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La ofensiva rusa | La acogida de refugiados en Canarias

Los niños ucranianos Zhenia y Vladik ya están a salvo de las bombas en Canarias

Junto a su madre encuentran un nuevo hogar en Gran Canaria tras huir desde el 6 de marzo de los ataques rusos | Huyeron de Kremenchuk el 6 de marzo tras los primeros bombardeos

Zhenia y Vladik ya están a salvo |

El caserío grancanario de Siete Puertas tiene tres nuevos vecinos. Los niños ucranianos Zhenia y Vladik y su madre, Katya. Llegaron el sábado a la isla y ya forman parte del hogar de Manuel Roales y Pepa Roque, que les han acogido tras un peligroso viaje de huida desde su ciudad, Kremenchuk, hasta Cracovia. Entre lágrimas, al ver lo ocurrido en Bucha, Katya cree que Putin quiere «exterminar» a la población de su país. 

Zhenia, de ocho años, y Vladik, de seis, juegan a la pelota en el jardín y luego se dan un paseo en unos patinetes que les regalaron al llegar. En sus rostros inocentes no se percibe que han dejado atrás una guerra y que pasaron muchos sufrimientos hasta llegar a la frontera con Polonia, una pesadilla para cualquier ser humano. Su padre sigue en Kremenchuk, una ciudad industrial de poco más de 200.000 habitantes al sur de Kiev y de Járkov, uno de los puntos calientes de la invasión del ejército ruso y de la resistencia ucraniana. 

Manuel Roales y Pepa Roque tienen claro lo que necesitan los niños y la madre en estos primeros días de exilio a 15.000 kilómetros de su casa: «comer, dormir y mucho cariño». No saben cuando podrán volver a su país ni si la vivienda de la que salieron a toda prisa permanecerá en pie tras los bombardeos. 

La familia se refugió en bosques y pasó por Kiev, Leopolis y Cracovia antes de venir a Gran Canaria

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Desde una balaustrada que se asoma al Barranco del Guiniguada, Katya y sus niños miran su futuro con tristeza, pero se saben a salvo de la guerra y empiezan a adaptarse a la nueva vida que les proporciona un matrimonio que lleva en la sangre la solidaridad, no la de boquilla, sino la de ayudar a los necesitados sin pensárselo dos veces. 

Zhenia y Vladik ya están a salvo Jesús Montesdeoca

Manuel, antiguo controlador aéreo en el aeropuerto de Gando, y Pepa, profesora también jubilada, fueron durante muchos años los responsables en Canarias de la Fundación Vicente Ferrer, conocieron al misionero en varios viajes a las zonas más deprimidas de La India y desde entonces promueven el apadrinamiento de niños y la creación de centros escolares y sanitarios en Anantapur. Roales fue distinguido en 2019 por el Cabildo con el premio Roque Nublo de la Solidaridad.    

Ahora, no solo se han ofrecido desde el primer momento a acoger a tres refugiados, sino que Manuel viajará la próxima semana a Ucrania en un convoy humanitario para llevar medicamentos y productos sanitarios a un hospital de la ciudad de Chernovtsi.  

Relato de la huida

Como los niños solo hablan su idioma y la madre apenas un poco de inglés, los anfitriones conocen la historia de su huida por lo que le contó Katya a Natalia, la traductora que los acompañó desde Cracovia hasta a Madrid. 

La madrugada del 24 febrero, todo el país fue despertado con la noticia de que empezaba la guerra. Como todos sus compatriotas, Katya y su marido no daban crédito a que eso estuviera sucediendo, que el hermano mayor, como llamaban antes a Rusia, estuviera atacando a su hermano pequeño, Ucrania. Aunque pasaban las horas y las cosas se ponían cada vez más feas, aún tenían la esperanza de que en uno o dos días se iba a acabar. 

Zhenia y Vladik ya están a salvo Jesús Montesdeoca

«Cuando el horror estaba en su plenitud y Rusia empezaba a arrasar el país», transmitió la madre a la traductora, se escapaban al bosque para protegerse de los bombardeos y hacían fuegos porque todavía hace mucho frío. Vecinos suyos de Kremenchuk, una zona muy castigada por los bombardeos de los primeros días, «se volvían locos al ver cadáveres en las calles, pues no había nada para taparlos». 

Un matrimonio con dos recién nacidos salió a buscar alimentos para sus hijos y fue alcanzado por las explosiones. Ambos murieron, pero los bebés fueron salvados por la gente que estaba en el refugio. El día 6 de marzo, al ver que las cosas se complicaban, el marido le dijo: «Katya, tienes que salir de aquí y salvar a los niños». 

Katya teme que el verdadero objetivo del presidente Putin sea exterminar a la población de su país

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Los tres fueron hasta Kiev y cogieron un tren con rumbo a Leopolis. Relata que fue un viaje terrible. En un vagón que tiene 80 plazas, iban 380 personas, casi todas de pie. Para un viaje que habitualmente dura entre seis y siete horas, en aquellos días se tardaban más de 30 y hasta 48 horas, pues el tren paraba de noche en el campo, con las luces apagadas, por miedo a ser bombardeado. 

En Leopolis tuvieron que esperar a coger otro tren hasta la frontera con Polonia. Había una cola inmensa y aguardaron diez horas con temperaturas bajo cero. Otra vez se repitió la escena a parar las máquinas de noche, a cubierto entre los bosques. 

Al llegar a Polonia, en el primer campo de refugiados al que fueron no había sitio. «Katya les dijo que bien, que dormirían en calle, pero que por favor le dieran algo de comer a los niños». Los dejaron pasar para alimentarlos y una señora de ese campamento se apiadó de ellos y les ofreció un sitio para dormir con sábanas limpias. 

Zhenia y Vladik ya están a salvo

Zhenia y Vladik ya están a salvo Jesús Montesdeoca

Allí estuvieron poco tiempo, pues les dijeron que una familia inglesa que tenía una casa vacía en Cracovia la estaba ofreciendo a los refugiados. Emprendieron de un nuevo viaje desde la frontera a esa ciudad y vivieron en pleno centro, solo con abrir la ventana podían ver al lado la catedral de Cracovia. Vieron unos días en ese piso junto a otros ucranianos en su misma situación.  

Katya procede de una familia humilde y vivía junto a su marido y los dos niños en una habitación de la casa de sus suegros. En su deseo de prosperar y ser independiente, realizó estudios de masajista y eso le sirvió para trabajar y ganar un poco de dinero en Cracovia. Además, ayudaba en los campos de refugiados. 

Manuel Roales y Pepa Roque acogen desde el sábado a los refugiados y por tiempo ilimitado

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Como están comprobando estos días Manuel y Pepa, quiere ayudar en las tareas de la casa, responder a la solidaridad que está recibiendo. En Cracovia, a través de una amiga, supo que en Canarias había unas personas que se ofrecían a acogerles y se inscribió en una lista para llegar a España en un viaje en guagua organizado por los bomberos de Madrid, sufragado por varias empresas.  

Lágrimas

«Cuando el autobús llegó a Cracovia y descargamos toda la ayuda humanitaria en el hotel, fui a la recepción y allí estaba Katya, una mujer con mucha tristeza, algo insegura y muy cansada, con los ojos resecos de tanto llorar; es una persona de gran corazón, pero hundida», relata Natalia en su mensaje. Antes de subirse al autocar pidió a sus hijos que se portaran bien durante el viaje. Venían otros tres menores y no se les oyó en todo el camino. 

En una de las charlas del viaje, Katya contó a la traductora que a su hijo Zhenia le hacía mucha ilusión conocer París. Sin saber aún si iban a pasar por la capital francesa, Natalia le preguntó si el niño quería ir a Disneyland, a lo que esta le respondió que no, que deseaba ver la Torre Eiffel para ver cómo estaba construida. 

Zhenia y Vladik ya están a salvo

Zhenia y Vladik ya están a salvo Jesús Montesdeoca

La casualidad hizo que no solo pasaran por París, sino que pararan en un hotel durante unas horas para ducharse y descansar. Enterado el director del establecimiento del deseo del niño, buscó varios vehículos del hotel y dieron y paseo de dos horas por la ciudad, incluida una parada junto al monumento, que la madre inmortalizó en una foto y también se puede ver el Facebook de los bomberos madrileños. 

Katya no desaprovecha ahora la ocasión para agradecer la solidaridad de los españoles y, especialmente, de sus anfitriones grancanarios, que han puesto su hogar de Siete Puertas a disposición de los niños, sin límite. «Pueden estar aquí dos semanas o cinco años, hasta que pueden volver a su país con seguridad», comenta Manuel.

El padre de los niños sigue en su país, en uno de los puntos más calientes de la guerra contra Rusia

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Durante la entrevista para este reportaje, la madre redacta varios textos de whatsapp en ucraniano, los pasa por el traductor de Google al español, y los muestra con lágrimas en los ojos. 

En el primero escribe: «Estoy muy agradecida con esta familia que me acepta como una persona nativa. No sé que hubiera sido de nosotros si Manolo y Pepa no nos hubieran traído. Estoy agradecida por cualquier ayuda humanitaria para Ucrania, mi país lo necesita mucho. Me alegro de que Manolo se vaya a Ucrania a ayudar a mi gente, pero me preocupa mucho que todo salga bien con él». 

En el segundo narra que su ciudad acogió en los primeros días a evacuados de Járkov y de localidades de la región de Dombás, pero ahora están siendo bombardeados y Kremenchuk «parece un ring de boxeo».

Una de las preocupaciones de la madre es escolarizar a sus hijos para que mantengan contacto con otros niños canarios, aunque aún desconozcan el idioma español. Ya están solicitando plazas en colegios cercanos, pero se da la paradoja que el barrio de Siete Puertas pertenece al municipio de Las Palmas de Gran Canaria y las escuelas más próximas están en Santa Brígida.  

Si la guerra se prolonga mucho tiempo, Manuel y Pepa creen posible que Katya incluso encuentre trabajo y puedan independizarse en su propio hogar, siempre bajo su protección. Porque como dicen, «lo que necesitan ahora es mucho, mucho cariño».

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