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EL DESAFÍO RUSO | Testimonios canarios de la invasión

Unidos por la música y la guerra

Chano Gil y Saúl Perera, evacuados desde Kiev, se habían conocido años atrás en el Conservatorio Superior de Canarias | «Hay que apoyar a los ucranianos», reclaman

Chano Gil, con un grupo de alumnos en Ucrania. | | E.D.

El músico Chano Gil y el ingeniero de telecomunicaciones Saúl Perera, los dos grancanarios que fueron evacuados desde Ucrania a comienzos de esta semana, ya se habían visto antes las caras, pero no se habían dado cuenta. Sus vidas se habían cruzado de forma casi inadvertida años atrás, en los pasillos del Conservatorio Superior de Música de Las Palmas de Gran Canaria, pero su amistad ha acabado por forjarse a más de 4.500 kilómetros de la Isla, mientras trataban de salir de un país convertido en el escenario de un drama humanitario que ya nunca podrán olvidar.

Saúl Perera, en Ucrania antes de su evacuación. | | E.D.

«Estaba esperando en un restaurante argentino que había frente a la Embajada de España en Kiev y cuando entró Chano me dije este hombre me suena, yo creo que es canario», rememora Saúl un día después de regresar desde Ucrania. Los dos trataban de pasar el tiempo mientras esperaban el aviso del equipo consular para partir en el convoy con destino a la frontera y enseguida hicieron migas: «La gente de medianías [uno es oriundo de Firgas y el otro, de Moya] tenemos chistes y dichos de pueblo, yo le hablaba y él se reía mucho», abunda el trompetista, que recordaba a Saúl como un joven estudiante que tiempo atrás había aprendido a tocar el clarinete en el conservatorio de la capital grancanaria.

Chano y Saúl se encontraban en Ucrania hasta esta semana por motivos diferentes. El primero, para dar una clase magistral de trompeta a un grupo de alumnos en la ciudad de Dnipro. El segundo, en su tercera visita en pocos meses para participar en un programa de televisión donde debía demostrar sus conocimientos e interés por el país. Los planes de uno y otro se vieron frustrados por la invasión rusa –«Mi grabación era de jueves a sábado, pero el jueves a las cuatro de la mañana empezaron los bombardeos», detalla Saúl– y la salida del país se hizo inevitable.

Silencio en el coche

«La Embajada y los geos, chiquitos profesionales, crearon un dispositivo y te hacían formar parte del equipo», explica Chano, que asumió la conducción de un coche del convoy –la caravana estaba compuesta por ocho vehículos– en el que también viajaba un grupo de cuatro misioneras y una familia con varios menores de corta edad. «La gente en estas circunstancias da lo mejor de sí, no hay quejas y cuando había paradas todo el mundo compartía», continúa el músico. Fueron horas eternas, entre la oscuridad y el silencio sepulcral de quienes se saben inmersos en una situación tan excepcional como peligrosa: «En estos momentos duros, de incertidumbre, es importante el apoyo», abunda.

«Nuestro convoy era el primero, también el más pequeño, unas 45 personas con los geos», continúa Saúl. Su viaje fue muy largo, porque tomaron una ruta que iba por el sur del país y suponía doce horas más de trayecto, aunque todos pusieron de su parte para que la distancia no se hiciera eterna, con relevos al volante para dar algo de reposo a los conductores: «Yo estaba muy cansado y llevaba muchas horas sin dormir también, pero en ese momento me desperté».

Durante el trayecto contaban con la protección de las fuerzas de seguridad españolas, que habían estudiado el terreno y tenían información de primera mano actualizada sobre la evolución del conflicto, pero para los miembros del convoy era imposible liberarse de la tensión. Los rumores, como en toda guerra, corrían de un lugar a otro sin ninguna confirmación y llegaban a causar confusión. La tranquilidad no llegó hasta que por fin, dos días después de salir de Kiev, atravesaron la frontera.

Un día después de aterrizar en el aeropuerto de Madrid, Chano y Saúl pudieron recuperar ayer su vida cotidiana. El primero, con «las chiquillas, la madre, toda la familia y los amigos» mientras planea la organización de un concierto por la paz en favor de Ucrania que espera poder celebrar en breve. El segundo, retornando a su trabajo en el centro de control de la torre de telecomunicaciones que la empresa Cellnex gestiona en Collserola (Barcelona) mientras ayuda a su novia ucraniana, que pudo salir del país con él, a regularizar su situación administrativa en España.

Para estos dos evacuados, el retorno al día a día no podrá ser completo mientras la invasión rusa continúe adelante. Tanto Saúl como Chano se muestran muy preocupados por la situación de quienes todavía permanecen en Ucrania: «El problema es la gente que se ha quedado allí y llevan días para salir, están sufriendo mucho», señala uno. «Son encantadores y de la noche a la mañana sus vidas se quedan truncadas por esta circunstancia», lamenta el otro, que advierte acerca del drama que cada día aumenta en las inmediaciones de la frontera: «Allí también habrá muerte para quien no tenga calefacción en el coche, porque hará frío».

En sus voces aún se nota la tensión de quienes acaban de vivir una experiencia traumática y precisamente por ello hacen un llamamiento a la cordura. En palabras de Chano, porque «cada ser humano tiene que hacer lo posible por no llegar a este extremo y con la suma de todos debemos lanzar un mensaje de no a la guerra». «Hay que apoyarles en todo lo que se pueda», concluye Saúl.

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