente le incordiaba de él. Se resistió un buen rato y al final mumuró: «Más que su narcisismo me irrita su frivolidad. Es un hombre muy frívolo». Recuerdo que entonces me pareció un pecado venial. Ahora entiendo lo peligroso que es un tipo narcisista y frívolo y palabrero en un momento delicado y al frente de una responsabilidad relevante. Oyendo a Torres y a Rodríguez cualquier incauto deduciría que al paro y a la pobreza les quedan, en Canarias, apenas cinco minutos. Y si además escuchan a Noemí Santana defendiendo los 100.000 euros para apoyar el perreo feminista sabrá también que Maluma pronto será historia baby.

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