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Pleno del Parlamento | Sesión de control al Gobierno

Pasitos, zancadas, cólicos renales

Los plenos parlamentarios se han convertido en un espectáculo curioso, pero para nada anestésico | Por cierto han reaparecido los periodistas en la tribuna de prensa

La portavoz del PP, Australia Navarro, en un momento de la sesión plenaria de ayer. Alfonso González Jerez

Ayer llevé al pleno parlamentario –quizás no tuve más remedio– a las piedras que atormentan mi riñón. Igual se distraían lo suficiente para poder descansar un momento. Los cólicos renales son más dolorosos que escuchar a Melody Mendoza. Pero no sirvió para mucho. Los plenos parlamentarios se han convertido en un espectáculo curioso, pero para nada anestésico. Por cierto han reaparecido los periodistas en la tribuna de prensa. Casi todos muy jóvenes, muy pibitos, mortalmente aburridos. Me dicen que alguien se puso a llamar por teléfono a agencias y otros inventos bloguísticos para exigirles que, ya que cobran, tuvieran el detalle de mandar a algún plumilla. Por lo demás las cosas siguen igual: el Gobierno se considera, humildemente, inmejorable; la oposición discrepa y los partidos que apoyan al Ejecutivo le afean la conducta a la oposición. A veces lo hace el mismo Ejecutivo. Ayer, por ejemplo, el señor Enseñat, diputado del PP, criticó duramente el retraso en la transferencia de las competencias de costas, que se negocian desde hace más de dos años. Julio Pérez le contestó con su habitual menosprecio servido en una irónica cortesía. El consejero de Administraciones Públicas le dijo a Enseñat que su señoría creía, sin duda, que transferir las competencias en Costas era como soplar y hacer botellas. Después lo llamó indocumentado. Como Enseñat comenzó a gruñir en su escaño y Pérez elevaba una y otra vez el tono, la presidenta accidental de la Cámara, Rosa Dávila, pidió a ambos que guardaran silencio y abandonasen los descalificativos. El consejero protestó.

–¿Qué descalificativo he empleado?

–Bueno, ha llamado usted al diputado indocumentado.

Protestas en el grupo socialista, acompañadas por alguna risa. A los socialistas se les antoja intolerable que los reiterados anuncios de unas transferencias competenciales que no llegan sean calificados de mentiras o engañifas, pero les parece que llamar indocumentado a un diputado está muy bien. Sobre todo si es del PP. Este es más o menos el nivelito de la actual legislatura. Por enésima vez Pérez le comunicó a un diputado de la oposición que cuando sean transferidas las competencias reconozcan que se ha equivocado. Pero, ¿equivocado en qué? El diputado simplemente está evidenciando como se retrasa una y otra vez un proceso que el propio Gobierno ha dado por casi finiquitado en varias ocasiones. Por supuesto que un día llegarán las competencias pero, ¿por qué en ese momento los diputados que han preguntado sobre esta materia al Gobierno deberán pedir disculpas? ¿Pero qué imbecilidad es esa?

Ocurre algo similar con las reflexiones con las que suele engalanar el salón de plenos el presidente Ángel Víctor Torres. Ayer, en su respuesta al diputado coalicionero Pablo Rodríguez, que le preguntó juiciosamente sobre las medidas que podría adoptar el Ejecutivo si la inflación sigue desbocada – aunque en Canarias sea un 15% inferior que en la Península – o se producen problemas de suministros. Torres aseguró que su gobierno ya había tomado medidas y después quiso que la oposición reflexionase sobre su empeño de verlo todo tan negro. «¿No es nuestro deber llevar la esperanza a los canarios y canarias?», se preguntó el presidente con el corazón probablemente compungido. Uno creería que en una democracia madura un Gobierno no debe comprometerse en desesperar o ilusionar a los ciudadanos, sino a contar – en lo posible – toda la verdad que emana la información disponible. Sorprendentemente Torres reconoció en ese momento que las familias canarias tenían muchas dificultades para llegar a fin de mes. ¿Y cómo es tal cosa posible si no solo se crea empleo, sino que se han subido los salarios y la inflación en la comunidad autónoma es inferior a la de la media española? ¿Tal vez porque Canarias tiene una cesta de la compra – básicamente alimentos – más cara que Madrid, por ejemplo, y que aunque la inflación sea menor se nota en los bolsillos de los ciudadanos tanto o más que en la capital de España?

Ni una palabra de Santana sobre la demanda de Valido para el tercer sector, que era el objeto de la comparecencia; como si oyeran llover

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Este panorama parlamentario se completa con el ya habitual uso torticero del reglamento, una grosera y tolerada manipulación que sirve para presentar como preguntas al gobierno intervenciones que no pretenden otra cosa que ensalzar a los consejeros y piropear puerilmente la gestión gubernamental. En realidad todas las preguntas de la mayoría en la sesión de control son así. Por ejemplo, Manuel Marrero se pegó un pequeño discurso sobre la flamante ley de la Ciencia – parecía un primo de Gandalf el Gris hablando de física cuántica – para preguntarle a Torres que le parece. Como es previsible Torres está encantado. Se van a triplicar los investigadores en las universidades canarias en un periquete, no le digo más. Casimiro Curbelo preguntando sobre los resultados de la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid. Torres contando que fue estupenda y que Canarias está más segura que nunca y que podemos dormir a pierna suelta sin que un yihadista entre en nuestro domicilio y se lleve la antología de Los Gofiones para perpetrar sangrientos atentados. Vidina Espino – cada vez más apagada: parece una enana blanca camino de la extinción – denunciando los 210 millones de euros en superávit 2021 y el acumulado en los primeros seis meses de 2022. Torres advirtiéndole que ese dinero no existe, que es un apunte contable, y a tí te encontré en el pleno. Aplausitos que se convirtieron en una salva cerrada cuando el presidente le respondió a María Australia Navarro que el PP había destruido puestos de trabajo y daba becas a padres que ganaban más de 100.000 euros al año e impuso el austericidio mientras pudo. A una orden de Nira Fierro los diputados socialistas golpearon con furioso entusiasmo los escaños. Igual por eso la Mesa del Parlamento ha decidido cambiarlos por otros más resistentes al entusiasmo incontrolable por las parrafadas del presidente Torres. La dirigente socialista entra en trance cada vez que habla su líder y sería capaz de quemar las alfombras y tapices del salón de plenos para celebrarlo y ensalzarlo como se merece. Por supuesto, la propia Fierro formuló otra pregunta florero en la que prendió una frase como un clavel reventón: «El PP jamás ha creído en el empoderamiento (sic) de la clase trabajadora de este país».

Desde su escaño Rosa Dávila pidió medidas concretas antiinflacionarias después de sentenciar que «presumir de récord histórico de la recaudación fiscal en los seis primeros meses del año es obsceno». Más o menos formuló en nombre de CC una combinatoria de medidas que se han emprendido en varios países europeos: algunas bajadas selectivas y puntuales de impuestos, aumento de las subvenciones al transporte, simplificación administrativa. Román Rodríguez le respondió que la prudencia debe llevar a no bajar los impuestos, pese al récord de la recaudación y a los fondos que llegan de Madrid y Bruselas. Definitivamente es muy distinto al Rodríguez que en la legislatura pasada llamaba incluso a bordear la legalidad para aumentar el techo de gasto de la comunidad autonómica y dilapidar el superávit. ¿Alguien lo recuerda? Probablemente no. Otro esfuerzo inútil fue el de Cristina Valido, que pidió atención urgente al efecto de la crisis inflacionistas a las entidades del tercer sector, cuyos costes no dejan de crecer desde hace meses –por ejemplo, residencias de ancianos o los centros sociosanitarios con enfermos crónicos o muy dependientes–. La consejera de Políticas Sociales contó lo contenta que estaba con sus nuevos datos de dependencia y la próxima llegada de la renta canaria y (¡de nuevo!) por el convenio que suscribió con el Cabildo de Lanzarote. «Hasta ahora hemos dado pasitos y ahora estamos dando zancadas», resumió Santana. Ni una palabra sobre el análisis y la demanda de Valido, que era el objeto de la comparecencia. Como si oyeran llover. Finalmente escuché a las piedras desde el riñón exigiendo una fulminante ráfaga de ultrasonidos antes de escuchar un segundo más a sus señorías. Y las entiendo. Demasiado las entiendo.

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