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Día de Canarias | 40 años de autogobierno

Cuarenta años de autonomía: la Canarias que fue y la que quiere ser

Los isleños, que en los ochenta ya recogían más frutos del turismo que de las fincas, tienen en los chips y la aeronáutica más oportunidades de las que creen

El centro de visitantes anejo al observatorio del IAC en La Palma. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

En 1981, los canarios eran menos. Muchos menos. La misma población que hoy integran cerca de 2,2 millones de personas no llegaba entonces a 1,4 millones. Incluso había una isla menos, ya que La Graciosa aún no había alcanzado ese estatus, ni en términos jurídicos ni en el imaginario social, donde Venezuela se mantenía como la octava isla. No faltaba mucho para que se popularizara el Juego para conocer Canarias, el famoso Septem –siete en latín–, una valiosa reliquia que llegó a rivalizar entre los infantes del Archipiélago con los títulos del gigante juguetero MB. Hoy el Septem sería Octo por el merecido reconocimiento de La Graciosa –más social que jurídico–, pero no puede asegurarse que tuviera tanta aceptación entre los chiquillos, entre otras cosas porque los isleños cada vez tienen menos hijos. La tasa de natalidad de aquella Canarias que estrenaba la década de los ochenta triplicaba la actual. Aquella Canarias que empezaba a recoger a mansalva los frutos del boom turístico de los sesenta y setenta y que se preparaba para entrar en el período de mayor crecimiento socioeconómico de su historia. Porque 1981 fue el último año de la larguísima etapa preautonómica, el año del preludio del Estatuto de Autonomía, que se promulgó en agosto de 1982. Después vendría el 30 de mayo de 1983, el día en que el Parlamento regional celebró su sesión constituyente y el mismo que desde entonces ha servido para que los canarios brinden por su tierra y por quienes la pisan. Un período de éxito colectivo, por supuesto trufado de errores, en el que la Comunidad Autónoma ha pasado de recién nacida a cuarentona, tiempo más que suficiente para darse cuenta de que incluso al maná del turismo se le ven a veces las costuras. El Archipiélago piensa ahora en la industria aeronáutica y aeroespacial; piensa en los microchips; piensa en los nómadas digitales; piensa más en calidad y menos en cantidad; y piensa en cómo dar aún más lustre a su sector turístico, con todo lo que este implica. ¿Es posible? Sin duda, al menos siempre que sea capaz de sacudirse esa cierta tendencia hacia el pesimismo que comparte con tantos otros pueblos de pasado emigrante.

El catedrático José Ángel Rodríguez Martín no solo es uno de los economistas más reputados de la región –a principios de los noventa, sus notas para el proceso de revisión de la vertiente económica del REF acabaron convirtiéndose en el prólogo publicado en el BOE–, sino que, además, ha vivido en primera persona el nacimiento, la adolescencia, la juventud y la actual madurez de la Comunidad Autónoma. Ha transitado desde aquellas Islas con menos de 400.000 ocupados hasta las actuales con más de 900.000, un ejemplo palmario de hasta qué punto el turismo, y los servicios que este genera a su alrededor –restaurantes, bares, cafeterías, tiendas de souvenirs, parques de atracciones, transportes...–, es una de las actividades más intensivas en mano de obra, es decir, que más puestos de trabajo demanda.

Cuarenta años de autonomía: la Canarias que fue y la que quiere ser

Muchas luces y alguna sombra

Poco más de 240.000 personas se empleaban en el sector servicios en 1981; hoy lo hacen casi 790.000. Con sus problemas, que son los mismos que sufre la actividad en cualquier otro territorio –básicamente las mayores tasas de temporalidad laboral y unos sueldos por lo general más bajos que en las actividades industriales–, el turismo ha cimentado el progreso social y económico del Archipiélago. Es más, tendrá que seguir siendo pilar sobre el que edificar la Canarias de las siguientes décadas. No obstante, eso es una cosa y otra bien distinta es renunciar a reforzar ese pilar con nuevos puntales. O dicho de otro modo: «Sería una estrategia pésima la que acabara convirtiéndonos en un punto más en el supermercado global o en un mero lugar de tránsito», explica Rodríguez Martín.

En este sentido, la coyuntura de Canarias no es muy distinta de la que atraviesa España en su conjunto. También la economía nacional se sostiene sobre el binomio turismo-servicios y también necesita mirar hacia otras actividades. De ahí la apuesta del Gobierno central por destinar un gran trozo del pastel de los fondos extraordinarios europeos para la promoción del sector aeronáutico y aeroespacial y de la industria de la microelectrónica y los semiconductores. Y sí, aunque de entrada puedan parecer actividades ajenas a la estructura productiva de Canarias, lo cierto es que el Archipiélago tiene tantas o más condiciones que cualquier otra Comunidad Autónoma para sumarse a la apuesta del Ejecutivo estatal.

No solo lo cree Rodríguez Martín, sino que lo creen a pies juntillas en los propios sectores. El presidente del Clúster Aeronáutico y Aeroespacial de Canarias, José Luis García, ha exhortado al Gobierno autonómico a aprovechar el plan del Estado para colocar al Archipiélago en la vanguardia nacional en estos ámbitos. La cercanía de África y el enorme mercado que supone el continente vecino; el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC); las frecuentes visitas de la Agencia Espacial Europea a las Cañadas del Teide para probar artilugios que muchas veces acaban en Marte; o la calidad y la limpieza de sus cielos son solo algunas de las fortalezas que las Islas pueden exhibir para arañar fondos europeos con los que dar un paso más hacia la ansiada diversificación económica.

Sede nacional

Incluso, desde el clúster ven posibilidades de que la región albergue la futura Agencia Espacial Española, aunque el Gobierno canario dice que se lo está pensando, es decir, que se está pensando presentar una candidatura que ya han anunciado territorios como, por ejemplo, Teruel. Y tres cuartos de lo mismo pasa con el plan nacional para el desarrollo de la industria de la microelectrónica y los semiconductores, que si bien es un campo casi inexplorado en Canarias, no lo es más en el país, por eso la apuesta del Ejecutivo central. «Es algo mucho más amplio que solo producir chips, y España puede convertirse en una potencia en la materia», ahonda Rodríguez Martín, que de algún modo anima a la sociedad y las instituciones isleñas a buscar su hueco también en este ámbito.

De alguna manera, el Archipiélago se encuentra así en la «antesala», subraya el economista, de lo que deberá o debería ser. Una situación parecida a la de 1981, cuando Canarias comenzaba a multiplicar su población, su población activa y sus ocupados de la mano de un turismo casi convertido ya en industria. De aquella antesala se pasó a las estancias principales y ya trabajan en los servicios tres veces más personas –en realidad algo más del triple– que en los albores del período autonómico. A juicio de Rodríguez Martín, la meta es que la doble hélice del particular ADN de la economía regional esté formada, por un lado, por el turismo, el comercio, la construcción y cierto peso relativo de la industria y la agricultura, en definitiva por los sectores productivos clásicos; y, por otro, por esa economía digital y del conocimiento y por esas nuevas actividades que los fondos europeos ponen en bandeja, o cuando menos más cerca que nunca.

El papel de la creatividad

Buena parte del éxito en esta transición dependerá de la «creatividad, de la capacidad de hacer cosas nuevas, flexibles, algo que antes dependía mucho de las materias primas [del sol, las temperaturas y los paisajes naturales en el caso del desarrollo turístico, que se tenían o no se tenían] y que ahora depende de la información, la creación de valor y el talento». Y talento no falta en Canarias, donde como poco hay el mismo que en todas las restantes autonomías. Los hándicaps son otros, y tal vez no tengan tanto que ver con cuestiones estrictamente económicas o de estructura productiva como con factores digamos exógenos.

¿Cuáles? La calidad de las instituciones, «donde hay cancha para mejorar», puntualiza Rodríguez Martín, y la poca autoconfianza que las Islas, o más bien los isleños, demuestran en ocasiones. En muchas más ocasiones de las que acaso deberían permitirse. Una especie de baja autoestima colectiva que, quizá –lanza al aire el economista–, sea un rasgo compartido y distintivo de esos pueblos marcados por generaciones de emigrantes que de alguna forma siguen viendo en la distancia lo que en realidad podría estar a la vuelta de la esquina. «Canarias está necesitada de una especie de autorreflexión; quizá convendría hacer un inventario de casos de éxito: ese restaurante único; ese gastrónomo a la vanguardia; aquel modisto de renombre; el boom de Andrea Abreu con Panza de burro; una producción cultural que nada tiene que envidiar a las de otros territorios... En fin, el mismo Instituto de Astrofísica de Canarias es un ejemplo y una referencia, tanto que es responsable de buena parte de la investigación mundial en la materia», ahonda.

Autoconfianza

En definitiva, y lejos de creerse en situación de desventaja ante los retos impuestos por la Unión Europea, el Archipiélago debería saberse en posición privilegiada de cara a la lucha contra el cambio climático, la transición energética y la senda hacia la plena digitalización, esas tres grandes tareas que Bruselas ha marcado y ante las que no cabe más alternativa que acelerar. Y el ejemplo de estas dos visiones contrapuestas está en las dudas que genera el plan nacional para la promoción de la industria aeroespacial y aeronáutica, una oportunidad para unos y un mar de dudas para otros. Al final, recuerda Rodríguez Martín –quien durante décadas impartió magisterio en las aulas de la Universidad de La Laguna, donde entre otros cargos ejerció como vicerrector de Planificación–, la economía y las oportunidades sobre las que esta se construye tienen mucho que ver con la actitud vital de las gentes. Con la dicotomía vital, tan propia del individuo como del colectivo, entre el pesimismo y el optimismo.

Canarias está tan preparada como la que más para los retos de los próximos 40 años. Seguramente, ahonda el profesor, necesite ser consciente de ello.

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