Migración

14 historias de tránsito

El documental ‘M’ que se presentaba ayer en el Cabildo de Gran Canaria permite que los jóvenes llegados de África a España se apoderen del relato y hablen con su propia voz.

De izquierda a derecha, Nicolás Castellano, Carmelo Ramírez, Ángeles Arencibia y Aboubacar Drame. |

De izquierda a derecha, Nicolás Castellano, Carmelo Ramírez, Ángeles Arencibia y Aboubacar Drame. | / Andrés Cruz

«Estoy aquí en la frontera. Tengo que entrar o morir», dice el jugador de fútbol guineano Bouba Barry en M, un documental de la Diputación de Cádiz con guion del periodista grancanario Nicolás Castellano que hoy se ha presentado ante una sala a rebosar en el Cabildo de Gran Canaria. Junto a él estaban también Carmelo Ramírez, consejero de Solidaridad Internacional del Cabildo, la periodista Ángeles Arencibia y otro de los protagonistas de M, Aboubacar Drame, que fue un joven tutelado en Gran Canaria y que hoy es intérprete para diversas asociaciones y trabaja en un centro de menores.

Cuando llegó a España, Bouba Barry llamó a su madre desde una prisión en Tarifa para decirle que había llegado. «No me contestó, se puso a llorar directamente», cuenta el futbolista que en agosto fue cedido por el Cádiz C.F. al Vélez C.F. Él fue un menor tutelado, un chico detrás de ese acrónimo que la ultraderecha española ha politizado y ha convertido en una palabra despectiva a la que hace alusión el título del documental.

M de migrante, de moro, de mierda, de MENA, esos términos que despersonalizan a chicos y chicas que llegan solos a España y tratan de formarse, estudiar o buscar trabajo mientras van de un centro de acogida a otro. «Cuando te llaman MENA te sientes aislado, como que hay personas y hay menas», cuenta a la cámara Hicham Benay Harrak, que con 13 años llegó dentro del motor de un camión a España.

«A nadie se le ocurre decir a un niño inglés o alemán que es un MENA», añade Aboubakar Konate, otro de los protagonistas del documental, para ilustrar la doble vara de medir con la que se interpretan las situaciones de las personas que vienen de países desarrollados, europeos, y de las que llegan desde países del sur global. La diferencia entre tener dinero y ser pobre, entre tener un pasaporte con una nacionalidad u otra, un trozo de papel que si no eres del lugar adecuado solo se encuentra con puertas cerradas.

Las historias que se cuentan en M recogen las realidades de 14 jóvenes y adultos que ahora viven y trabajan en Gran Canaria, Tenerife, Madrid, Cádiz o Barcelona. Activistas, trabajadores sociales, cocineros, futbolistas, que de distintas maneras han encontrado su camino. «En general van a ver casos de éxito, van a ver que a poco que uno de estos pibes y pibas, como decimos aquí, tengan la oportunidad de poder estudiar, de poder emprender su sueño, de poder trabajar, se comen el planeta», declaraba Castellano durante la presentación del documental. Otro ejemplo es el del marroquí Bilal Baulini, que llegó debajo de un camión y hoy trabaja en Barcelona con el chef Ferran Adrià. «Es arriesgar tu vida, nunca te puedes imaginar lo que te va a pasar, hay muchas almas que se han quedado por el camino», explica a cámara Baulini.

Los niños y niñas que llegan a las costas españolas o a través de las fronteras de Ceuta y Melilla son acogidos en centros cuando son menores, en muchos casos centros masivos. «Almacenar a niños sin un proyecto vital, sin una alfabetización clara durante mucho tiempo, da igual que sean extranjeros o que sean de Telde, no es una buena alternativa», explicaba el periodista grancanario. «Pero hay modelos de acogida familiar y modelos de centros más pequeños que han funcionado». Todas estas formas de acogida quedan ilustradas en M, donde se han buscado 14 historias que quieren ser representativas de los distintos perfiles de estos adolescentes que, gracias a la iniciativa del documental, por fin pueden apoderarse del relato y contar ellos mismos quiénes eran en sus países de origen y quiénes son ahora.

Vidas en tránsito

Entre los diferentes testimonios vemos imágenes de las ramblas de Barcelona, del parque del Retiro, de las calles de Cádiz. Imágenes que representan las vidas en tránsito de niños que han tenido que convertirse en adultos muy pronto. «Este es un documental que intenta derribar los mitos racistas que se han levantado sobre estos niños y niñas. No es un fenómeno nuevo, no empezaron a llegar niños solos a Canarias en el año 2021, no empezaron a llegar en el año 2006, empezaron hace mucho más tiempo», puntualiza Castellano. «El problema es que se les sigue tratando como una emergencia social».

El pasado mes de noviembre, los obispos de Canarias pedían la colaboración de otras comunidades del país para ayudar a los 1.000 chicos y chicas que el uno de enero cumplían 18 años y que podían quedarse en la calle al dejar de estar bajo la tutela del Estado. «Es una bomba de relojería social», dijeron. Pero el 1 de enero llegó y ninguna bomba ha explotado. Solo hay silencio.

Ante esta situación, Más Canarias ha trasladado hoy al Congreso de los Diputados varias preguntas para conocer cuál es la situación de estos 1.000 niños que se han quedado fuera del sistema de acogida al alcanzar la mayoría de edad. Como informaba la agrupación política en un comunicado, a través de Más País, el portavoz parlamentario, Íñigo Errejón, preguntará al Gobierno por las medidas que se han tomado para resolver las necesidades de acogida de este millar de chicos extutelados. También se quiere conocer si se tiene previsto dotar de una partida presupuestaria al Ejecutivo canario para velar por la inclusión social de estos adolescentes que carecen de recursos de alojamiento o medios suficientes para formarse y encontrar un trabajo, adolescentes que necesitan el apoyo de las administraciones públicas para dotar de sentido su tránsito.

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