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Carlos Castilla Gutiérrez Director del Máster de Agroecología y Soberanía Alimentaria de la Universidad de La Laguna

«Canarias podría autoabastecerse si existiera voluntad política de hacerlo»

Carlos Castilla, esta semana en su despacho de la Facultad de Económicas de la Universidad de La Laguna, en el Campus de Guajara. | | CARSTEN W. LAURITSEN

Carlos Castilla Gutiérrez (Santa Cruz de Tenerife, 1960) es profesor de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna. A este experto en el desarrollo sostenible se le considera pionero en el concepto de la soberanía alimentaria. Entiende ambas nociones como «indisolubles» entre sí. Dirige la Cátedra de Agroecología Antonio Bello de la ULL y el Máster de Soberanía Alimentaria en la institución académica.

Por aclarar los conceptos de entrada, ¿qué es la soberanía alimentaria?

Lo primero a plantear es que este concepto solo tiene sentido desde un punto de vista global, el que lo une a la idea del desarrollo sostenible. Con múltiples matices, muchos desvirtuados hoy en día, pero es el único camino frente a la vía de seguir igual que hasta ahora, un camino directo al desastre. La soberanía alimentaria consiste en que todas las personas tengan el derecho a alimentos sanos, culturalmente apropiados e introducidos a través de métodos ecológicamente sostenibles. En definitiva el derecho, porque es un derecho, a que cada territorio, país o comunidad pueda definir su propio sistema alimentario y agrícola. Se acuñó por la Asociación Internacional de Agricultores Vía Campesina en 1996. Un principio universal cada vez más aceptado. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hablaba antes de autosuficiencia y de seguridad alimentaria, también ha adoptado ya el principio de soberanía que encaja en el nuevo modelo de desarrollo. Añado que, para el resto del siglo XXI, o se consigue un desarrollo sostenible o no hay mundo; así de sencillo.

¿Tiene relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, los ODS, de la ONU para 2030?

La soberanía alimentaria cubre algunos de esos famosos objetivos pero, aunque es positivo en sí mismo tener un calendario e ir hacia algún sendero, no me gustan demasiado. No le dan la importancia suficiente a este concepto porque diría que es el primero, el más importante y el que los engloba a todos. Hay que empezar a construir el desarrollo sostenible a través de la soberanía alimentaria de forma obligatoria.

¿Cuál es la conexión entonces entre soberanía alimentaria y desarrollo sostenible?

No se entiende una sin el otro. La soberanía alimentaria es lo más importante de todo, la primera piedra en los cimientos de la casa del mundo, pero también la gran olvidada. Por pura lógica y estética supone un valor con una enorme esencia ética. La acción científica para hacerla realidad y acercarse a la autosuficiencia exige cubrir tres pilares fundamentales relacionados con el principio de capacidad de carga de cada territorio: agua, energía y alimentos. Son los elementos imprescindibles para garantizar las necesidades básicas del ser humano. Y hay que construir esta estructura desde un territorio determinado. No se puede empezar la casa por el tejado. Acercarse a la autosuficiencia supone garantizar esos tres elementos. A partir de ahí podemos hablar hasta del lujo, pero hay que empezar por lo más básico y, repito, bastante olvidado.

«La línea estratégica a seguir es la de menos camas turísticas y más soberanía alimentaria»

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¿Cómo se puede alcanzar?

De esos tres pilares a los que me refería, el gran postergado es el de los alimentos. Porque ahí entran el principio de la soberanía alimentaria y la agroecología, que están relacionados. Hay que distinguir entre seguridad alimentaria y soberanía alimentaria. La seguridad es que haya comida y esta se puede traer de cualquier lugar del mundo y con la calidad que sea. Hablar de seguridad alimentaria tiene sentido en caso de catástrofes, pero a largo plazo no sirve para nada porque cada territorio debe procurar la producción de sus alimentos. La soberanía cubre la seguridad, pero no ocurre igual al revés. Asociada están la autosuficiencia y un tercer elemento, complicado por su vertiente política: la población. O sea, la capacidad de carga de un territorio. Directamente relacionada está también la denominada huella ecológica, un indicador standard que se define como la superficie necesaria para sostener en un territorio a la población que vive en él, siempre con su patrón de consumo y su forma de vida. Traducido: cuántas hectáreas necesitaría de superficie esa población. Si hay un exceso de esta, la soberanía alimentaria no es posible. Como ocurre actualmente en Canarias.

¿Puede Canarias llegar o al menos acercarse a esa soberanía alimentaria?

Lo primero es que un territorio no puede ni debe vivir subvencionado desde otros porque si le dejaran de suministrar sería un desastre y algo insostenible. En islas todo lo que hemos comentado se multiplica de forma exponencial. Estamos en un océano y somos como barcos, nos la jugamos mucho más que oros lugares. Es una cuestión de estrategia política en caso de dificultades. Aquí, en vez de ir hacia ese panorama se ha optado por otro camino y estamos muy mal en este sentido. No nos hacen caso a los que llevamos años de investigación y defendemos este planteamiento. Por suerte, se vislumbra un cambio en el estamento político con el impulso de un Plan de Soberanía Alimentaria. El anterior titular (Narvay Quintero) y la actual consejera de Agricultura del Gobierno de Canaria (Alicia Vanoostende) son sensibles y están convencidos de ir en esta líneas Pero debe ser un objetivo prioritario y estratégico a afrontar con la unidad de todos.

Oferta, demanda y marco institucional ¿Cómo influyen esos tres factores en la cadena alimenticia de los canarios?

Cada vez hay más población en Canarias y menos cobertura del sector primario. Dejamos ya el cereal de manera definitiva y en cuanto a la papa, Tenerife, que exportaba y era un referente, va hacia atrás... Estamos un poco mejor en sectores como el de los huevos, pero, en general, vamos muy mal. En vez de atraer más turismo y construir más camas habría que caminar hacia la soberanía alimentaria porque ofrece empleo, salud, paisaje y cultura. Lo tenemos todo para conseguirlo, pero hay que cambiar de rumbo. El panorama actual es el de crecimiento de la población, sobrecarga del territorio, con más camas turísticas y cemento, junto a la falta de cobertura para la producción alimenticia básica. No es el camino.

«El consumidor compra la comida sin importarle de donde venga y no percibe ningún peligro»

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¿Hay acciones que tiendan hacia la senda correcta?

Hay pequeños oasis de interés, no todo es negativo. La Confederación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (COAG), por ejemplo, está incluida en Vía Campesina y su política como asociación agropecuaria va en buena línea. Ha habido otras iniciativas a valorar como la de los comedores ecoescolares, entre las más conocidas. Pero el retraso es enorme y cambiar el rumbo de un barco que va camino de estrellarse no es fácil. Todos los esfuerzos son válidos y pocos. No se percibe el peligro porque los supermercados están llenos, la gente observa que llegan los contenedores a los puertos y el consumidor compra la comida sin importarle de donde venga. Pero es prioritario afrontar la situación actual y cambiar el paradigma.

¿Una clave está en la recuperación del sector primario?

Sin duda, eso es evidente. Hay un aspecto fundamental, el del abandono, porque no existe un relevo generacional de manera planificada. El campo era y es un sector duro a la hora de trabajar, además de que hay otros factores como son la intermediación o los canales de comercialización a tener muy en cuenta. Pero lo fundamental es apoyar y respetar de forma decidida al productor de los alimentos que uno come todos los días en casa. No tiene ese respaldo que necesita y reclama.

Hecho el diagnóstico, ¿qué pasos hay que dar en Canarias para ir hacia esa soberanía alimentaria? ¿Es posible el autoabastecimiento en un territorio fragmentado y con casi dos millones de habitantes?

Esa es la pregunta que todo el mundo se hace y no puede contestarse sin un estudio científico adecuado. Si los habitantes van a seguir creciendo hasta llegar, por ejemplo a tres millones, la respuesta es no. Habría que darles de comer y no hay para todos. No basta con centrarnos en la producción agrícola sino que se debe hacer algo con la población porque en Canarias se importa como en pocos lugares. Pero hay posibilidades de avanzar hacia el autoabastecimiento porque este es un sitio privilegiado para eso. Podríamos acercarnos bastante.

«Lo pequeño es hermoso; tenemos de todo para autoabastecernos en un elevado porcentaje»

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La calidad de los productos del campo y la mar canarios parece incuestionable ¿El problema está en la poca cantidad?

Lo pequeño es hermoso dice un lema del desarrollo sostenible. El producto local de Canarias por nuestras características de suelo, clima y saber hacer es de mucha calidad. La papa del país es la primera que se agota en las tiendas por encima de prácticas hasta fraudulentas con las que se traen de fuera. Proteger lo nuestro debe ser algo sagrado, con un apoyo unánime desde la política y la sociedad. Hay intereses en contra pero se puede y se debe hacer mucho más. Para mantener nuestro empleo, nuestro campo y nuestra cultura.

¿Influyen los condicionantes geográficos, como la orografía isleña, en la posibilidad de alcanzar el autoabastecimiento?

Diría que en todo caso a favor, no en contra. La variedad está garantizada y los microclimas nos permiten cultivar de todo; incluso habría agua con los procesos de desalación. Pero hay que tener voluntad desde las políticas púbicas que tendrían que centrarse en eso. La dieta también influye desde el aspecto de la educación desde niños. Para superar el querer comer lo que viene de fuera, bueno o malo, por sistema. Cuestión más bien cultural.

«La guerra puede favorecer la producción local, al revés de lo que ‘vende’ el mensaje mediático»

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¿Qué papel juega en este debate la guerra de Ucrania?

El contrario al que nos muestra el universo mediático. No podemos pensar que los alimentos vengan de lugares lejanos porque el objetivo es justo el contrario. No estar pendientes de un terremoto o una guerra al otro lado del mundo. Importar alguna mercancía puntual, sí, pero estar vendidos por completo, no. Y menos en la comida. Eso es de locos. Hoy es Ucrania y mañana otro sitio. Hay un foco mediático determinado y no quiero entrar a valorar el conflicto en sí. Lo cierto es que la gente se tira a los supermercados a acaparar aceite de girasol. Me parece una locura y que se ha creado un pánico innecesario entre la población. En Andalucía se produce el mismo aceite de oliva con los mismos olivos.

¿Desde cuando existe el Máster que dirige en la ULL?

Este 2021-2022 es el tercer curso académico del Máster de Agroecología, Soberanía alimentaria, Ecología urbana y Cooperación al desarrollo rural que yo dirijo. Tiene muchísima demanda con presencia de alumnos de todo el mundo. También de otras Islas y del resto del estado. El alma máter de esta iniciativa, en vanguardia a nivel nacional, fue un compañero y amigo que la trajo a la Universidad de La Laguna, José Luis Porcuna, nombrado Hijo Adoptivo de Tenerife por el Cabildo. Nos dejó huérfanos de forma rapidísima e inesperada el pasado noviembre. Intentamos recomponernos y avanzar hacia la cuarta edición. Es nuestro mejor homenaje.

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